Luce radiante. ¡Ella soñó tanto con este momento! MaríaEugenia Vidal (48) expresa un sentido discurso de agradecimiento en el búnker de Juntos por el Cambio en el predio de Costa Salguero tras su contundente triunfo. “No pudieron con nosotros”, dijo refiriéndose a los votos que recibió como precandidata a diputada en la interna partidaria. Luego, la ex gobernadora de la provincia de Buenos Aires saludó a todos: a los máximos referentes de su espacio político, a los militantes que se acercaron y a ese hombre que se mantenía en un rincón, con su habitual perfil bajo. Cuando consideró que era el momento, “Mariú” se acercó a su gran amor, Enrique “Quique” Sacco (58), lo miró a los ojos y le dijo: “Gracias. Te Amo”… Y se fundió en un romántico abrazo sellado por un beso.
Tan solo 48 horas antes, Sacco recibió a CARAS en su departamento de Belgrano para contarnos del libro que acaba de escribir, “La Vida te Compensa” (Editorial Planeta), algo que sirve como disparador para mantener una charla íntima, en la que sus siete años de relación con la recordada Débora Pérez Volpin y su actualidad sentimental con María Eugenia Vidal se funden en un vaivén de sensaciones agridulces, transformando su testimonio en un ejemplo de resiliencia. “Sabía que no era contar mi vida porque nunca pensé que le podía interesar a alguien. Me enfoqué en mis vivencias y con que esto le ayude a una sola persona que pase por situaciones similares a saber que en el final del túnel hay una pequeña luz de esperanza, misión cumplida. Además, la idea es visibilizar un caso como el de Débora que se transformó en un antes y un después en la problemática de la mala praxis”, dice Sacco, que ya había escrito en 2015 un libro llamado “Mucho más que Fútbol”, donde compartió su conocimiento de la industria futbolera, la ciencia aplicada al deporte y cómo se distribuye el dinero de los derechos de TV en el mundo. Durante 17 años condujo “La Oral Deportiva” por ESPN Radio y en ese lapso el programa obtuvo ocho Martín Fierros. Por diez años fue el único periodista argentino habilitado para votar en la elección del Mejor Jugador del Mundo para el Balón de Oro. Más tarde trabajó como Gerente de Gestión Institucional de la Superliga de Fútbol Argentino, y actualmente se desempeña como la máxima autoridad de la Argentina de TNT Sports.
Sacco explica que desde la editorial le tuvieron que insistir varias veces para escribir el libro, y que quienes lo ayudaron a decidirse fueron sus hijos del corazón, Agustín (22) y Luna (20), fruto del amor de Débora Pérez Volpin con Marcelo Funes, camarógrafo de El Trece. “Los chicos me dijeron que era muy buena idea escribirlo. Tenía varios títulos pero elegí sintetizarlo a partir de una frase que siempre utilizo: ‘La vida te da y te quita, te quita y te da, y al final casi siempre te compensa’. Por eso use: ‘La Vida te Compensa””, comenta Sacco, que se inspiró en lecturas como la de “El Hombre en la Búsqueda de Sentido” (de Victor Frankl) y “La Bailarina de Auschwitz” (un regalo de Vidal), dos obras iconos de resiliencia. Aunque sus disparadores más esenciales fueron la inexplicable muerte de la conductora de “Arriba Argentinos”, durante una endoscopía de rutina realizada el 6 de febrero de 2018 en el Sanatorio de la Trinidad de Palermo; además de las experiencias de su madre, Yolanda (89). “A mi mamá se le acababan de morir su propia madre y su marido, de manera inesperada y con poco tiempo de diferencia. Yo tenía 17 años, era el final de mi secundario y quería venir a estudiar a Buenos Aires (ellos vivían en Bolivar). Gracias a su generosidad, esa que me habilitó a que lo haga aunque se quedara sola con su negocio, es que yo hoy soy el que soy. Sino mi vida hubiese sido distinta”, comenta.
—¿Qué representó Débora para usted?
