jueves 06 de noviembre del 2025

Cuidado: no todos los vampiros están en las películas

Vínculos drenantes: cuando alguien se alimenta de tu energía emocional. Por Florencia Agustina Klundt.

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¿Alguna vez terminaste de hablar con alguien y sentiste que te habías quedado sin fuerzas, como si te hubieran drenado la energía? Ese cansancio repentino, esa confusión mental o ese vacío en el pecho muchas veces no tienen una explicación médica inmediata. En realidad, pueden ser señales de vínculos que desgastan psicológicamente. Lo que hay detrás, en muchos casos, es una dinámica invisible pero poderosa: la de los llamados vampiros emocionales.

El término popular “vampiro emocional” se usa para describir a personas que, de forma consciente o no, absorben la energía emocional de los demás. En psicología hablamos de vínculos drenantes: relaciones en las que uno de los miembros demanda atención, validación o contención constante, sin ofrecer reciprocidad.

No tienen colmillos ni aparecen en películas de terror, pero son personas que, con su forma de vincularse, terminan afectando el bienestar emocional del otro.

Lo primero que quiero dejar en claro es que todos intercambiamos energía emocional. Cuando alguien trae entusiasmo, lo contagia. Cuando alguien está negativo, puede arrastrarnos. Y todos, en algún momento, podemos convertirnos en pequeños vampiros: cuando descargamos sin filtro, exigimos atención sin dar nada a cambio o usamos la queja como vía de conexión. Eso es humano. La diferencia está en quienes convierten ese patrón en una forma constante de relacionarse.

Desde la neurociencia sabemos que este tipo de interacciones pueden elevar el cortisol —la hormona del estrés—, mantener la amígdala cerebral en alerta constante y alterar el sistema de recompensa, generando una especie de “adicción emocional” a los altibajos del vínculo. Por eso, aunque duela, muchas personas vuelven una y otra vez a relaciones que las desgastan.

No todos los vínculos tóxicos son iguales. Existen perfiles narcisistas grandiosos (que necesitan admiración constante), vulnerables (que manipulan desde la victimización), seductores (que idealizan y luego desaparecen) y competitivos (que viven comparándose). Todos comparten algo: la dificultad de sostener vínculos desde la reciprocidad. Primero idealizan, después desgastan. Te hacen sentir especial, para luego hacerte dudar de tu valor. Es un ciclo: enganchar, drenar, descartar… y volver a empezar.

Pero no todos los “vampiros emocionales” son narcisistas. A veces, se trata de personas sin rasgos patológicos que, por inmadurez emocional o patrones aprendidos, terminan drenando a los demás: un jefe que nunca valida pero siempre exige, un amigo que solo descarga, un familiar que usa la culpa para controlar o un compañero que convierte todo en competencia. No siempre hablamos de maldad, sino de falta de conciencia emocional.

En lo cotidiano, este tipo de vínculos se siente así: cansancio extremo después de un encuentro, insomnio, opresión en el pecho o dificultad para concentrarse. Y en lo emocional, lo que queda es la duda: “¿seré yo el problema?”. Esa pregunta es, justamente, una de las huellas más claras de que estuviste frente a un vínculo disfuncional.

Protegerse no siempre es fácil, pero sí posible. El primer paso es reconocer la dinámica. Ponerle nombre a lo que pasa ya es recuperar poder. El segundo, aprender a poner límites, incluso a personas muy cercanas. Y luego, fortalecer los propios recursos internos: cuidar el descanso, practicar respiración consciente o meditación, rodearse de vínculos que nutran y reconectar con espacios de calma y creatividad.

Porque en definitiva, tu equilibrio emocional es un recurso valioso. Cuidarlo no es egoísmo: es salud mental.

Si te reconocés en estas palabras, no estás solo o sola. Hay un camino para volver a sentirte fuerte, recuperar tu claridad y reencontrarte con tu mejor versión.

En mi día a día acompaño procesos así, y sé que es posible salir de vínculos que drenan para volver a vivir con liviandad y luz propia. Te acompaño a comprender, sanar y reconstruir para que tomes nuevamente el control de tu vida y elijas vínculos que te nutran.

Recordá: tu energía —tu bienestar emocional— es tu tesoro más valioso.

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