Corría el año 1905 cuando la restaurada mansión elegida para la producción con CARAS funcionaba como residencia de la familia Piccaluga. Sus invitados, miembros de la alta alcurnia porteña, ingresaban desde una suntuosa escalera de mármol que conducía al primer piso iluminada por coloridos vitrales. Un siglo después, aquella joya arquitectónica estilo petit hotel, que aún conserva sus pisos de roble de Eslovenia y lleva el nombre de “Palacio Piccaluga”, es tan protagonista de las tomas como Mercedes Funes (40) que, envuelta en capas de tul y sosteniendo un ramo de flores, sentencia con humor: “Parezco una quinceañera”.
Nada en su agenda está librado al azar. Por eso, después de la entrevista que acontece un lunes al mediodía durante un bache entre grabaciones, la actriz de ATAV (“Argentina, Tierra de Amor y Venganza”) debe regresar al set, con sede en Don Torcuato, a grabar escenas del capítulo 61.
“Si puedo, vuelvo y me encuentro con mi chico a almorzar o merendar y si no, me quedo allá y aprovecho para leer los libros. ¡Yo leo todos los capítulos!”, advierte quien para dar con el particular timbre de voz de su personaje, Alicia Ferreyra, se inspiró en personas públicas y anónimas que padecen una problemática en su dicción.
“¡Nunca diré en quienes! ¡Jaja..! Pero traté de no imitar y que pareciera natural, no una caricatura. El tema del habla me asustaba muchísimo porque era un riesgo. Antes de empezar a grabar, en mis vacaciones con Cecilio (Flematti) , mi pareja, y su hijo, me la pasé hablando así. Estaban hartos de escucharme. Pero era la única manera de entrenarme porque me sentía aterrada”, confiesa. Y tras la positiva aceptación de la audiencia, detalla: “¡Es una locura lo que pasa en la calle! Me piden 59 saluditos por día y me mandan videos imitando mi personaje de gente en sus casas o en la oficina; hombres, mujeres, nenes… Cuando grabamos, todos los técnicos hablan como Alicia. Minerva Casero es una gran imitadora mía y me pidió un curso acelerado de ella”.
Aunque durante el día está sujeta al plan de grabación, la actriz que llevó a Tita Merello al cine, no descansa. Ya que de jueves a domingos en el Metropolitan Sura sube a las tablas con Perfectos Desconocidos, éxito teatral de 2018 que promete una gira a mitad de año.
“Algunas veces, cuando tengo tan pegada la función a las grabaciones, hay palabras en las que me tengo que detener a pensar cómo pronunciarlas con la “r”. En una parte de la obra donde digo: “Me voy a realizar....” siempre tengo pánico de decirlo como Alicia. Cuesta despabilarse después de estar todo el día hablando con la boca semi dormida”, destaca. Y, sobre el radical cambio en su apariencia, admite: “Fue raro verme al espejo las primeras escenas. ¡Soy un poco mi tía Marta! La hermana fea de la Cenicienta. El peinado es horrible, tengo como un nidito armado con mi propio pelo y además yo pedí especialmente que me hicieran el flequillo de Jim Carrey en la película “Tonto y re Tonto”. Se buscó "aseñorarme" pero tengo cero historia. Me encanta caricaturizarme y buscar ese lugar, entre comillas, maravillosamente ridículo. Aunque la primera vez que me vi reconozco que terminó la novela y me puse a llorar. ¡Hay que tener una aceptación muy genuina de uno para verse así!”.
—¿Usted la tiene?
—Claro. Aunque me pasa algo muy curioso y es que siento que de chica no pude disfrutarme como hubiera querido. Hoy puedo darme cuenta de la belleza que tenía. Miro fotos de mis 18 y digo: “¡Qué linda pendeja!”. Me acuerdo que en ese momento lloraba diciendo: “¡Me veo gorda! La cola, no sé qué…”. Inseguridades que no me dejaban disfrutarme. Cosa que ya no me lo permito. Hoy estoy absolutamente conforme con quién soy; aprendí a amarme y a que ese sentimiento no tenga que ver sólo con lo que me devuelve el espejo o las miradas. Incluso, estando mucho más abandonada que antes porque no voy al gimnasio y como cualquier cosa porque no tengo tiempo. El concepto de belleza y plenitud tiene que ver con otra cosa. Mi vieja, los últimos años antes de fallecer, tuvo una enfermedad muy compleja que era degenerativa en muchos aspectos, sobre todo físicos. Era muy difícil verse al espejo, se le secaban los lagrimales y tenía todo el tiempo los ojos colorados. Sin embargo, ella salía por la vida feliz de ser quien era. Feliz y victoriosa, mostrándole el espejo lo que le mostrara. Yo aprendí por ella que no pasa por ahí.
—¿Es cierto que sus padres no querían que fuera actriz?
—Ellos no querían que dejara de ser niña todo el tiempo que pudiera. Pero yo siempre quise actuar y cuando nos mudamos, justo frente a Canal 13, donde había un programa con elenco de niños, me llevaron. Hice el casting y quedé. También me mandaron a estudiar al Centro Cultural del barrio; a hacer teatro y hoy se los agradezco. Recién de adulta me permití preguntarme si eso era realmente lo que yo quería.
—¿No conocía otra profesión..?
— Claro y los pocos trabajos que hice externo a eso fueron changas con amigos para ganar un poco más de plata para comprarme ropa. He vendido perfumes en oficinas, he sido estatua viviente, promotora y animadora de fiestas infantiles. Siempre quise ser independiente y tener mi dinero.
