Hay conversaciones que se sienten como un lugar. Un espacio donde uno puede llegar un poco cansado, un poco roto, y aun así sentirse acompañado. No hace falta que sean profundas. A veces alcanza con que haya espacio, un modo de estar que no invada todo con explicaciones ni discursos.
Hay personas que nos ofrecen la posibilidad de la pausa, aun cuando hablan con desorden o con emoción, nos hacen lugar.
La biología interpersonal explica esto de una forma simple, necesitamos sentir que el espacio es seguro para poder bajar la marcha. Cuando alguien nos escucha con presencia y sin juicio, el sistema nervioso lo reconoce antes que la mente. Hay contención, suavidad, humanidad. El cuerpo procesa la seguridad: disminuye la tensión muscular, la respiración se regula. El sistema parasimpático acompaña ese momento de encuentro. Eso es bienestar.
Claro que no toda enfermedad nace de una conversación difícil, ni toda sanación llega por hablar con las personas adecuadas. La biología es compleja, y reducirla a 'buenas vibras' es engañoso y hasta cruel. Pero sí sabemos que el estrés relacional sostenido afecta el cuerpo, y que la seguridad interpersonal puede acompañar procesos de bienestar.

Y después están las otras conversaciones. Las que tensan el cuerpo. No por lo que dicen, sino por cómo se siente estar ahí.
Es como volver a un barcito por costumbre: quedaba cerca, el café acompañaba. Pero con el tiempo el café se vuelve amargo, el trayecto pesado. Ya no hace bien estar ahí, y sin embargo el cuerpo sigue entrando. Ya no hay aire en ese lugar.
En las conversaciones pasa algo parecido. A veces es un comentario que minimiza justo cuando intentábamos compartir algo importante. O esa manera de responder con certezas tan rotundas que no dejan lugar para lo que vivimos. En esos momentos el cuerpo se hace más chiquito, los hombros se adelantan, la espalda se tensa. Es un gesto mínimo: el sistema simpático preparando una defensa silenciosa frente a esos pequeños golpes que se acumulan y empujan al cuerpo hacia un lugar menos saludable.
Ahí empezamos a medir cada palabra, editándonos para no invitar otra crítica, otro sarcasmo, otra invasión que llega en forma de verdad irrefutable. Con el tiempo se aprende a distinguirlo. No desde la teoría, sino desde lo que el cuerpo va notando.
Elegir, no es un lujo filosófico: hay una base biológica concreta. Las palabras de cuidado mutuo protegen la salud; el cuerpo responde a la presencia genuina y activa procesos de reparación. Las conversaciones que cuidan protegen nuestro organismo, palabra a palabra.
Trabajo pensando en estas cosas, armando lugares donde conversar sin la urgencia de tener razón. Si te sirve, ahí están mis reflexiones en YouTube: Notes From Therapy – Laura Mannucci. Tal vez sea la invitación a sentir con el otro, con el ritmo amable del hablar y escuchar.
Laura Mannucci, Psicóloga desde una mirada integradora.
Instagram: https://www.instagram.com/v.laura.mannucci
Website: https://www.lauramannucci.com
YouTube: https://www.youtube.com/@NotesFromTherapy
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