miércoles 26 de noviembre del 2025

El arte que despierta el alma

Cuando la belleza se toca con el corazón. Por Verónica García Torrent Galería de fotosGalería de fotos

El arte que despierta el alma
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En un mundo donde el ruido, la prisa y las pantallas parecen ocupar todo, el arte emerge como un refugio sagrado. No solo para los ojos, sino también para el alma.

Porque el arte —cuando se lo vive con profundidad— cura, regula emociones, despierta la creatividad dormida y nos conecta con lo invisible.

El arte es un lenguaje sin idioma que activa zonas del cerebro asociadas a la empatía y al bienestar, y nos reconcilia con la belleza interior.

En los teatros, en los museos, en las manos que modelan, pintan o esculpen, hay algo que vibra más allá de lo humano: una necesidad de expresar lo invisible, de conectar corazón con corazón.


El arte que nació del dolor

Mi propio camino artístico nació en uno de los momentos más difíciles de mi vida: la pérdida de mi madre.

El dolor del alma me llevó al silencio, y el silencio me refugió en el arte.

Comencé a pintar escuchando música clásica. Ya no podía bailar, pero mi cuerpo seguía expresándose a través del pincel. Era una danza entre emociones: mis manos transmitían mi esencia más pura y, sin saberlo, en cada trazo estaba reconstruyendo mi alma.

Estudié  Bellas Artes y empecé a pintar Corrientes  mi ciudad, con sus casas antiguas, pueblos, lapachos, ríos, puertas, casas y memorias. Era mi manera de abrazar los recuerdos.

El día que encontré la luz

Un día, llegó la luz. Fue una verdadera revelación.

Yo quería exponer, y cuando se lo conté a mi profesor del taller, me respondió con cierto desdén: “¿Vos vas a exponer?”. Le sonreí y le dije con firmeza: “Sí, quiero”. Cuando una idea me nace desde el alma, nada me detiene. Me puse manos a la obra, en silencio, investigando y creando.

Los museos no me abrían las puertas porque, según decían, “no era una artista reconocida”, aunque ya había obtenido un primer premio. No entendía quién podía determinar la aptitud de un alma para expresar su arte. Entonces decidí abrir mi propio camino: logré que el Instituto de Cardiología de Corrientes aceptara exponer mis obras en sus pasillos, para acompañar emocionalmente a los pacientes, como una forma de anestesia del alma a través del arte. Fue la primera vez que algo así se hacía.

Elegí inaugurar esa muestra el día del cumpleaños de mi mamá, la mujer que me dio la vida. Era mi manera de rendirle homenaje. Ese 24 de noviembre de 2006 fue una jornada inolvidable: mi primera exposición. Tres meses después, mi madre falleció de forma imprevista.

Recuerdo que en la inauguración se acercó el entonces director del Instituto de Cultura de Corrientes, Norberto Lichinsky. Caminamos entre mis obras y, deteniéndose frente a un cuadro, me dijo: “Mirá… encontraste la luz. Y cuando un artista encuentra la luz, encuentra el éxito”.

Ese día, comprendí que, más que el éxito, había encontrado la vida.

Sin darme cuenta, el arte me invitó a revivir. Venía de atravesar un divorcio, criando sola a mis hijos pequeños. Pintar flores y árboles correntinos fue mi manera de sanar. Tiempo después, esa colección fue adquirida íntegramente para decorar la apertura del hotel más prestigioso de la ciudad. El arte, una vez más, me mostró que la luz siempre llega… incluso después del dolor.

Raúl Conti y su esposa Edith,(escritora) fueron mis grandes maestros. Pintaba en cada lugar donde la vida me llevaba.

Con el tiempo, mis obras fueron premiadas y expuestas,y adquiridas, un amigo me dijo mirándome a los ojos:”Ahora creértela”… pero el arte seguía hablándome desde otro lugar, más profundo.


