Meghan Markle, antes de convertirse en actriz reconocida y más tarde en duquesa de Sussex, vivió una niñez que estuvo lejos de las cámaras y los titulares. Como hija única del matrimonio entre Thomas Markle, director de iluminación en televisión, y Doria Ragland, asistente social y profesora de yoga, creció con sus papás separados desde muy pequeña.
Esa ruptura, aunque definitiva para la pareja, no supuso una fractura familiar en el sentido más común. Meghan mantuvo una relación afectuosa con ambos, participando tanto de la vida de su madre como de la de su padre. Sin embargo, un detalle llamó siempre la atención de quienes observan su historia: la futura duquesa pasó gran parte de su infancia viviendo con Thomas, y no con Doria.

La razón por la que Meghan Markle creció en la casa de su padre
La explicación está lejos de los escenarios de enfrentamientos legales o disputas por la custodia que suelen rodear a los divorcios. Cuando Meghan tenía alrededor de 11 años, su madre consiguió empleo como azafata de vuelo. Esto significaba constantes viajes al exterior, una dinámica que dificultaba ofrecerle a su hija un entorno fijo y previsible. Ante esta realidad, Doria y Thomas acordaron que Meghan se estableciera en la casa paterna, donde encontraría una rutina más estable.
Paralelamente, Doria decidió retomar sus estudios universitarios con el objetivo de obtener un título en trabajo social. Esta doble exigencia —trabajo y educación— reforzó la idea de que su hija estaría mejor residiendo con su padre durante esos años. De todas maneras, Doria siguió presente, acompañando a Meghan en distintos aspectos de su vida y construyendo con ella una relación estrecha.

A lo largo de ese tiempo, Thomas Markle se convirtió en una figura central de la cotidianidad de su hija. Desde su posición en la industria televisiva, la introdujo al mundo creativo y le transmitió el valor de la disciplina laboral. Meghan ha reconocido en entrevistas cómo ese estímulo temprano marcó su interés por la actuación y el espectáculo.
Por su parte, Doria aportó en su hija una mirada distinta, ligada al compromiso social, la empatía y la importancia de la educación. Estos dos universos, aparentemente opuestos, se complementaron en la formación de la duquesa, quien años más tarde destacaría tanto por su trabajo artístico como por su labor filantrópica.
La decisión de los padres de Meghan Markle, entonces, no fue un sacrificio de uno sobre el otro, ni una renuncia por parte de su mamá. Fue, en cambio, una elección práctica y consciente, orientada a garantizarle estabilidad.
F.A

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