El color de su rostro delata cara de recién llegada de algún destino estival. Sentada con un café y su computadora portátil en una mesa del restaurante Salvador, Andrea Bursten (42) se acomoda a las exigencias de su nuevo desafío gastronómico. “Es el bebé nuevo que acabamos de parir, aparte es el único que yo arranqué de cero”, explica sobre el flamante restó del Alcorta Shopping, uno de los siete locales de la cadena que heredó de su marido y que comparte con dos socios más. Un lugar en el que le agrada estar y que pasó a ser su point preferido para organizar el día: “Antes me la pasaba más en el Francesca del Patio Bullrich, y ahora si bien recorró los siete locales, prefiero hacer base acá. Es un trabajo hermoso, pero tuve que aprender a repartirme entre los chicos, la casa y los restaurantes”. A dos años y un mes de la recordada desaparición de Federico Ribero, su compañero de vida durante veinte años, Andrea le puso el hombro a la reconstrucción familiar. Con la ayuda de esos tantos amigos que “me salvaron la vida”, la ex modelo encontró en sus dos hijos un argumento suficiente para salir adelante. Francesca (13) y Stéfano (10), esas “dos personitas que pasaron a ser fundamentales”, conforman un bloque indestructible con su madre. Y los tres se retroalimentan para que presente y futuro merezcan ser disfrutados, como estas vacaciones de invierno que compartieron en Miami: “Nos cuesta mucho separarnos, y como a mí no me gusta el frío, nos fuimos a Miami. Vino bien para desconectarnos, descansar y poder hablar cosas que muchas veces quedan postergadas. Esta vez no fuimos a South Beach, sino que elegimos Sunny Island. Hicimos playa, comimos rico, recorrimos, hicimos algunas compras y la pasamos bárbaro con una pareja amiga, Yanina Solnicki y Daniel Awada, que me 'bancan' y son como familia”.
Los temas están sobre la mesa, como las distintas recetas mundanas que se sirven en Salvador. Los recuerdos de Federico, la educación y el crecimiento de sus hijos, y las expectativas de volver a estar en pareja forman parte del menú. Tanto como su estilizada y ponderada figura, esa que en Miami despertó la atención masculina y los celos de Francesca ante cualquier hombre que se le acerque a su madre. “Sí, cada vez que me ve conversando con alguien pregunta '¿quién es?' (risas) Siempre fui de cuidarme, intento comer sano, entrenaba en el gimnasio y corría. Pero ahora, por los problemas que arrastro en la espalda, hace mucho que no piso el gimansio. Y eso me tiene medio loquita. A principios del año pasado me operé de la espalda, tengo una discopatía y los dolores son muy molestos. Como me dijo el doctor, mi columna es muy complicada”.
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