lunes 15 de diciembre del 2025

Lic. Mariela Serra Mestre – Psicóloga

La crianza lejos de casa. Recalculando: cómo acompañar a los hijos desde la distancia.

Lic. Mariela Serra Mestre – Psicóloga
Lic. Mariela Serra Mestre – Psicóloga | CONTENTLIKE
CONTENTLIKE CARAS

¿Cómo podemos imaginar criar lejos de casa?

La maternidad y la paternidad no siempre siguen el camino que imaginamos. A veces, la vida nos lleva a criar desde kilómetros de distancia, a acompañar sin estar físicamente, a sostener con la voz, los mensajes y los gestos que traspasan pantallas. Esta experiencia, tan desafiante como posible, nos invita a descubrir nuevas formas de presencia y a reconocer que no todas las crianzas son iguales… pero todas pueden ser significativas.

Cuando la crianza ocurre lejos de casa, es natural que aparezcan sensaciones encontradas: extrañar, preocuparse, sentirse insuficiente o incluso experimentar culpa. Sin embargo, este escenario no es sinónimo de ausencia afectiva. Muy por el contrario: nos pide activar recursos internos, reorganizar tiempos, resignificar vínculos y encontrar otras maneras de estar.

Así como un GPS nos guía cuando el camino cambia, la distancia nos invita a recalcular. No se trata de perder el rumbo, sino de ajustar la ruta. La conexión emocional no depende exclusivamente de la cercanía física; depende de la continuidad, de la intención y del modo en que sostenemos el vínculo. La distancia puede modificar los tiempos, las rutinas y la logística, pero no cambia lo esencial: el amor que guía, la disponibilidad emocional, y la capacidad de estar aun cuando no estamos cerca. Recalcular no es perderse; es encontrar nuevas rutas para llegar al mismo destino: el bienestar, el vínculo y la seguridad afectiva de nuestros hijos.

¿Cuáles son los desafíos emocionales de la ausencia física?

Cuando un adulto significativo se ausenta varios días, toda la dinámica familiar se reorganiza. Los niños pueden experimentar extrañeza, confusión o añoranza. Los adultos, por su parte, sienten preocupación por “perderse cosas”, por si los hijos los extrañan demasiado o por si la rutina se desacomoda.

En la base de esas emociones subyace un temor compartido: ¿cómo sostener el vínculo? ¿Cómo mantener la guía, los límites, la ternura y la presencia emocional?
La buena noticia es que la distancia no necesariamente daña la relación. Lo que importa es la calidad del contacto, la coherencia afectiva y la disponibilidad emocional, tanto del adulto que está fuera como del que queda a cargo.

 ¿Cómo Se puede sostener el vínculo emocional y la cercanía — aun a la distancia?

Aquí les comparto algunas estrategias prácticas:

  • Comunicación regular y planificada: definir días horarios fijos para llamadas, videollamadas, mensajes — lo que funcione mejor para todos — ayuda a mantener presencia emocional desde lejos.
  • Rituales familiares, aunque sea a la distancia: leer un cuento por videollamada, enviar notas, fotos, mensajes — cosas pequeñas que recuerden al niño que el vínculo sigue vivo.
  • Mantener rutinas en casa: dormir, comidas, tareas escolares, horarios. Que la rutina familiar sea lo más estable posible da seguridad y contención.
  • Involucrar al adulto que queda a cargo, de manera cooperativa y coordinada: si hay otro progenitor, abuelos, tíos, u otra red de apoyo — importante dialogar, acordar responsabilidades, mantener coherencia en normas y límites.

¿Cómo pueden los papas acompañar y supervisar las responsabilidades y los límites?

Es clave que las tareas (ayudas en casa, escuela, deberes, responsabilidades) no queden “flotando”: aunque no puedas supervisar día a día, puedes acompañar de forma indirecta: mediante acuerdos con quien cuida, revisiones en tus llamadas, registro escrito, planificación compartida.

Establecer límites claros y coherentes: normas de comportamiento, horarios, responsabilidades de los niños adaptadas a su edad — y que quienes estén allí las respeten. Esto ayuda a contener la estructura familiar y genera seguridad.

