Como un invencible invasor, el sol se filtra por los grandes ventanales de la inmensa suite del cuarto piso del NH Gran Hotel Provincial con una increíble vista al mar. Sus rayos pegan fuerte sobre los sillones de terciopelo, los glamorosos muebles y la gran mesa sobre la que ya descansan una taza de café con leche, una bandeja con frutas fileteadas, una copa con jugo de naranja y algunas exquisiteces que ella no se atreverá ni siquiera a mirar. Karina Rabolini (47) luce un pijama de algodón, una bata gris y un par de medias blancas en sus pies. Sola, tranquila, pide el diario marplatense La Capital y lee atentamente las últimas noticias. Pero esa paz durará poco. Porque apenas termina de desayunar ya la espera en la antesala su personal trainner Nicolás Sanz, su profesor desde hace tres años y el responsable, aunque no lo quiera admitir, de que hoy “la primera dama de la provincia de Buenos Aires”, luzca muy bella.“Trato de estar de la mejor manera para acompañar a Daniel (Scioli). Hago gimnasia más allá de lo estético, por una cuestión de salud. No soy una obsesiva con el cuerpo. Con la alimentación hago lo que puedo e intento no tentarme con los dulces y los hidratos. Tampoco fumo, dejé hace años el cigarrillo. A veces me cuesta mucho controlarme pero hago ésto para acompañar los años que no pasan en vano. Y lo hago por mi bienestar y para tratar de conservar la flexibilidad del cuerpo. Sobre todo teniendo días tan activos como los que tengo”, cuenta Rabolini mientras comienza a prepararse para cumplir con su diaria rutina de ejercicios.
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