Dice que para él es imposible no sentirse un argentino más cada vez que visita nuestro país. Dueño de una privilegiada voz del habla hispana y con una carrera con grandes éxitos y galardones, tanto en Europa como en América, Sergio Dalma volverá a pisar Buenos Aires el próximo 1° de julio, día en el que se presentará en el teatro Gran Rex, experiencia que volverá a repetir el 2, ya que agotó las entradas para su primera función. Humilde y siempre sonriente, el nacido en la ciudad de Sabadell, Barcelona, lleva editados 17 discos de estudio y más cinco millones de copias vendidas en su extensa trayectoria, que comenzó a tomar forma cuando apenas era un niño y cantaba en auditorios junto a grandes intérpretes que lo doblaban en edad: "No podría haber tenido éxito si no fuera por mis padres. Más aún sino fuera por mi padre, Jaume Capdevila, quien siempre fue un impulsor de mis sueños y me enseñó a perseguirlos. Ha sido un gran motor en mi vida y aún hoy lo sigue siendo. Soy un agradecido por tenerlo conmigo", cuenta el artista de Warner Music desde Barcelona en diálogo con CARAS.
—En la Argentina el tercer domingo de junio se celebra el Día del Padre, ¿cómo era la relación con el suyo cuando era un niño y cómo es ahora?
—Recuerdo cuando tenía 16 años y cantaba con la Orquesta de la ciudad. Mis compañeros, de quienes aprendí mucho, me doblaban la edad y además, cantabamos de noche. Yo era menor de edad, entonces tenía que venir mi padre para acompañarme y que me dejaran entrar. Un gran compañero, sin duda. Hoy tenemos una hermosa relación tanto con él como con mi madre, nos vemos muy a menudo; comemos, charlamos. En unos días ya cumple 81 años, así es que seguramente festejemos.
—¿Lo apoyó desde que comenzó su carrera, desde que soñó con ser cantante?
—El apoyo siempre estuvo presente en tanto y en cuanto jamás dejara mis estudios. Eran estrictos con la educación y mi formación. Por supuesto terminé todos los estudios pero llegó un día en el que mi carrera me impidió seguir formándome a nivel universitario. Siempre fui muy aplicado y por eso mis padres me dieron libertad para perseguir mis sueños. Si no fuera por él, quizás no sería quien soy y no estaría en el lugar que gracias a Dios el público me puso.
—En pocos días estará en la Argentina, país que usted considera como su segundo hogar, según manifestó en varias oportunidades...
—¡Claro que sí! Estar allí es como estar en casa. La calidez y el amor del pueblo, son únicos. La Argentina siempre me ha recibido de la mejor manera. Ahora vienen dos Gran Rex, en Buenos Aires, y estoy muy emocionado y nervioso.
—¿Con más de treinta años de carerra aún existen los nervios o está exagerando un poco?
—Los invito al camarín antes de las presentaciones y verán lo nervioso que me pongo antes de un show. Los nervios nos mantienen conectados, concentrados y es una señal de que aún tenemos ese amor por lo que hacemos y un respeto enorme por el público. No voy a decir que estoy temblando porque ya eso sería sentir temor, pero sí que me entran los nervios...
—Muchos artistas dicen que la mujeres argentinas son las más bellas del mundo, ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
—¡Sin dudas! ¡Son guapísimas! De las más bellas del mundo. ¿Cómo explicarlo..? De la mujer argentina uno se enamora. Son seductoras, encantadoras, sensibles, siempre están arregladas y buscando la forma de verse más bellas, aunque sin una gota de maquillaje sean perfectas. No sé quién habrá llegado a esa conclusión pero estoy de acuerdo.
—¿Con qué tipo show se va a encontrar el público que ya ha agotado una función y está próximo a agotar el segundo Gran Rex?
—Es un concierto diferente a los anteriores. La exigencia del público hace que uno busque alternativas y que no sólo se pare frente a un micrófono. Por supuesto que cantaré todos los clásicos que la gente quiere escuchar. No me permitiría bajar del escenario si no lo hiciese. Vamos a dividir el show en tres partes; los clásicos, lo nuevo y una sección en donde será todo más íntimo y nos acercaremos a la gente para cantar todos juntos.
Por Federico Levin.