Desde hace un tiempo hago referencia a “poetizar las infancias”. El diccionario declara: “poetizar: embellecer una cosa o darle sentido poético”. De eso mismo se trata: de llenar de poética, de sensibilidad las infancias de nuestros niños y niñas. En cuanto a música abogo por la transmisión de un repertorio de calidad, pensado por músicos dedicados a las infancias, con letras que invitan a la imaginación y la curiosidad, con poesías que les abren un mundo de preguntas y les permiten crecer, llegar más allá… Poetizar es no dar todo por sentado, ni todo en concreto: servirse de la metáfora, prescindir de lo obvio y desterrar estereotipos, dejar que el niño o la niña explore, haga, lleve, traiga, arme, desarme, construya, destruya, combine, seleccione, se frustre, reintente, reinvente… A veces, en la inmediatez del aula, se nos disipan esas palabras y buscamos respuestas rápidas. Guiamos al niño o la niña para conseguir lo que queremos en un afán de cumplir con contenidos y proyectos, sin darnos cuenta que el proceso creativo necesita tiempo y espacio. Y ahí es donde nos olvidamos de la “poética” de todas las cosas. La “poesía” que puede haber en cerrar los ojos con un grupo de cinco años y escuchar qué sucede en el mundo, la sensibilidad de ser atravesado por las pequeñas cosas, como inventar historias disparatadas de una puerta pequeña donde vive un duende que hace travesuras. Detenernos a sentir, a observar, a vivir nosotros como adultos y transmitirles eso a nuestros niños y niñas. Vivir diariamente desde la “poesía” de la vida, que libera la creatividad.
Las canciones de cuna son la iniciación a lo poético. Incluso desde antes de nacer cuando el bebé ya percibe los sonidos del entorno, hay poética. Una madre que le regala una canción a su bebé mientras acaricia su vientre; más tarde, los brazos acunando al bebé, meciéndolo al compás de una nana, la conexión de miradas y silencios, de sonrisas y tarareos, de caricias y aromas. La entrega desde lo más profundo transforma en poesía ese momento.
Cuánto de poesía podemos encontrar en una cajita de música y ese instante donde los ojos de un niño se encuentran con la intimidad de su sonido; en una semilla que va pasando como un tesoro de mano en mano, acompañada de una canción a media voz; en una pluma que acaricia el cuerpito del bebé, mientras se entrecruzan las miradas y el canto, pausado y suave…
Como docentes, como padres y madres, creo que debemos poetizar no sólo las infancias, si no nuestras adulteces mismas. ¿Cuánto hace que no te regalas un momento de asombro y poesía? Para poder decir con orgullo: “He llegado por fin a lo que quería ser de mayor: un niño” (Joseph Heller)