La violencia de género, un fenómeno arraigado en la desigualdad entre hombres y mujeres, se manifiesta de manera insidiosa en las relaciones de pareja. Este ciclo de violencia se desarrolla en tres etapas interrelacionadas que se retroalimentan, haciendo que cuanto más perdona la víctima al agresor, mayor impunidad puede experimentar el agresor, al no reconocer los límites.
La primera etapa es la acumulación de tensión. Durante esta fase, el agresor comienza a mostrar un comportamiento aparentemente amable y seductor para conquistar a su pareja. Sin embargo, a medida que la relación avanza, se observa una reducción gradual de la independencia y autonomía de la víctima. El agresor emplea conductas obsesivas, de control y celos, minando la autoestima de la víctima. Esta manipulación emocional, funcional y económica, lleva a la víctima a depender del agresor, al tiempo que se aísla de su entorno familiar, social y laboral, facilitando así la manipulación por parte del agresor para satisfacer sus caprichos narcisistas y egoístas.
La segunda etapa es el estallido de la violencia. En esta fase, la violencia deja de ser sutil y se torna más evidente. El proceso se vuelve más complejo, intensificando la disfuncionalidad y el desequilibrio de poder en la relación. A las agresiones psicológicas y verbales se suman la violencia física y sexual. En algunos casos, la víctima puede tomar conciencia de la situación y tratar de alejarse de la relación. Sin embargo, debido al grado de manipulación y control al que ha sido sometida, es común que retome la relación, incluso después de haberla denunciado o solicitado ayuda.
Durante la fase de "luna de miel", el agresor intenta recuperar el vínculo seduciendo nuevamente a la víctima, pidiéndole perdón y prometiendo un cambio. La víctima, renovando la esperanza de que la situación mejorará, asume la responsabilidad de las agresiones y sacrifica aún más sus deseos, sentimientos y proyectos de vida para complacer al agresor. Esto reinicia el ciclo, haciendo que la relación sea aún más difícil de abandonar debido a la dependencia emocional creada.
El ciclo de violencia se repite, con el agresor volviéndose cada vez más agresivo y la víctima perdiendo su autoestima, autonomía e independencia. Se siente anestesiada sin poder reconocer sus deseos y sentimientos, minimizando la gravedad de las agresiones y el riesgo para su integridad.
Salir de una Relación Abusiva: Un Camino Posible
Aunque abandonar una relación abusiva es un desafío significativo, es posible. El primer paso es evaluar el riesgo y, si es necesario, realizar una denuncia para que un Juez pueda emitir medidas de protección. Cortar el vínculo debe ser inmediato, restringiendo toda forma de comunicación para reducir la posibilidad de manipulación adicional.
Es crucial retomar los vínculos afectivos saludables y buscar terapia cognitivo-conductual. Esta forma de terapia es fundamental para desmantelar las creencias disfuncionales que permitieron tolerar el maltrato. La víctima debe trabajar en su amor propio y en la construcción de un proyecto de vida que promueva su autonomía e independencia, tanto emocional como funcional y económica. De este modo, no solo se incrementa la probabilidad de no volver a la relación con la ex pareja, sino que también se reduce el riesgo de involucrarse en relaciones futuras con otros agresores.
Lic. Silvana Etchepare
M.P.:1707
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