domingo 24 de agosto del 2025

La fe como medicina: cómo el acto de creer transforma el cerebro y la salud

Como médica integrativa, he podido observar a lo largo de los años cómo la dimensión espiritual influye de forma directa en la salud de las personas. Más allá de credos o dogmas, la fe –entendida como esa certeza interior, silenciosa pero firme– tiene un poder transformador que hoy la ciencia también comienza a validar. Galería de fotosGalería de fotos

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La fe como medicina: cómo el acto de creer transforma el cerebro y la salud. | CREDITO CARAS
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La psicobiología nos muestra que los pensamientos, las palabras y las emociones no son neutros. Activan respuestas químicas en el cuerpo. Cuando un paciente escucha una palabra de amor o aliento, su cerebro libera dopamina y oxitocina, sustancias que no solo elevan el ánimo, sino que también disminuyen el dolor, reducen el cortisol y fortalecen el sistema inmune. Incluso en procesos crónicos o degenerativos, el estado emocional puede marcar una diferencia significativa en la evolución clínica.

Creer en algo más grande, en algo que trasciende lo inmediato, modifica nuestro estado interno. Estudios de neuroimagen muestran que la fe activa zonas como la corteza prefrontal y el sistema límbico, relacionadas con la autorregulación emocional, la empatía y la toma de decisiones. No es magia, es biología con propósito. Estas áreas también regulan comportamientos de afrontamiento, lo que impacta directamente en cómo una persona atraviesa un diagnóstico, una pérdida o una situación límite.

 

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Un metaanálisis en la revista Psychosomatic Medicine evidenció que quienes tienen una vida espiritual activa presentan menos inflamación, menor riesgo de enfermedades cardiovasculares y mejor salud mental. La conexión espiritual genera un entorno interno más armonioso, capaz de sostenernos frente al dolor y de activar mecanismos de sanación profunda. Es decir, creer también sana.

No hablo de religión. Hablo de espiritualidad. De ese espacio íntimo de conexión con algo mayor, con la vida misma, con lo sagrado de lo cotidiano. Cultivar la fe es cultivar coherencia interior. Y en un mundo que muchas veces nos arrastra al ruido, al exceso de razón y al materialismo, volver al centro y confiar se vuelve un acto profundamente sanador. La fe nos da dirección, sentido y presencia.

 

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Creo que la fe no es lo opuesto a la ciencia, sino una dimensión que la complementa. Hoy más que nunca, necesitamos medicina para el cuerpo, pero también para el alma. Y en ese camino, la espiritualidad no es un lujo. Es una necesidad humana vital.


Por la Dra. Lorena Aquino
Médica Integrativa - www.loreaquino.com.ar - @dra.lorena.aquino

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