—Muchas colegas revelaron situaciones incómodas o abusos que sufrieron. ¿Usted, que empezó a trabajar a los 10 años, los padeció?
—Si bien nunca viví situaciones extremadamente graves, ya que siempre tuve un Dios aparte por suerte, sí pasé situaciones muy incómodas y desubicadas. Estuve expuesta a un montón de lobos siendo un genuino cordero. Hubo una situación, un poco más compleja, difícil y tremenda porque yo tenía 11 años con un productor mayor, muy mayor, que es algo que dejó en mí una huella. En ese momento yo pensaba que si decía algo mi mamá se iba a morir... Me volvió a pasar otra situación a los 15 también, porque estoy desde muy chica en este ambiente y mis padres me cuidaron todo lo que pudieron. ¡Y más! Pero aún así, a veces pasa. Es increíble que uno tiene que andar aclarando, porque siempre hay alguien que critica y dice: “¿Y dónde estaba el padre?”. Pone el foco en el que tendría que haberse metido la mano en el bolsillo.
—Contó que cuando se vio personificada como Alicia por primera vez, se puso a llorar. ¿Tan coqueta es?
—Depende, soy ambivalente. Para la vida soy bastante desastre: no me peino, nunca me maquillo y me visto con lo primero que encuentro según mi estado de ánimo. Pero soy coqueta para una foto, por ejemplo, y con los aromas, siempre tengo que oler rico. Desde chica me cuido la cara con Roche Posay, marca de la que soy embajadora. Y me hago tratamientos (con la Dra. Fabiana Zelaya) pero nada que modifique mi expresión. Plasma rico, que sacan de tu propia sangre y te lo ponen. También me hago radiofrecuencia y peelings. No tomo nada de sol, ni fumo y bebo mucha agua. ¡El tema es la constancia! Y con las compras siempre fui bastante austera. Vengo de una familia en la que no había mucha plata y fui la menor que heredó la ropa de sus hermanos. Nunca fuimos pobres pero estuvimos con lo justo. Y hacer grandes gastos siempre me dio un poco de culpa, sobre todo cuando eran cosas para mí. Mi vieja era de otro mundo; estaba loca pero la aplaudo. Una vez heredó un tapado de nutria al que miraba con mucha aprensión, hasta que un día lo agarró y se lo puso como frazada a un tipo que estaba durmiendo en la calle. Ella nos llevaba con mi hermana a darle de comer a los que estaban debajo de la autopista, en Constitución. Era genuinamente generosa.
—Su personaje en la ficción es muy pasional y no tiene tabúes con su sexualidad…
—No, y me divierte porque lo abraza con absoluta naturalidad. Yo tengo mucho de eso. No soy una persona ni puritana ni prejuiciosa. Me divierte hablar de sexo. Hay algo del universo sexual y toda la mística alrededor que me resulta absolutamente divertido.
—¿Considera un mito que junto con la madurez de la edad la mujer alcanza su plenitud sexual?
—No, no es un mito. Si hoy estoy diciendo que me siento mucho más a gusto conmigo en todos los aspectos. ¡Bienvenidos sean los años para algunas cosas!
—Durante una nota de CARAS, hace 10 años, dijo que a los 30 aprendió a ser demostrativa con sus parejas. ¿Qué le enseñaron los 40?
—Que no le tengo miedo al amor, a la cara dolorosa que pueda llegar a tener que es cuando deja de estar. No tengo miedo a apostar por si algún día pierdo. Yo entro con mis dos pies y eso es algo que aprendí, que nadie muere del desamor de otro. Considero que fui una persona amada, bien querida y lo agradezco. En este momento de mi vida amo y apuesto a todo. No entiendo a los que viven las cosas a medias. Será que haber tenido contacto con tanta pérdida lo único que me lleva es a abrazar lo que hay. Amo profundamente a Cecilio. Quiero estar toda mi vida con él, tener una familia y no temo que algún día pueda llegar a concluir. A diferencia de Alicia, también aprendí que yo no podría amar a quien no me ama. Tiene que ver con quererse bien.
—En 2006 se casó con Nicolás Vázquez y al año siguiente se divorció. ¿Sigue creyendo en el matrimonio?
—Yo me volvería a casar. Y Cecilio, que ya estuvo casado, también. Porque cuando estás enamorado tenés ganas de disfrutar todo lo que puedas vivir con esa persona.
—Siempre manifestó su anhelo de convertirse en madre. ¿Pasa por su mente el deseo de adoptar?
—Sí. El deseo está y de ser padres, porque no es un anhelo mío solo. Está conmigo una persona que es padre, tiene un hijo que vive la mitad del tiempo con nosotros, a quien adoro, y que tiene ganas de volver a serlo. Estamos viendo de qué se tratan los caminos. He charlado con muchas personas que han tenido hijos a través de tratamientos o por la adopción y todos me dicen: “Volvería a caminar por el mismo lugar para estar donde estoy”. Yo estoy en ese camino ahora. No sé a dónde me va a llevar pero confío en que va a suceder. La maternidad tiene que ver con querer estar para otro y amar de esa manera única. No lo viví pero siento que es un amor diferente y puede llegar de mil maneras. Veremos qué tiene preparado el destino para nosotros.
(Producción: Alejandro Luciani)
Asistente de Fotografía: Ernesto Pagés
Agradecimientos: Palacio Piccaluga @palacio_piccaluga, Make Up Mariana Correa @correa_maia, Ana Pugliesi, Peinado Bárbara Rex @barbararexmakeup para Estudio Olivera @estudioolivera, Claudia Arce, Adrián Brown, Fahoma.