Apenas un mes duró la felicidad para Matías Alé (38) y su esposa María del Mar Cuello Molar (23), quienes contrajeron matrimonio el primero de octubre luego de seis meses de noviazgo. Tras sufrir un “ataque psicótico” o “delirios místicos” como aseguran los profesionales que lo atendieron y lo atienden, el actor fue internado en el Sanatorio de la Trinidad y posteriormente trasladado a la Clinica Avril donde hasta el cierre de esta edición aún permanecía aislado de todo contacto con el universo exterior. Ni su esposa, ni su familia y amigos, pueden verlo.
Su internación en el mismo lugar que alguna vez albergó a Diego Maradona, Charly García y Celeste Cid, entre otros famosos, ha librado durante una semana cientos de hipótesis sobre su estado mental. Hay quienes afirman que fue poseído, que fue embrujado. Otros que su debacle se debe a un continuo estrés y un desorden mental que lleva años sin resolver. En esta historia existen dos personas opuestas y enfrentadas por el amor de Matías. Por un lado su esposa, María y por otro su madre, Elena, mientras que su hermano Elías, es uno de los que más padece esta situación junto a sus mejores amigos. Ellos son testigos privilegiados de una guerra que hoy parece imposible de pacificar.
¿Cuáles fueron las verdaderas causas que llevaron a Alé a vivir el peor momento de su vida? ¿Qué es lo que padece realmente? ¿Cuál es su diagnóstico? ¿Qué problemas enfrenta mientras él desconoce lo que sucede fuera de las paredes de Avril? Las respuestas a todos esos interrogantes, quizás sean el verdadero motivo, que pocos conocen, que llevó a Matías a una clínica psiquiátrica.
Creyente desde niño, Matías siempre depositó su fe en la religión católica. No sólo lo manifiesta, sino que también utiliza un Rosario —es fanático de ellos— en su cuello al cuál besa con devoción casi todo el tiempo. Siempre alegre y amoroso con sus fans, Alé también es amante de los libros de autoayuda y tiene una gran colección en su casa. Según varios especialistas que lo trataron, Matías padece trastornos de bipolaridad. “Puede estar muy arriba, muy entusiasmado por momentos y en apenas minutos, puede pasar a estados depresivos, tristes o sentirse mal y disconforme con su realidad”, han explicado diferentes profesionales que pasaron por su vida.
Lo cierto es que la crisis que sufrió Matías Alé mientras estaba con su esposa y su suegra, Nancy, en el departamento que habitaban sobre la calle República de Eslovenia, en Las Cañitas, el pasado lunes 2, no fue un hecho aislado, sino la explosión de un desequilibrio que ya venía viviendo el actor. “Matías no estaba bien, no es que de un día para otro se volvió loco. Hacía varios días que venía actuando extraño. Viví todo el proceso porque siempre estábamos juntos. Si yo iba a la peluquería, él venía conmigo, viajamos juntos por Córdoba, a Punta del Este, y yo no lo veía bien, pero nunca me imagine que podíamos llegar a esta situación”, explica María sin poder detener su llanto. Es una mujer que está desesperada por el hombre que eligió para pasar el resto de su vida.
Semanas antes del episodio que lo llevó a ser internado en la clínica Avril, Alé comenzó a mostrar signos de que mentalmente, algo no andaba bien. Cuando hablaba con su esposa siempre le manifestaba la idea de alejarse de todo y de todos, decía que una presencia maligna quería acabar con él y con las personas que quería. En sus delirios espirituales llegó a bendecir cada alimento que ingerían y hasta el agua que salía de los grifos de la canilla, aunque minutos después de hacerlo aseguraba que no tenía el poder para lograrlo. Estos hechos comenzaron a preocupar a su esposa, pero dada la condición de actor de Matías y el gran sentido del humor que tenía, para ella a veces era muy difícil distinguir si eran realmente delirios o eran simplemente bromas.
Distanciado de su madre Elena, quien asegura que a partir de septiembre casi no tuvo contacto con su hijo, Matías comenzó a comunicarse con señas, a jugar al dígalo con mímica para expresar lo que quería decir. Elena hasta comentó que Matías comenzó a fumar aunque nunca supo tragar el humo. La locura comenzaba y no se detenía. Pero siempre estuvo lejos de cualquier hecho de violencia, verbal o corporal, con su esposa y sus amigos. Todos parecían síntomas que anunciaban que la vida de Alé estaba a punto de colapsar.
El lunes 2 de noviembre finalmente llegó la catástrofe. Cerca de las 21 horas comenzó a enviar extraños mensajes a través de su cuenta de Twitter @mmatiasale. Pidió un país sin grietas, le envió tuits a Daniel Scioli y a Karina Rabolini pidiéndoles que no haya grietas, le comunicó al candidato a presidente que durante su entrevista en El Trece “no hubo amor” y treinta segundos más tarde lo defendió luego de que una seguidora agrediera al candidato. En su último tuit pidió “amor y cambio”. Luego no se pronunció más a través de su cuenta que tiene más de un millón y medio de seguidores.