domingo 15 de diciembre del 2024

La deuda emocional

En esta ocasión, tratamos el tema de nuestras malas experiencias y la ligazón a las emociones negativas, y de cómo éstas van afectando nuestra vida. Compartimos la mirada del Terapeuta Edgardo Esquina, quien desde su experiencia y su mirada integral, ha contribuido al acompañamiento y sanación provocados por este tipo de hechos. Galería de fotosGalería de fotos

La deuda emocional
La deuda emocional | CREDITO CARAS
CREDITO CARAS

¿Cómo comenzaría este proceso en las personas?

Debido a la vulnerabilidad del sujeto que depende desde su temprana infancia de un otro, que ya puede ser soporte u obstáculo para que sus necesidades lleguen a buen puerto, vamos incorporando sentimientos de vergüenza, miedo, resentimiento, envidia, celos, sentirnos menos y demás sentimientos en nuestro inconsciente.

Esta sumatoria de infinidad de emociones negativas fueron plantando semillas en nuestro ser. Cada uno de estos hechos pasados, hizo crecer en nosotros una negatividad que logra deformarnos paulatina y repetitivamente con el correr del tiempo.

¿Cómo afecta, en nuestro presente, este proceder?

Los seres humanos contamos con instrumentos de defensa, para hacer frente a las distintas situaciones que nos plantea la realidad, pero el tema es cuando estos instrumentos se repiten de manera estereotipada. En realidad, aunque no lo parezca, es una forma distorsionada, mal aprendida como instrumento de defensa.

Por ejemplo, nuestros padres nos pegaban o ejercían distintas formas de violencia material o simbólica provocando una reacción de ira reprimida. En el presente, ante cualquier situación en la que creemos sentirnos atacados, simplemente recurriremos a esa ira, creyendo que es un paliativo, un mecanismo de evitación que nos preserva de ese dolor, o cualquier otra emoción perjudicial que sentíamos en la infancia.

Es demasiado tentador recurrir a esas viejas emociones en situaciones del presente. Muy probablemente sentiremos ansiedad en momentos de decisiones difíciles, o ira en los de tensión y por consiguiente atraeremos más sufrimiento.

Queremos evitarnos, inconscientemente, esa vieja emoción que nos provocó dolor en el pasado, pero la gran verdad es que nadie necesita protegerse del pasado, de un hecho que sucedió, por ejemplo, en la infancia.

¿Cómo salimos de esta encrucijada?

Tenemos que tener en cuenta que cada persona es única y utiliza esas emociones de diferentes formas para identificarse. El miedo para unos puede ser un propulsor para enfrentar situaciones, y para otros, es el condimento ideal para ser víctima y dependiente.

Necesitamos amigarnos con ese “porque somos así". Al identificar este proceder, darnos cuenta que en realidad no teníamos muchas herramientas en ese momento para procesar distinto ese hecho, podemos hacer las paces con ese sentir y comenzar a pagar esa deuda emocional que nos tiene atrapados con redes invisibles, pero muy fuertes.

Los seres humanos podemos enfermar expresando de esta manera nuestra incapacidad para elaborar un monto de sufrimiento determinado, pero no somos la enfermedad. De tal forma, no debemos identificarnos con esa negatividad ni actuar como si fuera parte de nuestro ser.  “NO SOMOS ESA NEGATIVIDAD”.

Podemos desaprender de esas emociones negativas por más pegajosas que sean. Debemos tener desidentificación de ese ser que no es real, de esas estructuras que nos habitan en secreto, formaciones que simplemente fuimos adquiriendo sin saber, escudos protectores innecesarios en nuestro presente.

Al comenzar a utilizar la comprensión como canal de sanación, vamos haciendo conscientes todas esas cuestiones nocivas en nuestro andar diario.

Sino, tendríamos que preguntarnos: ¿De verdad necesitamos vivir a la defensiva?

¿Acaso no es suficiente con los miedos colectivos provenientes del exterior: pandemias, delitos, guerras, catástrofes naturales, enemigos?

De por sí, estos elementos harán que nuestra mente esté atenta a lo que precisamos en determinados momentos, sin tener que agregarle más sufrimiento a nuestro día.

Al ir en búsqueda de nuestro verdadero yo, reubicándonos distinto, incluyendo el desapego a estas adherencias negativas que se constituyen en barreras que impiden la irrupción de nuevas soluciones, ampliaremos nuestro horizonte en contención y resonancia con nosotros y los demás compañeros de viaje. Si tenemos a la compasión y al amor como motores, dejaremos de lado esas emociones que no merecemos y habremos cancelado esa deuda que impedía nuestro trascender.

 

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