Si hay una imagen representativa del genial Jorge Luis Borges, es el laberinto, que atraviesa gran parte de la literatura borgeana. Y como homenaje, Camilo Aldao, en su finca mendocina Los Álamos, construyó uno que se puede visitar y disfrutar del día en medio de la naturaleza, respirando el aire de la zona vitivinícola y almorzando en la pulpería con un perfecto menú regional.
“Todo comienza con una amistad entre Borges y Susana Bombal, mi tía-abuela y la dueña de la finca Los Álamos, que está en San Rafael. Una muy vieja estancia fortificada en 1830, que era límite sur de Argentina en aquellos años, hasta que se hizo la Conquista del Desierto.
usana era muy amiga de Jorge Luis Borges y compartían el amor por la literatura inglesa. Era la única mujer con la que Borges tenía una foto en su cuarto. Tengo grandes recuerdos de Borges viniendo a comer a casa cuando yo era chico”, recuerda Ignacio Aldao, hermano de Camilo quien falleció en 2003.
¿Cómo es que surge la idea de realizar un laberinto como memorial?
La historia empieza con un diplomático inglés llamado Randoll Coate que trabaja como Secretario de Prensa en los ’50 de la Embajada británica. Él era amigo de mi tía Susana y le pide por favor que le presente a Borges de quien él era fanático, como también lo era de los laberintos.
Años después, Randoll se convierte en un gran diseñador de laberintos por todo Europa. Hay castillos regados de laberintos de Randoll. Los hacía a mano y lo contrataban muchísimas personalidades para que arreglara los jardines con laberintos. En el año ‘79, Randoll tiene un sueño: que Borges moría y había que hacerle un monumento.
En el sueño estaba Susana, por lo que se lo contó y decidieron hacerlo realidad. Hacer un laberinto vivo que recordara a Borges como poeta. Borges murió en el 86 y Susana en el 91, dejándolo a Camilo como único heredero. Él era muy sensible, como ella, y había sido el hijo que no había tenido.
Revisando todas las cosas, Camilo encuentra una caja y una carta vuela. Era una carta que Randoll le había mandado a nuestra tía en la que decía: “Los sueños son solo sueños, pero siento que este sucederá algún día” y “No sé si será en San Isidro o Recoleta, pero en el sueño estabas vos”.
Mi hermano vio el remitente y se fue a Londres a visitar a Randoll. Cuando Randoll lo vio, no lo podía creer. Randoll le dio el diseño del laberinto. Camilo volvió y se contactó con María Kodama y Carlos Thays. Intentan hacerlo durante mucho tiempo en Buenos Aires y no pudieron. Camilo se da cuenta que el lugar para hacerlo era donde habían pasado veranos Randoll con Borges y Susana: en la finca de San Rafael.
En el momento que decide hacerlo en la finca, se dio todo como para que en seis meses estuviera listo. Es un laberinto muy grande que tiene 96 x 76 metros. Son más de ocho mil plantas de boxus que se plantaron en 2003, y hace dos años lo abrimos para que la gente lo visite.
Tenés que tener un agrimensor muy bueno. Una torre donde emplazar unos láser. Tener el diseño con todas las estacas puestas sobre el papel y después pasarlo a este laser, que te marca dónde tiene que estar ubicada cada una de las estacas. Las hace desde arriba, no desde abajo.
Primero, todas las estacas. Después del riego se hicieron los pozos y ahí se colocaron las plantas. Es bastante rápido el asunto. En su momento, la política no vio como que Borges mereciera semejante monumento. Es el monumento más grande a Borges en vida. Nunca se lo ha honrado como se merece.
Es claro que la gran diferencia de este laberinto con respecto a otros es, no solo la temática, sino también la simbología que encierra.
Sí, absolutamente. No hay nadie que haya escrito más y que haya descrito los laberintos como Jorge Luis Borges. En ‘La casa de Asterión’, es la primera persona en 2000 años que se pone desde el punto de vista del Minotauro y no de los cretenses.
La forma de este laberinto es todo un homenaje a Borges. Está diseñado como un libro abierto que está mirando al universo, con una gran simbología referida a Borges: relojes de arena que marcan el tiempo, su bastón, el signo de interrogación por su permanente estado de curiosidad y perplejidad, las iniciales de María Kodama, el signo del infinito, entre otros. Está reflejado como si fuera un espejo.
¿Quiénes son los Laberínticos?
En 1999, en un evento realizado en la Finca, Camilo conoce a Gabriel Mortarotti, Andrés Ridois y Mauricio Runno. Juntos le dieron nuevos ímpetus al proyecto, por lo que fueron bautizados como Los Laberínticos. Junto a ellos, Camilo viajó a Londres y volvieron con el diseño actualizado que ya había terminado Randoll, pero esta vez el diseño incluía las iniciales de Maria Kodama. En octubre de 2003, los cuatro amigos terminan de plantar el último boxus y comenzó a latir esta obra, que dejó el papel para hacerse realidad.
¿También funciona una pulpería para seguir disfrutando de la visita?
Sí, dentro de Los Álamos, además de disfrutar del laberinto es posible degustar vinos de la zona, líder en vitivinicultura, y la gastronomía típica. Todos los platos pueden ser acompañados por vinos de nuestra premiada bodega familiar: Bombal & Aldao.