Todas las reuniones familiares eran un barullo indescifrable: conversaciones dispersas, tíos hablando de lejos, primos de espaldas. En mesas largas, con grandes menús caseros, yo miraba, intentando pescar el hilo entre voces fuertes, rápidas, o inaudibles. Tenía mil ojos para cada tema, pero no sabía cómo participar. Solo una tía se acercaba y, en la charla de a dos, la vida, la comida y las anécdotas fluían.
Mi comunicación siempre fue oral con la familia y en LSA (Lengua de Señas Argentina) con mis amigos Sordos. Me encantaba reunirme con ellos, pero siempre fue difícil seguir el hilo. Me enteraba tarde, entendía mal y, cuando me corregían, a veces me gritaban —porque al ser Sorda, algunos creían que debían hacerlo— y yo me hundía en el silencio. Muchas veces, en medio de un debate colectivo, solo me decían: “Después te cuento bien”. Me preguntaba qué difícil era ser yo y poder "encajar" de la misma manera. El ruido interno y el dolor de cabeza por forzar la atención eran frecuentes, y volvía a observar en silencio, entre la inocencia y la frustración de no ser como ellos.
En contraste, con amigos Sordos, las horas y horas en LSA eran puramente fluidas. Todos participamos, y si alguien se perdía era por distracción; había tanto que contar y debatir que nos íbamos por las ramas. Sin embargo, no todas las Personas Sordas e Hipoacúsicas tienen acceso a esa comunidad o son tenidas en cuenta.
Retomando mi anécdota con personas oyentes, esa situación ya tiene un nombre que empezó a visibilizarse tras la pandemia en 2022: el “Sindrome de la mesa del comedor” (Dinner Table Syndrome). Es una vivencia común de Personas Sordas e Hipoacúsicas, hijos de padres oyentes, que ocurre en eventos, reuniones o comidas.
Este título generó polémica en la comunidad sorda, visibilizando el malestar, la incomodidad, la baja autoestima y la frustración de no poder comprender o integrarse. Una cosa es tener la presencia de la persona y otra es adecuar la conversación para que no pierda la información. Es vital recordar que un dispositivo auditivo es una herramienta de calidad de vida, pero NO "cura" o soluciona la sordera. Si el dispositivo falla, la persona se queda sin oír. Oír, oyen, pero a menudo son solo barullos, incapaces de discriminar palabras, apoyándose en la lectura labial para la comprensión. La espera burocrática por un nuevo dispositivo puede ser larga y afectar la salud mental.
El trayecto de vida de la Persona Sorda está marcado por dificultades de comunicación que llevan a sentirse “solo/a” o "de adorno". Por este motivo, muchos hablantes de LS se alejan de familiares oyentes al encontrar la comunidad sorda. La soledad no deseada es una realidad.
El entorno oyente tiene una gran responsabilidad: empatizar, adecuar espacios (mesas redondas), hablar de a uno y considerar aprender LSA, si la Persona Sorda se siente cómoda con ella. Ahora, queridos lectores, que ya lo saben, ¿están dispuestos a estos pequeños cambios en sus futuras reuniones?
Gabriela Verón
Asesora sorda de Fundación Psico_LSA
Contacto: [email protected]
WhatsApp: 112400-1883
IG: @psico_lsa
Web: www.psicolsa.com.ar
YouTube: Psico_lsa
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