Julia, ¿en qué aspectos haces mayor hincapié en la realización de tus proyectos?
La búsqueda es cambiar el eje, la mirada con la cual proyectamos, a una más humana. Podría también sumar, la búsqueda por fusionar arquitectura y emociones, porque pienso que no pueden estar separadas.
Considero que el diseño tiene un impacto profundo en el bienestar. Que cada espacio que habitamos influye en cómo nos sentimos y por ende, en cómo nos comportamos, y puede también potenciar diferentes emociones y sensaciones. Creando determinados entornos favorecemos ciertos estados de ánimo, así el diseño puede ayudarnos a sentirnos mejor.
Desde nuestra profesión como Arquitectos, podemos llevar bienestar, generando espacios que promuevan emociones placenteras, que hacen que las personas estén a gusto en dónde están.
¿Cuál es la importancia de habitar un espacio donde la haga a la persona ser feliz?
Una vez escuché que la felicidad tiene que ver más con la frecuencia, que con la intensidad. Esa idea me hizo pensar que, si el espacio en dónde estamos, sea tu casa, sea el café de la esquina, tu trabajo, cualquier lugar, te genera emociones agradables y lindas, si esos lugares te hacen sentir bien, cómoda/o tranquilo/a a lo largo del día, y vamos sumando esos momentos, podemos potenciar esa felicidad.
Desde ese momento, es el eje que me motiva todos los días a hacer lo que hago; desde mi lugar, poder llevar aunque sea algunos momentos agradables a las personas, a través del entorno. Sumando Frecuencia y Bienestar.
¿Cómo conectas a la neurociencia con la arquitectura?
“Cómo te querés sentir en ese espacio”. Frase de comienzo de cualquier reunión, y de ahí arranca el proceso creativo. ¡Pero esa pregunta está siempre! A veces el cliente se descoloca un poco. Considero que es porque voy a lo emocional, y es la parte que más nos cuesta, porque es lo íntimo. Pero no importa si esa pregunta no tiene respuesta, importa preguntarlo, dejar que resuene. Las respuestas a veces tardan en llegar.
La Neuroarquitectura hace más humana a la Arquitectura. Es esa ciencia que conecta el espacio con lo emocional. Desde mi punto de vista algo esencial. Una herramienta para mejorar la calidad de vida de las personas. Es también, una manera de conocerse a uno mismo.
Siempre digo que somos diferentes, sí, pero también somos muy parecidos. Si uno empieza a ser consciente de cómo se siente en los espacios, que sensaciones, emociones produce el lugar en dónde estamos, nos vamos conociendo. Empezamos a identificar qué estímulos nos hacen sentir bien, y cuáles no. Luego esto lo reforzamos con la ciencia, con el famoso “comprobado científicamente” que nos trae la Neuroarquitectura. Y ahí, en esa conexión, lo retenemos. Después buscamos replicar eso, para que los demás también se sientan bien.
Me gusta pensar en el bienestar como: “Estar en donde querés estar”. La Neuroarquitectura nos ayuda a crear espacios en dónde las personas quieran estar, y eso, estoy segura que va a llevarles bienestar.
Todo lo que aprendí sobre la neuroarquitectura junto con mi experiencia personal lo volqué en un curso online - porque pienso que es muy poderoso dar a conocer todo esto.
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