En el living de su casa de Roma, una colección de guitarras, en la que su preferida: la Gibson Les Paul tiene un lugar destacado, recibe a cada uno de sus invitados, entre portarretratos con postales familiares, de sus goles, y varios libros de rock. Es en esa misma residencia de Italia donde el jugador Daniel Osvaldo (29) conserva, cual piezas arquitectónicas, estatuas de Mick Jagger y Keith Richards, y que, por lo pronto, deberá volver a mediados de año junto a su novia Jimena Barón (27) y a Morrison (1) - el hijo de la pareja, llamado así por el cantante de The Doors- cuando se le termine el contrato con Boca Juniors. Porque para el nuevo sex symbol del fútbol, el rock no sólo es una preferencia musical, sino una filosofía de vida. Y es él mismo quien lo manifiesta a través de su look de rockstar, luciendo anillos con calaveras, cadenas con dijes de lengua stone, muñequeras de cuero, aros, gafas negras con cristales transparentes, sombreros, barba crecida y brazos completamente tatuados: “Tengo un pirata, un barco pirata. Me gustan mucho los piratas. También un corazón con la palabra “libertad”. Una golondrina, porque mi vida es un poco como la de las golondrinas que van emigrando. Cada seis meses estoy en un lugar distinto. Después tengo a “The Wall”, que no está terminado porque me lo estaba haciendo en Italia, una parte de “The dark side of the Moon” y el nombre de mis hijos mayores, Gianluca y Victoria. Me faltan los de los más chicos, María Helena y Morrison, que ya me los voy a tatuar”. Osvaldo es padre a su vez de Gianluca (8), fruto de su primera mujer Ana Erica Oertlinger, y de Victoria (5) y María Helena (2) de su segunda pareja, la arquitecta italiana Elena Branccini. Fue precisamente en Italia donde el atacante conoció a la madre de sus hijas y adoptó su estilo cool & chic, que hoy le imitan los jóvenes: “Cuando era chico, no tenía la posibilidad económica de elegir, me ponía lo que viniera, lo que me dejaban mis primos. Cuando fui creciendo, siempre quise hacer algo distinto. Con la vestimenta también. Me acuerdo que al principio, en mis visitas al barrio, los pibes me volvían loco, me cargaban. Ahora ya se acostumbraron. Pero tuve varias épocas. En un momento, me vestía como la mayoría de los jugadores en Europa, ‘¿Vieron que se visten todos iguales?’. Después, me ayudó mi paso por Barcelona. Me cambió la cabeza; un estilo más alternativo, más hippie”.
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