—Fueron siete años de un amor profundo y sincero, una historia que no todas las personas pueden vivir y por eso siento que soy un privilegiado. Está contado en el libro: con Débora nos habíamos cruzado, los dos estábamos solos y nos encontramos en el momento justo.
—¿En qué cambió su vida junto a ella?
—Con Débora empecé a pensar mucho más en que no todo es la búsqueda del éxito profesional. También sufrimos la transformación de querer salir del periodismo: ella pensando en ingresar a la política y yo en la gestión profesional del fútbol. Los dos queríamos un desafío. Estábamos bárbaros como pareja… Alguna vez hasta hablamos de la posibilidad de tener un hijo, pero siempre dejamos que las cosas fluyan.
—¿Sintió en algún momento que no podría superar su muerte?
—¡Fue un impacto tan fuerte! Al otro día de lo que había pasado casi no dormí y ya estaba reuniéndome con los abogados. Después de esos primeros momentos, pedí estar solo ese fin de semana de carnaval y fue durísimo enfrentarse con todo eso. Sus cosas, su ausencia, las rutinas que ya no existían. Pensaba que era mentira, que no podía ser cierto.
—¿A qué se aferró para seguir adelante?
—Me pregunté cómo le gustaría a Débora verme. Y siempre lo dije, entre estar tirado en una cama, depresivo, o hacer justicia por mano propia, en cambio yo elegí seguir adelante porque había que encontrar la verdad. Era algo que me había propuesto. Y al mismo tiempo, estaban Agustín y Luna, que podrían haber dejado de tener la relación que poseían conmigo, pero sin embargo los tres elegimos seguir siendo familia. Fueron eslabones fundamentales para poder salir adelante. Cuando volvía a la oficina a trabajar, de repente me metía en esa rutina. Después, claro que tenés altibajos, momentos en los que sentís tristeza, dolor, cerrás la puerta de tu casa y es otro mundo. Te encontrás con todo lo que te duele… Hice terapia y meditación. También tengo un Personal Trainer con el que hace quince años, de lunes a sábados a las seis de la mañana, llueve o truene, o corremos o hacemos algo en el gimnasio. Si no lo hago no soy el mismo…
—¿Pensó que nunca más iba a amar a otra mujer?
—Era el destino, y más que quedarme con el lamento de perder a Débora, pensé: “¡Qué bueno que la conocí, qué bueno que vivimos ese amor, esa historia!”. Su legado son los hijos, la familia y los muy buenos recuerdos. La vida me dio eso y me lo quitó, pero me regaló el hecho de compartir el amor de Agustín y Luna. Después de 18 meses teníamos una sentencia de la Justicia: el objetivo se había cumplido. Eso me liberó. Y ahí pude “ver” a María Eugenia.
—Vidal... Otro pilar en la estructura del libro, o sea, de su historia de vida. Muchos “Haters” en las redes lo critican porque piensan que volvió a enamorarse muy rápido...
—Pasaron casi dos años... No me molestan para nada esos comentarios, porque vivo mi vida y no la de los demás. Eso es clave. Además, uno no administra sus sentimientos, porque fluyen, surgen, te invaden. Muchos comentarios son porque María Eugenia es una persona ligada a la política, y la verdad es que yo no la elegí porque se dedique a eso. ¿Sabés que es la libertad? Está muy claro en el libro: es saber qué querés y con quién querés estar. Y yo tengo la libertad y la tranquilidad absolutas de saber lo que quiero y con quién quiero estar. Elegí a María Eugenia desde el amor. No tengo que rendirle cuentas a nadie. ¿Quién es otro para decir qué puedo sentir yo?
—Es “la grieta” de los que se enojan porque rehizo su vida...
—Yo se quién es María Eugenia, porqué la elegí, porqué la amo… La gente no se encuentra porque sí, lo hace por algo. Cuando dos personas se eligen es porque hay coincidencias, hay paridad.
—En los dos casos (Débora y María Eugenia) usted se enamora de mujeres con gran exposición mediática, muy populares, ¿Se siente atraído por eso?
