viernes 08 de noviembre del 2024
ENTRETENIMIENTO 09-05-2020 16:00

Patricia Sosa y Oscar Mediavilla hacen la cuarentena en su refugio romántico frente al Uritorco que muestran por primera vez

Viven una historia mágica que los llevó a retomar la convivencia tras 24 años. Galería de fotosGalería de fotos

La “nueva normalidad” para la que nos prepara la pandemia se transformó en un romántico desafío para Patricia Sosa y Oscar Mediavilla. Se pusieron de novios cuando ella tenía 16 y él, 17. Hoy, 48 años después siguen enamorados y redescubriéndose. Su relación tuvo altibajos que incluyó una separación de tres años. Se convirtieron en padres de Marta Mediavilla (31), quien heredó el ADN de artistas. Y uno de sus grandes secretos, del cual siempre se jactaban en las entrevistas, era que vivían en casas separados desde 1996. Cada uno bajo su propio techo, con encuentros permanentes y una química que sobrevivía gracias a esa estratégica distancia. Pero llegó el coronavirus a la Humanidad, y con él, grandes pruebas para todos. 

   La cantante y el productor habían ido por cuatro días a Miami, Estados Unidos, para “cerrar” cuestiones de su sello musical digital, pero a la hora de volver empezaron las complicaciones. “Estábamos todavía allá y salió la ley que los que llegaban de afuera tenían que hacer 14 días de cuarentena. Quisimos adelantar el viaje, nos lo cancelaron tres veces, fue un estrés tremendo. Y cuando conseguimos el pasaje de vuelta, decidí que no iba a vivir con mi mamá (Olga, de 90 años). Yo vivo en Buenos Aires con ella, y no la quería exponer. Como nosotros también tenemos domicilio en Córdoba, hicimos una declaración jurada para trasladarnos. Me dejaron el auto en Ezeiza con la llave escondida, y ni bien bajamos del avión, subimos las valijas al auto y nos vinimos para acá. Nos pararon en la ruta dos veces, mostramos el papel y no hubo problemas. Y encima, cinco días después empezó la cuarentena obligatoria. Así que nos quedamos”, le explica a CARAS Patricia Sosa, mientras el sol del atardecer les pega a ella y a Mediavilla, con el cerro Uritorco como majestuoso fondo.

   En un terreno de cinco mil metros cuadrados se levanta “Las Negritas” (por el color de tez de la cantante y su hija), que con su sofisticada sencillez no desentona en esta zona cordobesa del Valle de Punilla, inmersa en la periferia del pueblo San Esteban. “Antes del 2000, me vine con un grupo de meditadores a hacer un avistaje de naves. Subimos a un lugar que se llama Los Terrones (Parque Autóctono, Cultural y Recreativo ubicado a 14 kilómetros de Capilla del Monte), junto a una ‘contactada’, que es una mujer que se  contacta con seres de otros planos, no de otros planetas”, explica la cantante, antes de referirse a que luego empezó a buscar un terreno cerca para comprar, y con los años allí construirían esta vivienda que cuenta con cinco dormitorios, comedor, cocina y un amplio living, a donde suele invitar a Sandra Mihanovich, Marilina Ross, Julia Zenko, Marcela Morelo, Valeria Lynch y Lucía Galán, entre otras amigas. 

   Refiriéndose a la decoración, comenta: “A mí me faltan pocas materias para terminar la carrera de arquitectura, pero hubiera sido una mala arquitecta y una buena decoradora. Me gusta mucho decorar. Los muebles que ves en las fotos los hice yo. Son reciclados. Además, un banco me lo regaló Raul Lavié; la mesa del comedor, Valeria Lynch; la bandeja que usamos para tomar mate, Marcela Morelo; la lámpara del living, Lucía Galán”. Después “Pato” aclara que la única de los cuatro perros que tienen en la casa que quiso posar en las fotos de CARAS fue Rocita; y aprovecha para destacar el interés que hay por aprender canto a través de las clases online que dicta en su escuela “Templo de la Voz” (@templodelavoz). “Nos piden aprender a cantar desde todas las provincias. Por la pandemia, todas las clases son online. Invitamos a quienes quieran a sumarse. El aislamiento social sirve para estudiar. Y así como los médicos están al frente de la batalla, los artistas estamos en la retaguardia, sosteniendo para tomar distancia de las noticias espantosas que nos llegan.  El arte está cumpliendo una misión importantísima que es que la gente no se deje caer”, agrega. 

