Desde chica, Marcela supo que su vida se movería entre el arte y la cocina. “Mi formación en Bellas Artes y Diseño Textil en la UBA me dio una sensibilidad especial por los colores, las texturas, la estética. Cuando me formé como chef, entendí que podía unir todo eso en un plato”, cuenta. Así nació La Marena, un espacio donde la tradición italiana se fusiona con creatividad, emoción y oficio.
Una historia de raíces y libertad
El nombre La Marena no es casual: evoca la costa de Puglia, las comidas familiares, el legado de sus bisabuelos Pedro y Teresa, y la calidez del hogar. “Es mi manera de rendir homenaje a mis raíces, pero también de permitirme jugar, experimentar y expresar mi visión”, explica. Aunque respeta la tradición, Marcela imprime un sello personal en cada pasta, con colores naturales, rellenos originales y formas que son casi esculturas comestibles.
Del hogar al emprendimiento
El paso de cocinar en casa a liderar un pastificio artesanal no fue sencillo. “Lo primero fue conseguir los moldes, luego montar un espacio que nos permitiera crecer sin perder la esencia. La Marena tenía que ser un lugar donde cada pieza se hiciera con cuidado, una por una”, recuerda. También hubo desafíos logísticos: diseñar packaging que transmita el valor del producto, coordinar entregas que aseguren frescura y calidad, y mantener la experiencia intacta desde la cocina hasta la mesa del cliente.
La pasta como lenguaje emocional
Para Marcela, la pasta es mucho más que un alimento. “Tiene el poder de conectar con recuerdos, con la infancia, con momentos felices. Me inspira todos los días. En el pastificio me siento libre, es mi lugar feliz”, dice con convicción. Cada creación es una combinación de técnica, conocimiento, sensibilidad estética y emoción.
Ese equilibrio es lo que da vida a sus pastas. “La emoción es el motor, el oficio es la pasión que me guía y la técnica, lo que lo hace posible. La suma de todo eso está en cada bocado”, resume.
Un oficio que abraza lo artesanal
En un mundo que va cada vez más rápido, Marcela reivindica lo lento, lo hecho a mano. “En La Marena no hay apuro. Amamos que sea así. Cada pasta se hace con tiempo y con amor. No buscamos producir en masa, sino crear piezas únicas que emocionen”, afirma.
El proceso de producción sigue tres pasos fundamentales: selección rigurosa de ingredientes, elaboración artesanal y una logística pensada para conservar la frescura. “Cuando los diseños son artísticos, los hago yo misma. Ahí es donde más se nota mi conexión con el arte”, agrega.
Cocinar con el alma
¿Hay diferencia entre cocinar para uno mismo o para otros? Para Marcela, no. “Cocinar es siempre un acto de amor. La dedicación es la misma. Tengo la fortuna de vivir de lo que amo, y eso se nota en cada plato”, dice.
La comunidad detrás de la pantalla
Las redes sociales cumplen un rol clave en su proyecto. “Nos permiten mostrar el proceso, contar historias, compartir la pasión. Cada publicación está pensada con intención. Es nuestra forma de conectar y crecer”, explica.
Un sueño frente al mar
¿El próximo paso? “Nuestro mayor sueño es abrir un restaurante frente al mar. Un lugar donde el aroma de la pasta recién hecha se mezcle con la brisa marina. Una experiencia para todos los sentidos”, concluye Marcela, con la certeza de quien cocina con el alma.
Seguí a Marcela Morales y descubrí su mundo de pastas artesanales en @marcemorachef y @lamarenapastificio





Javier Milei dice que habló con Dios y que el "Coimagate" no lo afectará

El verano en que me enamoré (Prime Video): la historia que une adolescentes, millenials y madres

La madre de Letizia Ortiz adquiere un yate de 8 millones de euros
