Qué es el dolor
El dolor se define, según la IASP (Asociación Internacional para el Estudio del Dolor), como “una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada o semejante a la asociada con daño tisular real o potencial”.
Esta definición recalca que el dolor no es solo una señal de lesión física, sino también una vivencia subjetiva, modulada por factores biológicos, emocionales, psicológicos y sociales.
Evolutivamente, el dolor cumple una función de protección: nos advierte sobre posibles daños al organismo y nos motiva a tomar medidas para prevenir o reducir la lesión. Sin embargo, puede adquirir un carácter crónico, dejando de ser una alarma para transformarse en una verdadera carga para quien lo experimenta.
El impacto social del dolor
La falta o pérdida de equilibrio en nuestras vidas —sobrecargas físicas, laborales o emocionales, sedentarismo, mala alimentación, poca hidratación, consumo excesivo de drogas o medicamentos— puede hacer que nuestro organismo reaccione de manera negativa en distintos sistemas: digestivo, músculo-esquelético, nervioso, renal o cardiorrespiratorio.
Cuando estas condiciones persisten en el tiempo, el dolor se cronifica, deteriora las relaciones personales, disminuye la capacidad de trabajar o estudiar y favorece el aislamiento social. El sufrimiento puede derivar en depresión, angustia, ansiedad o trastornos del sueño, generando un círculo vicioso difícil de romper.
Dolor físico: la alarma del cuerpo
Todo dolor tiene un origen y nos quiere comunicar algo. Si lo ignoramos o recurrimos rápidamente al analgésico como si fuera una “píldora mágica”, lo único que hacemos es silenciar la alarma y prolongar la agonía.
Al no sentir dolor creemos que el problema desapareció (en casos leves puede suceder), pero en realidad muchas veces seguimos forzando la zona dolorida y agravamos la situación.
La osteopatía, el dolor y la autorregulación
El dolor que trae un paciente es un signo de suma importancia para los osteópatas: el cuerpo habla. Como profesionales lo escuchamos, lo interpretamos y detectamos alteraciones estructurales, viscerales o craneales para luego corregirlas manualmente.
La osteopatía trabaja con la autorregulación, esa facultad del cuerpo de retornar a un equilibrio saludable. Una vez que se corrige la lesión osteopática, el organismo tiende de manera natural a volver a su estado de salud y balance.
Por eso, ante cualquier manifestación de tensión, molestia o dolor, es recomendable acudir a un osteópata. La osteopatía no solo trata, también previene.
Prof. Dr. Lic. Matías Mercau
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