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CELEBRIDADES 30-07-2019 13:13

Susana y su intimidad con Carlos Monzón: "Era celoso y controlador"

La diva abrió su corazón y relató cómo fue su vida con el boxeador, contó que ella le pegaba a él y que era un "gran besador". Galería de fotosGalería de fotos

Susana Giménez reveló todos los detalles de su relación con Carlos Monzón
Susana Giménez reveló todos los detalles de su relación con Carlos Monzón | caras

Ambas llevan en la sangre la pulsión de la vida. Viven defendiendo sus deseos y su libertad. Susana Gimenez y la Mary, el personaje que la diva protagonizó junto a Carlos Monzón en el año 1974, convirtiendo a la película de Daniel Tinayre en un ícono del cine nacional, tienen algo en común; la valentía de enfrentarlo todo e ir detrás de sus propias ambiciones. Ni a una ni la otra les importa el qué dirán. Ellas prefieren la crítica antes que la frustración. Sobras y luces. Sexo y quietud. Furia y golpes. Una vida vivida con todos los ingredientes de un guión con excelencia y sin improvisaciones lenguísticas. La entrevista ubica a nuestra protagonista en dos escenarios: su visión acerca de su actualidad – enfrentándola con sus propios remansos de paz y soledades– y los recuerdos que aún mantiene vivos de su vínculo amoroso con el ex campeón mundial de box renacidos a partir del éxito de la serie “Monzón” la biopic emitida por Space– y su tributo al filme que los unió como la pareja más sexy de aquella década, en una extensa charla en el año 2014, al celebrarse los 40 años de su estreno. Ambas fueron realizadas por el mismo autor. Y en ambas confesiones, Susana y la Mary– juntas, parecidas, unidas de por vida, sin arrepentimientos, con más experiencia y menos dolores–, imprimieron sentimientos plenos y arrasadores

Los latidos de su corazón fueron otros cuando le presentaron en un cóctel a Carlos Monzón antes de iniciar el rodaje de “La Mary”, a mediados de 1974. Por aquel entonces Susana tenía 29 años y Carlos 33. “Hasta ese momento jamás lo había visto en mi vida. El me saludó y me estampó un beso en la boca. Yo no pude creer. Me quedé dura. ¿Pero quién se cree que es este tipo? ¿Cómo se atreve? Ese sería sólo el comienzo…

¿Qué recuerda de esa temporada de rodaje del 74, filmando en la Isla Maciel? ¿Cómo eran las jornadas de filmación?

—Filmábamos mucho de noche y recuerdo que nos moríamos de frío. Una vez nos invitaron de una casilla a entrar y a tomar un té caliente con grapa. Fuimos con Carlos. Eran muy humildes, y me acuerdo que no tenían muebles, eran todas camas. Nos sentamos en una de ellas y nos quedamos con la gente hasta que entramos en calor.

¿Cómo reaccionó cuando Daniel Tinayre le confirmó que Carlos Monzón iba a ser su pareja? ¿Qué fue lo primero que pensó?

—Yo quedé totalmente desconcertada. Pero me dejé llevar por la elección de Tinayre. El no era actor, pero era un fenómeno mundial. Un verdadero campeón. Jamás había perdido una pelea y era considerado en Europa como uno de los hombres más sexies del mundo. De todas maneras, cuando me dijeron que iba a ser el personaje de El Cholo, más allá de mi desconcierto, no me gustó. Yo siempre pensé que ese rol lo iba a interpretar un actor profesional. Pero Daniel decía: “Vos dejame a mí, que sé lo que hago, Carlos va a estar perfecto en el papel, el Cholo también es boxeador, y va a estar fantástico…” (Susana lo dice con un tono francés, al estilo Tinayre) Me quedé tranquila. Hasta que nos presentaron en un cóctel.

¿Cuándo comienza a sentir atracción por Carlos Monzón?

—¿Sabes cuándo? Cuando jugábamos al truco con los obreros, con los camarógrafos y los iluminadores. Nosotros siempre jugábamos en pareja y nos reíamos y nos divertíamos. Ahí empezó a existir una cosita rara, como de cierta complicidad y seducción. Apenas teníamos un tiempo libre para jugar a las cartas todos juntos, Carlos decía: “Sí, pero yo juego con la Su…”. Después…

Después empezaron las escenas eróticas…

—Y sí, frente a las escenas donde él me acaricia y me besa, no se me ve muy tímida (Risas) La verdad que Carlos besaba muy bien. Era una cosa fabulosa. Y a medida que avanzaba la filmación, me iba gustando cada vez más. Pero no fue su físico y su porte fabuloso lo que me atrajo en una primera instancia. Fue su carisma, su desfachatez. Nosotros éramos como el agua y el aceite. Teníamos y veníamos de mundos diferentes, pero como hombre, era una bestia de buen mozo. Era una cosa increíble. Tenía el lomo de una pantera y una cara de príncipe indio que te volvía loca. Y esos ojos, y esa boca maravillosa. Monzón como hombre era un tipo divino. Las minas se morían por Carlos. Y no sólo acá, sino que en toda Europa.

