martes 19 de marzo del 2024
ESPECTáCULOS 19-08-2019 10:49

En el día de su cumpleaños, recorremos las mansión de Sandro en Banfield

Por primera vez se hicieron públicas las fotos que revelan su misterio, su intimidad y su esplendor. Galería de fotosGalería de fotos

La vida de Sandro, pública, carismática, exitosa, memorable, encontró sostén y nutrición detrás del emblemático muro de una mansión ubicada en Antonio Berutti al 200, en la localidad de Banfield. El predio de 1100 metros cuadrados tiene un parque con árboles que incluyen un arrayán, una araucaria, una parra y varios pinos, canteros con flores, una piscina y diversas estatuas blancas. Detrás de ese muro, Roberto Sánchez dejaba de ser “El Gitano”, se refugiaba de fans, flashes de fotógrafos y entrevistas periodísticas. Esa residencia siempre fue un misterio, poca gente tenía acceso a ella, y en esa intimidad Roberto desarrollaba una vida paralela, esencial, repleta de arte, romanticismo, inspiración y alegría. Olga Garaventa, su última mujer y heredera, sigue viviendo en esa mansión y quiere que sea declarada museo para honrar la memoria del ídolo, de cuya muerte se cumplirán diez años el 4 de enero de 2020. “Hay muchas personas que no tuvieron la oportunidad de conocerlo en persona o quizás ir a alguno de sus shows; esta es la mejor manera de poder acercar, tanto a sus fans como a cualquier persona, al hombre que en vida fue Roberto Sánchez. Fue una decisión que tomamos en familia (al principio me costó adaptarme a esta idea) y desde hace un tiempo venimos trabajando en cómo plantear este proyecto y buscar la manera más viable de concretarlo—le explica Garaventa a CARAS, antes de aclarar que nunca pensó en vender la casa—. Esa idea nunca se nos cruzó por la cabeza, y no porque no pueda o haya algún impedimento. En la medida de lo posible, trato de cuidar lo que tengo. Y este lugar es mi casa. Vivo acá desde hace catorce años”, agrega.

Con respecto a cuándo se inauguraría el museo, Olga afirma: “Eso todavía no lo sabemos porque está en desarrollo; pero nuestra intención es hacerlo cuanto antes. La idea es que el ingreso sea libre; pero eso no depende exclusivamente de nosotros. Con esto me refiero al tipo de inversionista que participe en este proyecto (si es del ámbito privado o estatal)”, dice la mujer que tiene dos hijos, Manuela (40) y Pablo (37), y tres nietas: Malena (16), Valentina (13) y Ema (3).

Gracias a la iniciativa del fotógrafo Hernán Churba, por primera vez se conocieron imágenes nunca vistas de cada rincón de la Mansión de Sandro, espacios llenos de historias y anécdotas. “Cuando Pablo Ferraudi comenzó a asistirme, primero en un workshop que daba en Motivarte, y luego en mis producciones fotográficas, yo no tenía idea de que él era hijo de Olga Garaventa. De hecho la información sale en una charla informal en la escuela, donde quedo sorprendido sobre todo por su bajo perfil. Entablamos amistad, y me llevó a conocer la casa de Banfield. Ese día recorrimos la vivienda completa y tomamos un café con Olga en la cocina. Fue una charla muy amena que, sumado a lo que me generó conocer el lugar, me disparó automáticamente la inquietud de retratarlo. Se lo propuse a Pablo ese mismo día volviendo de Banfield, y él se lo transmitió a Olga. Por suerte confiaron en mi trabajo—explica Churba, que tuvo un gran primer impacto al atravesar el famoso muro de la residencia—. Hay mucha mística en ese lugar. Entré por el estacionamiento, y de ahí a la casa por la puerta de atrás, por la cocina. Aterricé en el ambiente más simple, pero no por eso menos cálido o interesante. Y luego pasé al living. Ahí entendés sí o sí que en ese lugar no pudo haber vivido cualquier persona de este mundo. Es un lugar que va más allá de los gustos personales. Es estar en un palacio pero con la energía de un Rockstar. A partir de ahí te empezás a mover a ‘velocidad crucero’ de museo. Cada medio paso te quedás viendo detalles, obras de arte, elementos, muebles… Todo es especial, tanto en ese espacio como en el resto de la casa”, agrega.

Al traspasar el paredón se encuentra “El Locutorio”, que era el espacio en donde Sandro recibía a sus “Nenas” (Admiradoras) cuando lo visitaban por el día de su cumpleaños. Allí hay dos sillas separadas por una mesa donde hay una Virgen de la Medalla Milagrosa. Esa, como otras imágenes religiosas que son parte de la decoración, fueron sostenes espirituales del cantante, sobre todo durante sus últimos años, cuando luchó con su enfermedad (falleció el 4 de enero de 2010, luego de un doble trasplante de corazón y de pulmones).

Al ingresar por el portón de vehículos, hay un área de transición con un segundo portón interno de herrajes, donde aparece un camino de lajas que rodea el parque con piscina que enmarca la casa, hasta llegar al estacionamiento exterior que separa la casa principal de la casa de huéspedes. En el estacionamiento cerrado se encuentran dos autos: un Rambler Presidencial que usaba Roberto Sánchez para trasladarse, en el que se baja el apoyabrazos del asiento trasero y se desliza desde el baúl un pequeño bar que contiene tres vasos de whisky y tres licoreras. El otro auto es un Mercedes Benz SL-280 “pagoda” que Sandro usó en las películas “Siempre te Amaré”, “Operación Rosa Rosa” y “Tú me Enloqueces”, junto a Susana Giménez. “No sabría decirte si cuando era joven también lo usó, lo más probable es que sí. El me contó que llegó a tener muchos autos. Si mal no recuerdo creo me dijo que tuvo seis. De hecho, la cochera tiene capacidad para seis coches”, comenta Olga.

La casa posee dos plantas. En la planta baja, el espacio más imponente es el living, separado en dos sectores por pesados cortinados abiertos, con inmensos ventanales que dan al parque. En dicho ambiente hay sillones y un hogar a leña de mármol y bronce (réplica al del Palacio de Versalles). En la pared frente al hogar hay un gran espejo y retratos de los padres de Roberto. En este espacio se armó el altar donde se casaron Olga y Roberto.

El comedor cuenta con una mesa redonda rodeada de sillas de respaldos altos, muebles y pinturas, en un estilo rococó. “El comedor diario y la cocina eran los lugares que más usábamos y en los que más tiempo compartíamos juntos. Son los más calefaccionados de la casa; tenemos ahí la televisión y es un lugar muy ameno, está todo a mano. En este espacio compartimos largas charlas. Luego yo cocinaba mientras él miraba la televisión. Luego de cenar veíamos alguna película o algún cocinero que estuviese en los canales de cocina del cable. Si no siempre había un tema de conversación”, recuerda Garaventa.

Podés leer la nota completa en la edición de CARAS que ya está en todos los kioskos.

Fotos: Hernán Churba (www.hernanchurba.com/Banfield). Twitter e Instagram: @hchurba

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