Genio y figura, emprendedor y contenedor, paternal e innovador. En muchos sentidos, un antes y un después en el espectáculo argentino. Zar de la televisión; inédito productor teatral; hijo, marido, padre y abuelo ejemplar. Alejandro Romay murió a los 88 años, es un hecho; pero también lo es que nunca nadie estará más vivo a partir del camino que transitó, de las puertas que abrió y del talento que sembró.
Alejandro Argentino Saúl (su verdadero nombre) nació en San Miguel de Tucumán el 20 de enero de 1927, en el seno de un hogar muy humilde. “Mi padre me llamó Argentino por el país que nos dio cobijo. Mi apellido era Ben Mahor, que significa ‘hijo del mayor’. Mi abuelo también se llamaba Saúl Ben Mahor e, indudablemente por esto, al empleado de Inmigraciones le fue más sencillo tomar el ‘Saúl’ como apellido, que escribir aquel Ben Mahor de pronunciación y ortografía difíciles. Muchos años después logré recuperarlo y entonces surgió Romay, que no es más que mi apellido original invertido; o sea que Mahor, que significa ‘mayor’, dicho al revés quedó Romay”, contó.
De sus ocho hermanos, dos murieron muy jóvenes. A los 14 años empezó a trabajar, primero en un negocio de ropa y más tarde en un cine. Cuando su familia se mudó a Buenos Aires, él decidió quedarse en su provincia natal para inscribirse en la Escuela de Agricultura y Sacarotecnia, de la que en 1943 egresó como perito, lo que le permitió desempeñarse en los ingenios azucareros Esperanza y Concepción. “Tucumán fue mi tierra querida, pero también la tierra prometida en la que, sin que yo lo advirtiera, se cinceló, golpe a golpe, el destino de mi vida”, escribió en MemoriZar, su autobiografía de 2006.
Comenzó a incursionar en los medios a través de la radio, trabajando primero en Rivadavia y luego en El Mundo, a la que ingresó junto a Antonio Carrizo, cuando los dos presentaban los corsos de la Avenida de Mayo.“La idea de comunicarme, de expresar un sentimiento a través de las palabras, aquello de ‘salir por radio’ dando una noticia que alguien escuchaba con interés gracias a una ‘voz’ que surgía no se sabía de dónde, me conmocionaba enormemente”, confesó.