El arte que incluye

Mi trabajo solidario con la Fundación Corriente por los Niños nunca estuvo separado del arte; era parte del mismo propósito.

Un día llegaron a mi casa una pareja de personas ciegas pidiendo trabajo. Los invité a pasar. Mis cuatro hijos, aún pequeños, los miraban con sorpresa: nunca habían conocido a alguien sin vista.

Mi hijo Joaquín me llevó a la cocina y me dijo: “Mamá, ayudalos, por favor”.

En ese instante comprendí la importancia de sembrar empatía: sentir como el otro.

De esa experiencia nació una serie de encuentros entre personas no videntes y alumnos de colegios privados bajo el lema “Conociendo al otro”, un primer paso hacia la inclusión.

Esa misma noche tuve un sueño que cambió mi vida: crear cuadros para personas ciegas.

El arte no podía limitarse solo a los ojos; debía poder tocarse, sentirse, imaginarse.

Junto a Maricel Boratto y la Escuela de Ciegos de Corrientes comencé a investigar cómo viven y sienten las personas con discapacidad visual, para que cada obra fuera realmente accesible.

Así nació mi proyecto “Con los ojos del alma se toca y se ve”, una colección de obras táctiles y multisensoriales que busca incluir a quienes el arte había dejado afuera.

En su exposición en el Museo de Bellas Artes ocurrió algo inédito: más de 700 personas visitaron la muestra en una semana, un récord absoluto.

El arte era para todos.

Y se cumplía, de algún modo, el sueño de mi tía abuela, Eloísa Torrent de Vidal, al donar su casa para el museo: que toda persona pudiera entrar y conectar su alma con lo eterno.


Del sueño a la ley

Ese sueño se volvió movimiento.

Escribí el libro Arte Accesible, donde comparto mi experiencia, filosofía y técnicas de una obra que puede ser sentida más allá de la vista.

El proyecto fue reconocido por el ICOM (Consejo Internacional de Museos), que me invitó a exponer en Londres durante el Congreso Internacional de Museos, representando a la Argentina y a Corrientes.

Luego logré presentar y acompañar la Ley Provincial Nº 6578 de Arte Accesible en Museos, aprobada en Corrientes.

Esa ley garantiza que toda persona con discapacidad visual pueda acceder al arte mediante el tacto, la descripción y la emoción. En los Museos debe existir un espacio con arte accesible.

Una verdadera obra de amor hecha norma.


El arte como sanación colectiva

Hoy miro hacia atrás y comprendo que el arte no solo me sanó a mí, sino que también sanó a muchos otros a través mío.

Porque el arte, cuando se comparte, se convierte en un acto de servicio.

Así, la artista que antes vendía cuadros se transformó en una artista que atesora monedas en el cielo: las del amor, la empatía y la conciencia.

Mi colección “Con los ojos del alma se toca y se ve” sigue creciendo.

Cada obra invita a mirar con los dedos lo que otros solo ven con los ojos.

A mirar con el corazón lo que la vista no alcanza.

Porque el verdadero arte no se mide en premios ni en galerías, sino en las almas que despierta.


El arte y la pregunta que nos humaniza

A veces me pregunto:

¿Quién decide qué obra es buena o mala?

¿Quién tiene el poder de decir qué es arte y qué no lo es?

El arte, en su esencia, no pertenece a nadie.

Es una réplica imperfecta de la naturaleza, del amor, del alma humana queriendo dejar huella.

Cuando el arte se vuelve accesible, se vuelve más humano.

Porque todos tenemos derecho a sentir, imaginar y emocionarnos.

Y cuando el arte se comparte, la vida se vuelve más habitable.


Verónica García Torrent

Artista Plástica – Coach Ontológico – Educadora Emocional

Fundadora del proyecto Arte Accesible

Ley Provincial N° 6578 de Arte Accesible en Museos – Corrientes

Disertante internacional en resiliencia, emociones y liderazgo humano

Instagram: @verogtorrent

“El corazón sabe el camino”

 

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