¿Tinayre alguna vez les tuvo que poner un freno a las escenas eróticas por el compromiso sexual y la pasión que ustedes le imprimían?

—Alguna vez él decía “corten” y nosotros seguíamos besándonos, sí, pero nada más que eso.

¿Sentía la excitación de Monzón en las tomas más jugadas?

—Sí, pero cuando pasó eso ya estábamos prácticamente juntos.

¿En qué momento usted le explica a su novio, Cavallero, que usted tiene un romance con Monzón?

—A mitad de la filmación. El hace un viaje a París, y cuando llegó, se enteró porque todos se lo decían. Tuve que confirmárselo. Héctor no lo podía creer. Sé que le provoqué un gran dolor. Y creo que en el caso de Carlos, con su mujer, Pelusa, no le dijo nada y ella se enteró por la prensa. Una vez fui a ver a Carlos a una pelea y coincidimos las dos. Fue tremendo. Una en cada lado del ring. Cuando yo ingreso, todo el Luna Park empezó a gritar “Se siente, se siente, la Mary está presente…” pero al rato cambiaron la letra y gritaban: “Se siente, se siente, la Mary está caliente”. Un horror. Cincuenta mil personas gritando eso. Yo lo único que quería era irme. Y no enfrentarme con Pelusa.

Pero Pelusa la fue a buscar al teatro de revistas y la agarró de los pelos…

—Eso es un mito. No fue así. Jamás me tiró de los pelos. Sí es cierto que Pelusa vino a verme a la salida del teatro. Me tocó la espalda y me dijo: “Soy Pelusa Monzón”. Yo me quedé dura. Le dije a Pepe Parada – en ese entonces mi amigo y manager- “Ay Pepe, atendela…” Y salí corriendo.

Iniciado su romance con Monzón, él confesó que usted fue el gran amor de su vida: “De ella me enamoré de verdad”, dijo.

—Mi amor, sí. Y fue cierto. Lo nuestro, más allá de la pasión, fue todo muy intenso. Yo a Carlos lo cuidé mucho. Me ocupaba mucho de él. Una vez le pregunté. “¿Qué lees, Carlos?”, y él me respondió: “El Tony, Susana”. Entonces yo lo obligué a que leyera por primera vez un libro. Y lo logré. Su primera novela fue “Tiburón”. Estaba enloquecido. Y siempre me lo agradeció. Trataba de enseñarle un poco de cortesía.

También Carlos afirmó: “Susana fue la mujer que más quise. La pasión más enloquecedora de más vértigo que tuve en mi vida.” ¿De qué manera puede traducir esa pasión enloquecedora?

—La verdad es que esa pasión existió. Lo que nos pasó a nosotros no es algo habitual y que pasa siempre. Por ahí, en toda tu vida, tenés cuatro o cinco parejas estables pero jamás lográs conectar con el otro como nosotros conectamos con Carlos. Nosotros estábamos hechos el uno para el otro. Nos divertíamos y viajábamos mucho. Y también nos peleábamos mucho…Y casi al final de nuestra relación, yo supe que me tenía que ir.

Por otro lado, él se consideraba muy celoso y más de una vez dijo: “Acá el que manda soy yo. La figura popular soy yo…Vos tenés que salir a la calle como la señora del gran campeón, no con esas minifaldas que pareces una cualquiera…”

—Celoso a muerte. Muy molesto. Le molestaba todo, que me hablaran, que me miraran. Con el tema de la ropa y eso no, si yo hacia revista…jamás se metió en eso. Pero era muy celoso. Nadie podía acercarse. Yo trataba de mirar para abajo y que nadie me saludara porque inmediatamente me volvía loca: quien es, de dónde lo conocés… y entonces no me hablaba y se enojaba.

¿Le interesaba saber de sus historias anteriores?

—No, jamás me preguntó nada.

Y siendo un hombre tan celoso, ¿Cómo soportaba que la mujer que él amaba se mostrara sexy y audaz en un teatro de revista?

—Era mi trabajo. Yo se lo expliqué y no salía con nadie del público. Ni nadie me tocaba.

¿Siempre la iba a buscar a la salida del teatro?

—Sí, siempre.

¿Era controlador?

—Sí, mucho.

¿Y posesivo?

—Muy, lo de él era sólo de él y no lo compartía. Era territorial.

¿De qué manera se insertó Carlos a su familia? ¿Qué vínculo tuvo con su hija, Mercedes, que por aquel entonces tenía 10 años?

