Durante años, Eunice Castro logró convertirse en una de las figuras más reconocidas del Río de la Plata. Su carrera comenzó en Uruguay como modelo, actriz y conductora, para luego consolidarse en la Argentina tras su participación en Bailando por un Sueño. En una conversación íntima y profunda con Héctor Maugeri para +CARAS, volvió sobre los silencios y las búsquedas que la habían atravesado lejos de la televisión. Y lo hizo desde un presente donde la exposición dejó de ser destino para convertirse en elección.
Eunice Castro y el momento en que la fama se volvió una barrera
“Busqué trabajo de otras cosas. No me tomaban”, recordó. Lo dijo con calma, pero detrás de esas palabras había años de esfuerzo silencioso. Necesitaba sostenerse, necesitaba trabajar, pero cada vez que se presentaba, su nombre se convertía en obstáculo. Probó puestos administrativos, tareas cotidianas, trabajos simples, lejos del show. “No me tomaban por ser Eunice Castro”, afirmó. No era vanidad: era el peso de una etiqueta que llegaba antes que ella. “Yo me estaba preparando. Estaba en un momento en el que no podía volver a la cámara”, explicó, ya con distancia. Fue una pausa necesaria, aunque difícil.
Eunice Castro y la búsqueda que la llevó hacia adentro
Durante ese período inició el proceso médico para obtener la prótesis nasal que luego utilizaría. “Yo tengo una prótesis de nariz. Está pegada. Lo único que falta es la columela”, decía con tranquilidad, como quien ya no necesita ocultar ni justificar nada. Lo enunciaba como una verdad que ya no duele nombrar. Pero ese tiempo también fue el escenario de una revolución emocional profunda. Hubo conductas de autolesión que hicieron visible un dolor guardado durante años. “Fueron dos o tres años donde me estaba buscando”, contó. Se preguntaba por qué tanto dolor, por qué la angustia no encontraba salida.
Con el tiempo, la respuesta llegó. “Descubrí qué era lo que me pasaba. Y eso está buenísimo: saber por qué y para qué”, afirmó. La raíz estaba en su infancia: una herida silenciosa que empezó a reclamar lugar. Nombrarla fue el comienzo de la reparación. Hoy, Eunice habla desde un lugar sereno y elegido. No reniega de su pasado, pero tampoco se reduce a él. Reconstruyó su identidad desde la intimidad, el silencio y el trabajo interno. Y al contar su historia ahora, lo hace desde la madurez de quien atravesó la noche y pudo volver a habitarse.
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