—Me gustan las mujeres con personalidad, con valores e independencia. Una vez alguien me dijo:“Cuando conocí a tu mamá me di cuenta porqué te gusta este tipo de mujeres”. Mi madre es un poco eso. Ella se puso al hombro todo. Fue un ejemplo de fuerte personalidad, de resiliencia, de independencia, por eso le dedico también este libro. No necesitó de nadie para salir adelante. Nunca rehizo su vida amorosa. ¡Y mirá que quedó viuda a los cuarenta y pico de años! Débora y María Eugenia, entre ellas se parecen por sus valores humanos. Se las compara por sus actividades políticas, sus personalidades, por las sonrisas amplias mostrando sus dientes, por ser ambas bien “madrazas”… Pero cada persona es diferente, como lo es cada historia de amor.
—Al estar tan expuesta, debe dolerle cuando critican a María Eugenia...
—Lo más lindo que tenemos es el diálogo de nuestras cosas, porque uno siempre apoya al otro. Conversamos, nos escuchamos, pero las decisiones son de cada uno. Son mundos diferentes. Yo tomo mis decisiones en mi profesión, y María Eugenia las toma en la suya. Lo único que quiero es que ella sea feliz. Cuidarla y protegerla. Y sé que ella es feliz haciendo lo que hace, que es algo en lo que se desempeña desde que decidió estudiar Ciencias Políticas, pasando por involucrarse en Acción Social, y todo lo que la fue llevando a la gestión. Yo empecé en el periodismo como cronista, pasé a otros estamentos, dirigí determinados equipos de trabajo y hoy lidero una empresa relacionada con el deporte. Eso es el crecimiento. A algunos los puede poner muy contentos y a otros no. Lo importante es estar tranquilos con nosotros mismos.
—María Eugenia es un cuadro político presidenciable por lo que usted podría convertirse en el Primer Caballero (equivalente masculino de Primera Dama) de la Argentina… ¿Fantasea con eso?
—(Risas) Siempre dejo que la vida me sorprenda.
—¿Tiene planes de convivencia con ella?
—¡Creo que va a dejar la campaña para que vivamos juntos (Risas)! ¡No, mentira! (Más risas). Nosotros vivimos cerca, nos vemos todos los días. Puede ser más adelante que pensemos en una convivencia, pero estamos muy bien y esas son cosas que se van dando con el tiempo. Imaginate que ella está en plena campaña, yo también a full con lo mío. Lo importante es que estamos juntos y felices.
—¿De qué manera “conectó” con los hijos de Vidal?
—Así como conocí a Agustín y Luna en su momento, también llegó el instante de conocer a los hijos de María Eugenia, Camila (20), María José (18) y Pedro (13). Y después se dio una conexión natural. Para los jóvenes es mucho más simple. Pero también es más profundo, porque están despojados de un montón de cosas que los grandes llevamos como mochilas.
—¿Cómo tomaron los hijos de Débora su relación con María Eugenia?
—La mamá de Débora, en un par de reuniones me dijo que tenía que fijarme más en mí, además de todo lo que hacía por la familia y los chicos, porque era una persona joven y podía rehacer mi vida. “¿Te parece Martita?”, le preguntaba. Y me decía que sí. Creo que era una señal que ella me estaba dando, lo sentí como una liberación. Los hijos de Débora, por su parte, me dijeron que sabían que algún día iba a pasar, y que si a mí estar con María Eugenia me hace bien, lo entendían. El paso del tiempo es fundamental, todos queríamos una vida nueva. Deseábamos mirar hacia adelante. Ellos me ven bien a mí y yo los veo muy bien a ellos. Y eso me hace feliz.
—Para que la vida nos compense ante una dolorosa pérdida, ¿Qué hay que hacer?
—Es la propia vida la que te compensa. Hay un destino, ocurren cosas y te sorprenden. A veces para mal y otras para bien. Lo único que uno puede hacer es ejercer la capacidad de esperanza. Es un tesoro riquísimo que tenemos los seres humanos… Te permite seguir adelante y abre nuevamente las puertas del amor.