Viajar a París siempre tiene algo de sueño cumplido, pero esta vez fue mucho más que eso. En septiembre compartí esta experiencia con colegas de la moda, y juntas recorrimos una ciudad que respira estilo en cada esquina.
Caminar por las calles parisinas fue una lección de street style: mujeres y hombres que visten con naturalidad, mezclando lo clásico con lo contemporáneo, demostrando que el estilo no se impone, se expresa. En cada detalle, en cada silueta, descubrí una nueva forma de interpretar la elegancia.

Visitamos el Museo Dior, un espacio que emociona desde el primer paso. Cada diseño, cada boceto y cada detalle transmiten la pasión y la visión de un creador que convirtió la moda en arte. También recorrimos las Salas Gabrielle Chanel, donde se presentó una exposición dedicada a Rick Owens, un diseñador que desafía los límites y propone una estética disruptiva, potente y profundamente personal.
Otra de las paradas inolvidables fueron las exposiciones dedicadas a Paul Poiret, pionero en liberar el cuerpo femenino, y a Azzedine Alaïa, maestro del detalle y la arquitectura textil. Ver sus obras reunidas fue entender que la moda no es solo apariencia, sino una forma de expresión y libertad.
París me recordó por qué amo lo que hago. Porque detrás de cada prenda hay una historia, detrás de cada estilo hay una mujer que busca reconocerse. Este viaje me reafirmó que la moda no es disfraz, es autenticidad. Que vestirnos con conciencia es también una manera de decirle al mundo quiénes somos, sin palabras.
Contacto:
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