—Mecha lo adoraba porque Carlos era muy cariñoso con los chicos. Era muy amable con ella, muy generoso. Mi mamá también lo adoraba, es que Carlos era tan simpático. La hacia reir mucho. Mamá no podía creer las cosas que hacia Carlos. El rompía con ciertas formalidades y era adorable.

Monzón confesó que les gustaba bañarse desnudos en la piscina a la luz de la luna y que estaba acostumbrado a hacer el amor todas las noches : “Siempre, sin sexo no podría estar…”, afirmó.

—(Se sonríe tímidamente) Si, es cierto, seguro que sí. Carlos era así. Recuerdo cuando fuimos a Acapulco y que cada villa tenía su piscina. También le hice tomar clases de esquí. Aprendió a esquiar y le encantó. También se animó a parapente…nos divertíamos como locos. Nos gustaba cenar a la luz de las velas en la bahía de Acapulco. Carlos también era muy romántico. En mí encontró a una mujer diferente. Una manera distinta de vivir. Yo trataba de ayudarlo en todo lo que podía y estaba a mi alcance. Le puse una profesora de dicción para que no se comiera las “eses”. El transitaba por un universo que ni él se daba cuenta. Lo buscaban Alain Delón, Jean Paul Belmondo, Yul Bryner y toda Europa estaba a sus pies. Las casas más exclusivas de Paris e Italia querían vestirlo, ganó en Biarritz el premio al hombre mejor vestido, y le regalaban de todo. Salía de las tiendas con veinte valijas. Le cerraban los locales, la prensa mundial lo requería, era tapa de todas las revistas y portadas de los diarios. Pero Carlos siempre era Carlos. Una vez que finalizaba la pelea en Montecarlo, lo único que quería era volver a Santa Fé.

¿Fue un hombre generoso con usted? ¿Le hizo buenos regalos?

—Muy generoso, siempre. Siempre me sorprendía con regalos.

¿Aún conserva algunos de esos regalos?

—Sí, conservo algunos relojes, un Rolex de oro que el mandó a grabar atrás: “Para el amor de mi vida”, un anillo de brillantes grande…bueno, me regalaba muchas cosas. O yo a veces, cuando él viajaba, le encargaba alguna cartera Vuitton. Después, cuando él llegaba me decía: “Pero la gente está en pedo, que le pasa. ¿Vos sabés cuanto costó esta cartera, mamita?” Encima, recuerdo que le vendieron la cartera más cara del mundo. A mí no me gustó y terminó usándola mi mama.

¿Cómo era la convivencia cuando usted lo acompañaba al exterior por alguna pelea?

—No la pasaba bien. Yo le daba las inyecciones a Carlos y él se ponía muy nervioso. Tenía que tener una dieta estricta y trataba mal a todo el mundo. Siempre traté de ser lo más contemplativa que pude. Le decía que parara, ahora, si lo veía muy loco le advertía: “No me hables así porque te voy a reventar contra la pared…”

¿Usted lo enfrentaba?

—Por supuesto, jamás le tuve miedo. Sólo una vez, y por un tema de celos en el exterior. Me golpeó en Nápoles porque estaba celoso del actor que coprotagonizaba la película que estábamos filmando. Cuando vio que él salía de mi motorhome se enloqueció. Ahí fue cuando sentí por primera vez que Carlos podía ser un hombre peligroso. Pero no me pegaba, yo le pegaba a él.

¿Usted le pegaba al campeón?

—Le pegaba cuando estaba celosa o cuando me contestaba mal. Y sí, le tiraba cosas. Una vez le tiré un bolso de cocodrilo que había costado una fortuna…Yo era bastante mano larga, lo asumo.

Al finalizar la relación, las palabras de Monzón fueron: “Cuando nos separamos yo quedé destrozado. Tenía un dolor enorme y nada tenía sentido para mí. Para colmo me enteré que ella salía con Norberto Draghi, mi amigo, que usaba mi ropa, andaba en mi auto y vivía en mi casa. Tuve que irme del país para no provocar lo peor…”

—Pobre, imagino su dolor. Pero fue así. Cuando decidí separarme de él le dije que no quería verlo más, y se terminó. No hubo vuelta atrás. Le dije que no era feliz. Nosotros no vivíamos juntos. El venía a mi casa pero no dejaba su ropa en el placard. Era como una pareja itinerante. El había cambiado mucho. Había dejado el boxeo, no hacía nada durante el día y chupaba mucho. Fue un período que se puso pesado y no me lo banqué. El único problema que Carlos tuvo en su vida fue el alcohol

¿Existió en su vida otro hombre que haya atravesado la pasión como la que vivió con Monzón?

—Sí…

Podés leer la entrevista completa en la revista que ya está en todos los kioskos del país.

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