Valeria Calderone nació en Pergamino, Buenos Aires, y a los 18 años llegó a CABA para estudiar Abogacía en la UBA. “No sabía lo que era un colectivo; iba caminando al CBC porque no sabía cómo se pagaba, después aprendí con la Guía T a ir a todos lados”. Desde su primer mes en la ciudad comenzó a trabajar en estudios jurídicos, mientras vivía en un monoambiente con su hermana mayor. “Mis papás solo podían pagarme apenas el alquiler. Imaginate, mujer del interior que decía ‘informartivo’ en vez de noticiero; los tratos que recibía…”. En esos momentos, muchas cosas eran consideradas ‘normales’, pero hoy las recuerda con lágrimas. “Del último estudio me fui llorando desconsoladamente; recuerdo llamar a mi papá, que estaba atendiendo el kiosco en Pergamino, y él me dijo: ‘Vale, renunciá’.
En 2022, su vida dio otro giro inesperado. “Un día temblé durante una hora pensando que me estaba por morir. Llegué a tener hasta cuatro ataques de ansiedad por día, me tenia que ir corriendo de lugares”. Fue un año marcado por el miedo, pero también el inicio de un camino de sanación. Gracias a la meditación, entendi que : “Fue la forma que encontró mi cuerpo para decirme que debía resetearme, perdonar, sanar y hacerme cargo de mi vida”.
En 2023, impulsada por esa transformación interna, nació Piel de Chita. Durante cinco meses, nadie supo de su existencia, las zapatillas esperaban en el living de su casa. Todo cambió cuando Valeria empezó a mostrarse en redes tal cual es. “Entendí que el producto es uno, pero lo que conecta es la persona. “Cuanto más producción, menos visualización”.
Piel de Chita es sinónimo de elegancia y glamour. Más que vender zapatillas, la marca busca ofrecer una experiencia auténtica y cercana. El crecimiento en redes ha sido orgánico, impulsado por su autenticidad y su conexión con el público. “La gente busca sentirse como en casa”.
Hoy en día, lo que más me hace feliz es recibir un mensaje de agradecimiento de una clienta cuando le llegan las zapatillas. Piel de Chita es más que un lugar de venta de calzado: es un hogar donde las clientas se sienten cómodas. En mi casa nunca hubo libros ni CDs; mis padres trabajaban día y noche en un taller de costura en la casa de mi abuela. Yo mamé el trabajo desde chica, y lo que más les agradezco es haberme transmitido que lo más importante en la vida es el gesto: agradecer al otro que te está eligiendo y poder hacerle un mimo a la distancia.
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