El invierno crudo comenzó en su Rosario natal cuando Maxi Rodríguez recibió la sorpresa de realizar un viaje romántico a Aruba con su mujer Gabriela. Ninguno de los dos se pudo contener y, como padres increíbles, decidieron sin pensarlo, llevar y sorprender a Alma y Aitana. "Justo caía el cumple de Aitana, estuvimos mucho tiempo pensando en poder armar esta familia, mucho tiempo sin tener hijos; y cuando lo decidimos, tuvimos que hacer un tratamiento de fertilidad, porque yo no podía, y hoy nos convertimos en esta familia", dice orgullosa Gabriela, su mujer.
Así disfrutaron de una vacaciones únicas, con la hospitalidad del pueblo arubano y la cultura de servicio de Occidental Hoteles. "La Fiera" está muy lejos de ser el típico futbolista excéntrico, sino todo lo contrario: ser marido y papá es su mejor rol en la vida. Rodeados de vegetación desértica y caribeña, de cactus y palmeras a la vez; mucho sol y playas exquisitas de arena blanca y aguas turquesas, disfrutaron de diferentes deportes acuáticos y mucho relax. Maxi cuenta que "la vida del futbolista es mucho sacrificio, pero con la familia que formé hoy en día, fue mucho más fácil". Con tres años iba a "jugar" al fútbol y lo llevaba su abuelo, porque su madre trabajaba. "Ella es mamá soltera y me crié con mis abuelos y tíos; a mi papá nunca lo conocí; no reprocho nada y nunca tuve intención de preguntarle quién es. La verdad es que estamos muy apegados con mi mamá y nunca me pidió nada; le doy todo el cariño y, de esa forma, le trato de devolver todo el esfuerzo que hizo por mi", confiesa el futbolista.
Al ser consultado sobre cómo es una mesa de domingo, nos cuenta que se pelean por el fútbol o la política: "Pero cuando se trata de fútbol les digo que se pongan ellos los botines, entre risas y tristezas, cuando pierdo un partido. Son hinchas de Newell´s y me dicen: ‘¡Cómo entregaste ese gol!’. Cuando juego, te entra esa sensación de adrenalida y cosquilleo, pero hago el trabajo que me gusta y me divierte, y tengo la suerte de estar en el club que me vio nacer", afirma.
En el paradisíaco entorno, el jugador que brilló en la Selección Nacional, continúa: "Como hincha debe ser más fácil pero, con el estadio lleno, como jugador te sentís con poco espacio y mucha presión, tomando decisiones en milésimas de segundos—asegura, antes de referirse a una de sus hijas—. Una concentración previa a un partido no debería aislarte tanto, porque sino te volvés loco. Con mi primer hija tuvimos trabajo de parto durante diez horas y después metí cuatro goles", dice mientras se ríe a carcajadas.
La pareja paladea en la playa sabrosos jugos y tragos, a la hora de almorzar eligen platos con langostas en salsas de mango y cítricos, como así también pescados marinados con salsa de jengribre. A Maxi le pusieron el apodo de "Fiera" porque corría dentro de la cancha de un lado para otro. "Lo más difícil fue la adolescencia; mientras todos salen, vos te tenés que ir a dormir, pero siempre tuve amigos que me acompañaron. Elegí esta carrera y valió la pena el sacrificio porque quise estar en la Selección y en Primera División, y lo pude lograr gracias a mi esfuerzo y al de mi mujer que me aguantó siempre", confiesa. Durante el viaje no pudo quedarse quieto: nadó todos los días en el mar y, atado a una lancha, se arrojó con un paracaídas. "Reconozco que a veces mentimos un poquito dentro de la cancha cuando nos tiramos al piso, somos buenos actores, pero cuando te lastimás en serio es muy doloroso", comenta. Y concluye reconociendo cuál es su mejor faceta en la vida: "Disfruto mucho a mis hijas, me encanta. Alma y Aitana me cambiaron la vida y soy un papá presente", concluye.
Por Evelyn Von Brocke.
Fotos: Ernesto Pagés.
Agradecimiento: Aruba Tourism Authority ATA-Argentina.