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Cuando mi amiga me contó que se casaba, no me imaginé lo que sevenía. Lo que empezó como un simple pedido: “Feli, ¿me hacés un vestido?”, terminó siendo ocho vestidos para un mismo evento. Sí, ocho. Para mi grupo de amigas, la prima y la hermana de la novia. Ocho mujeres, ocho estilos distintos… y un solo hilo conductor: ByFelicitas.
El desafío no estaba solo en la cantidad, sino en crear looks distintos sin que compitan uno con el otro, sin repetirse y manteniendo una armonía en conjunto dentro del evento. Cada vestido tenia que reflejar la personalidad de quien lo use. Cada diseño tenía que contar una historia. Bordados delicados, pliegues estratégicos, detalles que resalten la figura, todo tenia que hablar de ellas sin perder la identidad del atelier.
Las pruebas de los vestidos fuerorisas, emoción y comentarios sobre puntadas, caídas de telas,brillos y otros detalles. Cuando se miraban al espejo y se sentían auténticas era un momento, que para mi, no tenia precio.
Por supuesto que hubo caos. Telas por todos lados, correcciones delos diseños, ajustes de última hora, yo corriendo de un lado al otro, tratando de que todo quede perfecto. Pero entre tanto movimiento, hubo magia y cada una encontró su look ideal.
Y comosi fuera poco, también diseñé el mío. Probablemente el más difícil, porque una diseñadora siempre se juzga más que a nadie, pero al final el resultado fue perfecto. Fue intenso, divertido, un poquito caótico… y, sobre todo, increíblemente satisfactorio.
Ese casamiento terminó siendo más que un evento. Fue un recordatorio de por qué amo lo que hago. Ocho vestidos, ocho historias, un mismo día. Y la certeza de que cuando la moda se mezcla con amistad, creatividad y unas cuantas risas, nada puede salir mal.
Porque al final, la moda no es solo lo que llevamos puesto. Es cómo nos sentimos. Cómo nos vemos. Cómo brillamos en los momentos que realmente importan.
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