En nuestro enfoque de diseño, buscamos romper con la idea del “cuartito auxiliar” para convertirlo en una extensión natural del jardín. Así, el espacio de guardado deja de ser un volumen aislado y se convierte en parte de la experiencia al aire libre.
El primer paso es pensar el cuarto como parte del entorno: su forma, color y materiales deben dialogar con la vegetación, las texturas del suelo y las fachadas de la vivienda. Revestimientos de madera, cemento alisado, hierro o incluso cerámicos rústicos pueden aportar calidez y coherencia visual.

Luego, se puede sumar una pequeña pérgola, macetas o enredaderas que conecten el volumen con el jardín. Este tipo de elementos suaviza las líneas y hace que el cuarto se perciba como parte del paisaje, no como un agregado improvisado.
En cuanto al interior, la organización y el diseño funcional son fundamentales: estanterías modulares, ganchos, canastos y muebles livianos ayudan a mantener el orden y aprovechar al máximo el espacio. Si se planifica correctamente, este cuarto puede cumplir doble función: guardado y apoyo para herramientas, juegos de jardín o elementos de exterior.

Los detalles decorativos también marcan la diferencia. Una puerta de color, una luminaria cálida o una pequeña ventana con marco de madera pueden transformar el espacio en un punto visual atractivo, incluso cuando está cerrado.
Cada rincón del hogar, por pequeño que sea, puede tener diseño. Integrar un cuarto de guardado al jardín no solo mejora la funcionalidad, sino que también enriquece la estética del espacio exterior, aportando equilibrio, coherencia y una nueva forma de disfrutar del verde.
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