Nacido el 3 de marzo de 1975, Joaquín Levinton es el mayor de tres hermanos en una familia de clase media porteña: padre arquitecto, madre profesora y una figura clave que marcaría su vida para siempre: su abuela paterna, Luisa, hoy con 100 años. A ella la describe como “el jefe de la familia”, la persona que lo malcrió, lo alentó y lo acompañó incluso en momentos en los que su personalidad comenzaba a volverse indomable.
En una entrevista con Infobae, recordó que la abuela le pasaba “plata por abajo de la mesa” y que siempre creyó que él era su preferido por ser “el primer nieto varón”. Esa complicidad afectiva convivió con una adolescencia marcada por travesuras y por un temprano deseo de ser artista. Como líder de Turf desde 1995, Joaquín Levinton construyó una identidad única: extravagante, exagerado, irreverente. Hits como Loco un poco, Pasos al costado y Yo no me quiero casar, ¿y usted? se convirtieron en parte del inconsciente colectivo.
La intensa vida de Joaquín Levinton
Parte de la popularidad de Joaquín Levinton también se explica por su vida privada. Uno de los vínculos más resonantes fue el que mantuvo con Celeste Cid en 2009, una relación atravesada por un momento difícil para ambos y por la persecusión mediática. “Soy muy enamoradizo”, confesó. Y aunque asegura que le gusta estar solo, también admite que disfruta estar en pareja y que evita a quienes se enamoran “del rockstar”.
Joaquín Levinton reconoce que el rock le trajo “más mujeres”, pero también problemas. Según contó a Infobae, siempre fue “quilombero”, un rasgo que define con orgullo: “Me gusta armar quilombo. Es parte del rock”. Su relación caótica con la plata también forma parte de su identidad: en esa misma entrevista relató que llegó a acumular una deuda millonaria con AYSA simplemente por haber quedado fuera del débito automático. “Soy un desastre para los números”, admitió.
Los excesos también ocuparon un capítulo importante de su historia. Aunque nunca estuvo en rehabilitación, Joaquín Levinton reconoció que hubo momentos en los que fue intenso, incluso “insoportable, algo que preocupó a sus padres y a su abuela. Sin embargo, sostiene que jamás perdió el eje ni se desconectó de la calle, ese territorio donde asegura sentirse más auténtico.
La identidad de Joaquín Levinton
A lo largo de su carrera, Joaquín Levinton moldeó una identidad artística basada en la espontaneidad, la autoironía y una creatividad que muchas veces bordeó el delirio. Sus anécdotas más recordadas incluyen mascotas insólitas, desde un hurón llamado Totó hasta un hámster al que llegó a enyesar, compras impulsivas que acumulaba sin saber por qué y un sentido del humor que convirtió en su sello. Para él, el rock fue un espacio para jugar, provocar y desafiar cualquier norma.
Esa misma energía fue la que trasladó a cada escenario que pisó con Turf, donde encontró un equilibrio perfecto entre talento, histrionismo y caos. Capaz de pasar del descontrol a la sensibilidad en un mismo show, Joaquín Levinton construyó una figura que se volvió parte del ADN del rock nacional, no solo por sus hits sino por su manera única de habitar la escena. Hoy, a los 50, mantiene intacto ese espíritu rebelde que lo acompañó desde joven: auténtico, visceral, impredecible y orgullosamente fiel a su propia leyenda.
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