   —Hacía 24 años que no convivían, ¿Cómo resulta el día a día?

   —No convivíamos desde 1996. Creo que el Titiritero Mayor, como yo le digo “al de arriba”, tiene planes que uno no entiende. Y esta vez dijo: “¿Así que ustedes no quieren irse a vivir juntos? Bueno, entonces les mando una pandemia y se quedan juntos ahí hasta que yo lo diga” (Risas).

   —¿Extrañan los beneficios que habían encontrado con el sistema de vivir en casas separadas?

   —Por ahora no perdimos nada de esos beneficios, porque esta casa es muy grande. Cada uno tiene su lugar, su independencia. Yo tengo mi sitio para meditar. Oscar habla por teléfono con medio mundo, y en esos momentos me voy a mirar la tele a otro lado o me pongo a cocinar. Si tuviéramos en un departamento de dos ambientes creo que me tiro por el balcón (Risas). O yo lo tiraría a él, pero uno de los dos no estaría en el mundo en este momento (Más risas). Por ahora la llevamos muy bien. Nos hacemos compañía. 

   —Cuando todo esto pase, ¿Reconsiderarán volver a vivir bajo un mismo techo?

   —Cuando termine esto nosotros tenemos que volver al régimen anterior, porque cada uno tiene su casa. Si quisiéramos hacer ese cambio,  tendríamos que ver dónde se convive. Ver qué casa nos gusta para estar. Sería todo un replanteo que siempre lo tuvimos en vista. Cuando termine la pandemia, vamos a ver. Nosotros estamos relajados, bien. Nos decimos que nos queremos a cada rato. Oscar es muy demostrativo y cariñoso. Yo soy vegetariana y ahora le estoy cocinando con carne: ¡Mirá vos el amor que le tendré! (Risas). Me estoy esmerando por si me larga por no saber cocinar. También le hago ñoquis, canelones de verdura, albóndigas con puré. Me dice que va a salir rodando (Más risas). 

   —¿Tienen miedo por la pandemia?

   —Al principio, Oscar me pedía que le tome la fiebre cuatro veces por día. Todas las noches decía que le dolía la garganta y que tenía un poco de tos (Risas). Y como yo ya sé con los bueyes que aro, no le doy bolilla. Le toco la frente porque a lo mejor es que necesita un mimo. A mí me agarra angustia, hay días que lloro por la Humanidad, por los muertos, por los que sufren. Por Marta no tengo miedo, porque es tan hincha, tan cuidadosa... Antes no lavaba ni un plato y ahora lava todo, todo el tiempo (Más Risas). Pero yo me fijo que esté bien mi mamá, que está viviendo con mi cuñada y mi sobrina. La cuidan mucho. 

   —¿Cree que lanaturaleza nos está dando un mensaje?

   —El Planeta está más lindo, los cielos más celestes, las aguas más cristalinas. Acá salieron flores que no tenía idea que existían. Vinieron unos pájaros preciosos, que cantan divino, y antes no estaban. Delfines en Venecia, canguros por las calles... Después de la pandemia, hay gente que va a salir peor. Son los que están sacando provecho: escatiman el        alcohol en gel, o te cobran un barbijo el triple de lo que vale. Esa gente no va a salir mejor, está comprando un karma que va a llevar el resto de su vida. Y otras personas van a salir mejor, estarán más contentos, disfrutarán de la Naturaleza, evitarán hacer lo que no hay que volver a hacer. Cuidarán mucho más todo lo que tenemos, y sobre todo al prójimo. 

   —Y el vínculo de Patricia con Oscar, ¿Qué transformación experimentará?

   —-Nos viene bien saber que podemos volver a convivir. ¡Algo que no hacíamos desde 1996! Por eso, esta cuarentena es un paso enorme en la relación.

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