En el aire sólo se escucha el suave sonido de las olas y la sonrisa de un tierno bebé. Mientras el empresario de moda Nicolás Cuño (44) juega con su hijo Gael, de cinco meses, y su mujer, la ex Leona Giselle Kañevsky (30), todo parece detenerse a su alrededor. En pleno atardecer esteño, el músico hamaca en brazos a su pequeño ante la atenta mirada de su mamá y, por un instante, inmortaliza su plenitud. Desde que nació su heredero todo cobró mayor sentido, incluso sus habituales vacaciones de cada comienzo de año en Punta del Este. Cuenta que aprendió a vivir más despacio, a desconectarse por completo de sus obligaciones cuando está en familia. Tarea nada fácil para quien es uno de los creadores de la marca de ropa “Key Biscayne” –reconocida como la Mejor Marca de Indumentaria Masculina 2015, con el premio IRSA– instructor voluntario en Argentina de la ONG “El Arte de Vivir” y la voz de “Los Echeverría”, la banda que se consagró en el último y reciente “Cosquín Rock 2016”, que vuelven a tocar el 7 de febrero.
El espíritu emprendedor acompañó a Cuño desde muy pequeño. A los 16 años, cuando cursaba la secundaria en el Roca, le propuso a su amigo —y actual socio— Martín Lief tener un proyecto en conjunto. Y lo que comenzó como una arriesgada venta de ropa por la calle, se convirtió progresivamente en lo que hoy es su reconocida marca de indumentaria masculina. Pero Nicolás aclara a cada momento que el logro no es únicamente personal. Varias veces asegura que sin el apoyo y la cultura del trabajo que le inculcaron sus padres, el sueño hubiese quedado en sueño. Valores que ya forman parte de la educación de su hijo, a quien apoda “Cachorro” y le confecciona sus propias prendas. Entre sus íntimos, el asesor de imagen de celebridades como Adrián Suar y Charly García, comentó que diseñarle los modelos a Gael es una de las cosas que más disfruta. Tanto como verlo interactuar con la mujer que eligió como compañera de ruta y con quien se casó en 2013. Hace cinco años que el designer conoció a la ex-medallista olímpica y con ella concretó su idea de familia: “Con Giselle somos unos convencidos de que hay que celebrar la vida. Estamos vivos, juntos, nos encontramos, queremos disfrutarlo y compartirlo con quienes nos rodean. Tenemos los mismos anhelos: construir y alimentar hermosos vínculos, que son los más importantes”. Incluso dice que estaban predestinados y, de alguna manera, unidos por el deporte. Es que él jugó al vóley profesional hasta los 27 años, cuando tuvo que abandonarlo por un problema de salud que lo acercó al yoga. Poco tiempo tardó en fascinarse por esa milenaria disciplina. Le bastó ver que en los templos de Tailandia enseñaban a los chicos a aquietar su mente por medio de la respiración para enamorarse por completo. Primero empezó por inculcarles a sus afectos la importancia de la meditación en la eficiencia mental y física. Y la buena recepción fue inmediata, así como sus ganas de hacerlo masivo. Por eso, como integrante de la fundación “El Arte de Vivir”, fue uno de los encargados de abrir “América Medita”, un encuentro que en 2010 reunió a miles de personas en el Planetario. Hasta llegó a dar cursos de meditación y respiración en el mismísimo Paseo Alcorta. “Si ante cada situación embarazosa uno se diese unos segundos más para respirar profundamente, los problemas se encararían con mayor facilidad”, es su lema. Y como quien ve una película que le gusta mucho y quiere trasmitir lo que sintió, no se cansa de repetirlo.
Con esos mismos principios, “Nico” se propone criar a su niño, a quien describe como “sereno y alegre”, y también vislumbra en su ADN el amor por los deportes, la armonía espiritual y la creatividad del universo fashion. “Ser padre cambió mi visión sobre el mundo y la moda. Me modificó completamente. Ya el hecho de ver a mi mujer embarazada y luego a Gael es una especie de milagro. Tomás conciencia plena de todo, cambian tus prioridades. Es más, hoy mi ‘Cachorro’ es el que mejor viste mis prendas, es el gran heredero de mi estilo”, concluye orgulloso.