Hace sólo un par de semanas, cuando la balanza revelaba el alarmante peso de 41 kilos, todas las miradas se posaban sobre el frágil cuerpo de Angelina Jolie. Los amigos y allegados hablaban de anorexia, bulimia y hasta de cáncer. El admirado y envidiado físico, distribuido en un metro sesenta y nueve de estatura, el mismo que supo tener a sus pies a los hombres del mundo entero, comenzaba un inexplicable camino hacia la autodestrucción.
En su último chequeo, la balanza acusó apenas 35 kilos y los especialistas no dudaron en ordenar su urgente internación: Angelina inmediatamente quedó en terapia intensiva con suero y complejos vitamínicos. Brad Pitt, su pareja desde 2004, y padre de sus hijos adoptivos y biológicos —Maddox, Pax, Zahara, Shiloh y los gemelos Knox y Vivienne— decidió tomar una drástica y dolorosa decisión para hacer reaccionar a la actriz. “¡Volvés a comer y engordás o te dejo y me divorcio!”, aseguran los íntimos que le dijo Pitt a Angelina.
“Él la ama tanto y está tan preocupado. Brad ha hecho todo lo posible para que Angie se concentre en su salud y ve con desesperación cómo pasa todo el día sin comer un sólo bocado. ¡Ya no sabe qué hacer!”, aseguró un íntimo allegado a la pareja. La alarma en Hollywood se intensificó cuando la portada de la revista National Enquirer mostró la última fotografía de Jolie bajo un título que anunciaba: “Angie muriendo. Perdiendo la batalla. ¡Sólo 35 kilos y hospitalizada!”.