Cae sobre las desembocaduras de los ríos Rin y Mosa y está protegida por una larga línea de dunas en la costa. Al sur, colinda con Zelanda, al norte con Frisia, al este con el IJsselmeer y Utrecht hasta la Brabante Septentrional. Holanda, la región más importante de las que integran los Países Bajos, se asienta sobre estos límites. Debido a su jerarquía histórica y principalmente porque durante el Siglo XVII sus puertos fueron eje central de la economía, su nombre es utilizado en forma tradicional como sinécdoque para referirse al Estado soberano, siendo la denominación oficial la de “Reino de los Países Bajos”, omnicomprensivo de islas caribeñas como Aruba y Curazao.
Si el idioma oficial es el “neerlandés”, no por ello ello dejar de ser conocido por extensión como holandés, en tanto el propio gobierno aplica este uso a los fines de marketing turístico de la nación en el exterior. Dichas complejidades han sido parte del arduo aprendizaje que llevó a la argentina Máxima Zorreguieta a convertirse en Reina consorte de esta monarquía constitucional, en abril 2013. Hija de Jorge y María del Carmen, hoy es reconocida—entre otros tantos títulos—como Dama Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. La Reina ha dado a luz a tres princesas: Catalina, Alejandra y Ariadna sucesoras al trono cuyo estandarte actualmente lleva Guillermo Alejandro, su padre.
De fuertes y milenarias leyendas culturales y sociales, Holanda tiene por tradición el uso para determinadas ceremonias de dos berlinas oficiales: el Carruaje Dorado y el Carruaje de Vidrio. El primero es de madera teka de Java, recubierto con hojas de oro, diseñado y construido en el estilo renacentista holandés, entre 1897 y 1898. Para su construcción se pidió que se usara la mayor cantidad de material proveniente del Reinado de los Países Bajos. Se utilizó, por ese motivo, lino trabajado en Zelanda, cuero de Brabante y marfil de Sumatra. Decorado con follaje y estatuas alegóricas doradas, el interior está compuesto por tela damasco blanco con las armas de los Reyes, todo bordado a mano. Sus cuatro ruedas representan el sol y en la parte superior se pueden ver las armas de las once provincias. Sobre el techo, enaltecen la mirada incauta de cualquier inexperto aquellas estatuas que representan la prosperidad y que sostienen la corona, el cetro y la espada real. La magnificencia de esta verdadera obra de arte, que no tiene precio en el mercado internacional, lo convierten en el carruaje de gala por excelencia, si bien posee el mismo nivel protocolar que el de Vidrio ó “Glazen Koets”.
En 2015, después del “Prinsjesdag” (Día de los Príncipes, que se celebra el tercer martes de septiembre desde 1848, como en esta última semana) fue enviado a restaurar, y no verá la luz del día hasta quizás, mediados de 2018. Por este motivo, durante ese intervalo es usado el Glazen Koets, de 1826, formado por una caja amplia pintada de color azul laqueado, decorada con una franja de color crema en la cual se vislumbran hojas de laurel y roble. En la puerta aparecen las armas de la casa real de la época, pintadas y, sobre el techo, una corona de madera dorada, con el interior revestido en terciopelo púrpura. La parte interna del techo está recubierta con seda blanca y posee 7 ventanas con vidrio biselado. Cuando lo usan los reyes es tirado por ocho caballos; cuando lleva a los príncipes herederos, se emplean seis equinos, elegidos por su crianza y lozanía.
Ya en 2007 el Carruaje de Vidrio había sido enviado a restaurar por la Reina Beatriz y, después de dos años de búsquedas e investigaciones históricas, la restauración que tardó 5 años. Por tradición, los caballos son totalmente negros y las razas elegidas son el “frisón” y el “gelderland”, que se usan en forma alternada año tras año. Máxima, quien adquirió la ciudadanía “neerlandesa” cuando se comprometió el 30 de marzo de 2001 con el entonces príncipe Guillermo, se ha nutrido en estas prácticas, que como tantas otras, típicamente definen el ser de la nación que comanda con su esposo, en tiempos en que los movimientos separatistas de Europa podrían delinear otro mapa muy distinto al actual.