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En el marco del G20, que en esta ocasión tiene sede en Osaka, la Reina Máxima viajó como parte de la comitiva holandesa junto al primer ministro de su país, Mark Rutte, en su calidad de Asesora Especial del Secretario General de la ONU en Inclusión Financiera para el Desarrollo, y como miembro honorario de la Asociación Global para la Inclusión Financiera. Su agenda incluyó además una reunión bilateral con el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed ben Salman y compromisos con representantes de países que buscan profundizar el acceso a servicios financieros.
En medio de los encuentros hubo un detalle en particular que llamó la atención: en un claro mensaje de austeridad, su majestad no solo repitió un vestido que ya usó en otras ocasiones, sino que se trató de un look de la temporada de verano de 2016.
En cuanto al vestido que usó se trató de un diseño de la firma italiana Valentino, uno de los modistas favoritos de la reina -autor nada más ni nada menos que de su vestido de novia-. Ella misma fue quien impuso la moda de repetir looks sin preocuparse por el qué dirán. Sin embargo, es extraño que se haya decantado por un diseño que fue el grito de la moda hace tres años. Un verdadero gesto que no pasará desapercibido para el resto de las royals europeas, que por estos días están bajo la lupa por sus gastos muchas veces exorbitantes.
El vestido, de seda con estampa de un paisaje hawaiano, ligeramente oversized, se ajustó a su cintura con un fino cinturón a tono con el sombrero, un accesorio distintivo de la reina. En este viaje, sin embargo, Máxima no usó sombreros, y su estilismo apuntó a ser lo ideal para un día de reuniones. Cómodo y efectivo.
En su momento lo usó por primera vez para recibir en La Haya al presidente de Grecia, Prokopis Pavlópulos y su mujer, Vlasia, causando furor: sin dudas es un diseño peculiar para un encuentro formal y oficial, pero tal como lo combinó la reina recibió el unánime aplauso de la prensa mundial.