 

 ¿Son importantes las redes de apoyo?

La crianza a distancia se vuelve más viable si hay una red de apoyo real: familiares, amigos, vecinos, otras familias, instituciones (escuela, comunidad). Esa red mitiga la carga de cuidado, brinda acompañamiento, y reduce el peso emocional para el progenitor ausente o para quien queda. Además, compartir con otros padres/cuidadores experiencias, dudas, angustias — sentirse comprendido — ayuda a no sentir culpa ni aislamiento

 ¿ Cómo pueden los papas gestionar la culpa?

La culpa aparece rápido: “¿Estoy haciendo bien?”, “¿Qué impacto tendrá en mis hijos?”, “¿Podría estar más presente?”.
Pero la culpa también puede ser una brújula: habla de compromiso, amor y deseo de estar La culpa muchas veces surge de idealizar una “crianza perfecta”: estar siempre presente, en todos los momentos, sin errores. Pero la realidad muchas veces exige sacrificios: trabajar, ausentarse. Eso no te convierte en “mala madre/padre”.

Lo importante no es la cantidad de horas, sino la calidad del vínculo: pequeños gestos de presencia, coherencia, afecto real, constancia en lo emocional — pueden construir un apego seguro.

Reconocer que estás haciendo lo mejor que podes y que a veces necesitarás ayuda: pedir apoyo, confiar en redes, aceptar que no todo depende de vos. Eso también es parte de la responsabilidad emocional.

Aceptar errores, permitir espacio para reconexión, entender que tu ausencia no define todo el vínculo — especialmente si hay voluntad, diálogo y cariño cuando.

Cuando la resignificamos, puede convertirse en un mensaje profundo:
la vida a veces exige coraje, los caminos no siempre son rectos, y el autocuidado también es parte de la crianza.

¿Criar desde la distancia que les demuestra a los hijos de sus padres?

Los hijos aprenden que los adultos atraviesan desafíos y los enfrentan, que el esfuerzo y la constancia son un gran ejemplo de vida, y que cada familia tiene un mapa diferente. No todas las crianzas transitan el mismo paisaje. Algunas ocurren cerca, otras lejos; algunas con presencia diaria, otras con presencias que se construyen en otros formatos. Pero todas pueden sostener un hilo común: el deseo profundo de acompañar, proteger y amar.

La distancia, cuando es vivida con conciencia y disponibilidad emocional, no quiebra el vínculo: lo transforma.
Y en esa transformación también se construye amor. Criar lejos de casa es un desafío que exige sensibilidad, organización y mucha presencia emocional. Pero también muestra que la crianza es un viaje: a veces se transita cerca, a veces a la distancia, siempre con la certeza de que el amor no depende de los kilómetros.

Cuando hay intención, constancia, comunicación y redes de apoyo, la distancia no rompe el vínculo: lo redefine, lo adapta y lo fortalece.

¿Podemos decir que la crianza a distancia tiene algún beneficio?

Lejos de ser un obstáculo insalvable, la crianza con períodos de distancia puede fortalecer vínculos y competencias:

Los niños desarrollan mayor autonomía y responsabilidad, siempre que haya acompañamiento emocional.

Los adultos aprenden a confiar, delegar y comunicar mejor.

La familia se vuelve más flexible, colaborativa y creativa.

¿Qué rol tiene la orientación parental en la Crianza lejos de casa?

Es parte de la red de apoyo. Desde mi experiencia, en especial en mi provincia donde muchos padres trabajan en la minería, los acompaño para que logren desde la distancia conectar con sus hijos, que se sientan protagonistas en la vida de ellos, que resignifiquen sus culpas, que optimicen el tiempo real, también juntos diseñar un para cada familia donde miramos la red de apoyo y como acompañar con limites amorosos y rutinas que ayuden a la estabilidad emocional de los niños. 

Datos de Contacto:

[email protected]
2644441415
@lic.mariela_serra27

https://www.linkedin.com/in/lic-mariela-serra-mestre-70144138a?utm_source=share&utm_campaign=share_via&utm_content=profile&utm_medium=ios_app

 

EN ESTA NOTA