Aunque lleva en la sangre uno de los apellidos más ilustres de Europa, Andrea Casiraghi, el hijo mayor de la princesa Carolina de Mónaco y nieto de la inolvidable Grace Kelly, eligió un destino muy distinto al que podría haber dictado su linaje.
A sus 40 años, y aún formando parte de la línea de sucesión al trono monegasco, Andrea decidió vivir lejos del protocolo, los palacios y los flashes. Su día a día transcurre en un pequeño y tranquilo pueblo suizo, donde lleva una vida sencilla junto a su familia.
La actualidad de Andrea se enmarca en su dura historia personal, marcada por la muerte de su padre, Stefano Casiraghi, en un accidente náutico en 1990 cuando él apenas era un niño de 6 años. El dolor fue inmenso, tanto para él como para sus hermanos y su madre, la princesa Carolina.
En un intento por alejar a sus hijos del escrutinio mediático, Carolina se mudó con ellos a una granja en la Provenza. En ese entorno, Andrea creció rodeado de naturaleza, algo que dejó una huella profunda en él y sembró las bases de su estilo de vida.
Andrea Casiraghi, la royal rebelde que desafía las normas de la realeza
Andrea se educó en algunos de los colegios más prestigiosos del mundo, como el internado suizo Collège Alpin Beau Soleil, y más adelante en la Universidad McGill de Canadá, donde se graduó en Artes Visuales y Política Internacional.
Sin embargo, más allá de las aulas, lo que siempre destacó fue su fuerte compromiso con las causas humanitarias. Participó como voluntario en proyectos sociales en países como Filipinas, Níger, Senegal y Togo, muchas veces vinculado a iniciativas impulsadas por la Fundación Grace, creada en honor a su abuela.
Durante su juventud, Andrea también supo ser protagonista de titulares poco formales. Amante de las fiestas exclusivas, se ganó el nombre de “el príncipe rebelde”. Pero esa etapa terminó con la llegada de Tatiana Santo Domingo, su gran amor, con quien tuvo a sus tres hijos: Sasha, India y Maximilian.
En Suiza, la pareja lleva una vida completamente alejada del glamour que suele asociarse con la familia Grimaldi. Lejos de Montecarlo y de Londres, donde vivieron más de una década, Andrea y su esposa, disfrutan de la naturaleza y el anonimato, apostando por una vida sencilla que los convirtió en figuras atípicas de la realeza europea.
VO