jueves 13 de noviembre del 2025
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Andrea Ghidone y su gran cambio de vida: “Del conchero al tango, entendí que necesitaba otra cosa para mi vida”

En +CARAS, la artista contó cómo el tango transformó su cuerpo, su arte y su forma de mirar la vida.

Andrea Ghidone
Andrea Ghidone en +CARAS | CARAS

Después de años bajo las luces del espectáculo, Andrea Ghidone sintió que necesitaba una transformación profunda. La artista, que brilló en los escenarios más emblemáticos del teatro de revista, decidió colgar las plumas y dejar atrás el conchero. En una charla íntima con Héctor Maugeri para +CARAS, recordó ese momento de inflexión. “Elegí el tango porque me di cuenta de que hasta ese momento había bailado sola en la vida”, contó.

“Tenía algo muy desarrollado hacia afuera, y eso ya había sido suficiente. Necesitaba meterme para adentro y cambiar, de adentro hacia afuera, cosas que veía en mi danza y en mi forma”, explicó. En el tango encontró la síntesis perfecta entre delicadeza y fuerza: “Vi en esa disciplina todo lo que me gusta de una mujer: el movimiento, la fineza, la delicadeza y, al mismo tiempo, la potencia”. Fue en una milonga, lejos de los reflectores, donde entendió que ese era su nuevo destino.

Andrea Ghidone y el descubrimiento que cambió su vida

Con emoción, Andrea Ghidone recordó cómo se dio su cambio de vida: “Vi parejas de tango que me dejaron consternada. Después tocó una orquesta típica increíble y un cantante, y yo dije: ‘Esto es lo que necesito para mi vida. ¿Cuánto me va a llevar construirlo? No sé, pero es por acá’”. Ese “vamos, Andrea” que se repite en su historia fue el impulso que la llevó a reinventarse. La exvedette entendió que la búsqueda artística debía partir del alma y no de la superficie.

Andrea Ghidone
Andrea Ghidone en +CARAS

El tango también la reconectó con su historia familiar. Desde chica había visto a sus padres bailar, y esa herencia volvió a florecer cuando pisó por primera vez una pista. Héctor Maugeri lo definió como “una raíz que renace”, y ella asintió: en el tango encontró una forma de pertenencia, una conexión entre su pasado y su presente. “El tango pasa a ser una experiencia única: dos ejes que comparten uno, y desde ese lugar se resuelve todo lo que viene. Eso me enseñó muchísimo para la vida”, reflexionó.

Andrea Ghidone y las lecciones del tango

Esa nueva etapa también le enseñó humildad. “Yo construía sola, sola, sola, y ahí entendí que era muy importante el otro”, confesó Andrea Ghidone. Aprendió que la generosidad es tan necesaria como la técnica. Su maestro y partner, Leandro Gómez, fue quien la introdujo en los secretos de la danza. “Hace más de quince años empezó esta historia. En ese momento lo único que podía hacer era caminar, y él me decía: ‘Solamente para aprender a bailar tango se necesita caminar’”, recordó.

Andrea, acostumbrada a la potencia y la velocidad del teatro, tuvo que aprender la pausa: “Yo quería hacer todos esos firuletes, toda esa rapidez, y me di cuenta de que estaba en la base: en los pasos, en la técnica tan específica que tiene el tango”. Esa paciencia se transformó en una lección de vida. Entendió que a veces avanzar implica detenerse, escuchar, y dejar que el otro también guíe.

Andrea Ghidone
Andrea Ghidone

Andrea Ghidone y el cambio en su cuerpo y su mente

Con los años, el tango moldeó no solo su mente, sino también su cuerpo. “Hice muchos años de gimnasia artística desde chica, tenía una base más de fuerza, más explosiva”, contó. Adaptarse a esta nueva disciplina implicó un proceso físico y emocional exigente: “Tuve que cambiar desde la musculatura y el cuerpo para poder bailar esta disciplina y que no se vea tan grotesco” dijo con autocrítica.

En ese camino, buscó a los mejores maestros para captar la esencia del género y lograr una interpretación auténtica. “Fui muy crítica conmigo misma y traté de conseguir a los mejores para absorber esa esencia exquisita”, dijo. Hoy, Andrea Ghidone habla desde la plenitud: una mujer que dejó atrás el brillo superficial para abrazar la profundidad del arte. Su historia demuestra que, cuando se baila desde el alma, el cuerpo encuentra su verdadero compás.

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