Son las diez de la mañana y el día amaneció soleado en Miami. El invierno en La Florida regala 18 grados y, desde su habitación en el Faena Beach, Lali Espósito (26) se prepara para la producción en exclusiva con CARAS junto a su estilista y amiga, Maru Venancio.
Su rostro no conoce el cansancio. Hace pocas horas aterrizó en la ciudad del sol y la sonrisa se agranda en su impoluta piel mientras saluda a todo aquel que se topa en su camino. “Cumpliré uno de mis sueños: compartir el canal con Homero Simpsons”, celebra entre risas la artista que viajó a presentar el nuevo programa de Fox para Latinoamérica, “Talent Show”, donde será jurado junto a Diego Torres bajo la conducción de Alejandro Fantino y en coproducción con Kuarzo.
“Siempre tuve como meta participar en un proyecto grande, que acompañe a personas que quieren desarrollarse como cantantes. Me entusiasma la posibilidad de mostrarle a alguien que uno puede trabajar en la industria de la música y no dejar de ser quien es. Desinhibiremos a los talentosos para que potencien sus dotes”, agrega la cantante que cada año sube la vara de sus objetivos artísticos.
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Para Mariana era impensado dedicarse a la música. Empezó a trabajar con Cris Morena cuando de casualidad terminó en uno de sus castings. Al mismo tiempo que se divertía en “Rincón de Luz”, “Floricienta”, “Chiquititas” y “Casi Ángeles”, se preparaba inconscientemente para el devenir que años después la catapultaría al éxito internacional. “Subir al escenario no es sólo cantar y bailar bien, hay que tener la energía para interpretar y emocionar, la actitud para moverte, divertir y atraer”, asegura sobre lo que comprueba en cada show.
—¿Cuándo se dio cuenta de que podía vivir de la música?
—Tuve una conciencia temprana. Empecé a actuar a los 10 años y a los 13 entendía que me pagaban por eso. De a poco me fui transformando en alguien independiente que podía ayudar en la economía de mi casa. Con la experiencia que adquirí en las giras y los recitales con los “Teen Angels”, me enamoré de ese mundo. Me dieron ganas de hacer mi propia música y me lancé como cantante. Todo fue lentamente, como quien va a visitar a unos amigos para mostrarles los temas que va escribiendo. Quería escuchar las devoluciones de 3música que, más allá de producir mis discos, es un equipo donde hay mucho cariño, respeto y compañerismo. Así, a pulmón, nace mi primer álbum “A Bailar”. Eso me abrió la cabeza, me dio mucho conocimiento sobre lo que es montar tu propio show y que no te lo produzcan otros. Lo hice más allá de lo económico, quería que ahí arriba estén mis ideas, mi impronta. Hay algo muy genuino que es lo que me gusta mostrar en mis espectáculos. En el universo artístico está el que se desnuda completamente en escena y comparte su esencia o el que exhibe un personaje plástico. Más allá del look y de todo el juego que uno desarrolla como artista, intento ser súper franca con quien soy. De hecho mi último disco se llama “Soy”, esas composiciones hablan de mí.
—En esa forma de ser es fundamental su mamá María José Riera, quien la abraza antes de los shows...
—Sí, obviamente junto a mi papá Carlos, mis hermanos Ana Laura y Patricio y mis afectos. Pero, si bien escucho todas las opiniones de mi círculo íntimo, la última decisión siempre la tomo yo porque soy muy intuitiva con mis cosas. Después si la pifio, me hago cargo. Por más espectacular que suene una propuesta, si no la siento, no la hago.
—¿Cuáles son sus proyectos de 2018?
—A mediados de año lanzo mi nuevo disco, donde fusiono el pop con sonidos electrónicos y el mundo latino. Es la primera vez que me abro a trabajar y grabar con otros compositores, hay letras que no son mías y eso me entusiasma: es un desafío ver cómo las interpreto. Ojalá que a la gente le cope porque a mí me dio mucha alegría hacerlo. Este material traerá una nueva gira. En septiembre estreno una película de Gonzalo Tobal: es un drama donde mi personaje es una joven acusada de un asesinato. Si bien me gusta la televisión, por ahora la relego porque no me da el cuerpo para hacer todo. Cuando hice “Esperanza Mía” estaba también con los shows y pesaba seis kilos menos. Fue un re lindo trabajo, me dio una popularidad que traspasó las generaciones pero me desgastó.
—¿Qué le genera tener tantos seguidores que la tienen como referente?
—No pienso demasiado en eso, es algo que fluye, me gusta que sea así. El cerebro no está preparado para entender que 4 o 5 millones de personas estén siguiendo tus pasos y vean lo que hacés. Ni hablar de la gente que tiene más followers. En mi caso, siento una empatía muy familiar con la recepción de mi carrera. Como mucha gente vio mi crecimiento desde chica, tengo un acercamiento de toda la familia: no son sólo los jóvenes, está también el padre y la abuela que me conocen y manifiestan su aprecio. Me tratan con la naturalidad con la cual me desenvuelvo. A veces se subestima al público y creo que se dan cuenta cuando algo es verdadero o impuesto.
—¿Con las críticas cómo se lleva?
—De chica entendí que no tenía que tocarme ninguna fibra toda crítica que no sea constructiva. Por las redes sociales todos somos carne de cañón, muchos vuelcan sus frustraciones y no hay límites para las agresiones. Tengo amigos del medio que realmente les entristece leer agresiones. No le doy atención a ese "lado B" de las redes porque jamás le vas a agradar a todo el mundo: me dio risa una vez que en la misma foto, leo que alguien me pone que estaba gorda y en el comentario de abajo me decían anoréxica. Me centro en difundir mi música y contactarme con mis fans. Hay que saber usar a las redes.
—¿Cómo es un día suyo?
—Un quilombo (Risas). Nunca tengo días iguales. Ayer estaba en casa y hoy estoy en Miami haciendo una producción de fotos. Más tarde estaré en la presentación oficial de mi nuevo proyecto con una cadena tan importante como Fox. Sí hay una particularidad que tiene que ver con viajar mucho y que los días se parecen en que uno está como centro de atención. En ese sentido, me encanta el hecho de ponerme a prueba acerca de cuánto me envicio de mí misma. Vos pensá que transcurro la mayor parte de mi tiempo escuchando mi nombre, con gente que me habla de lo que hago, que me dicen que me aman sus hijos o sobrinos. Y es algo maravilloso cuando tengo momentos que rompen esa rutina y me sacan de mi propia cara. Amo adentrarme en la música de otros, soy muy abierta: puedo escuchar desde un bolero hasta lo último de hip hop. En el avión escuché a Camila Cabello. Me encanta leer libros o charlar con mis amigos de cuestiones que no me involucren artísticamente. En mi casa no me puedo ver sola posando. Tengo retratos con mi novio, sobrino, mis hermanos o padres, pero ni loca pongo un póster mío.
—¿Cómo vive su novio, Santiago Mocorrea (33), su fenómeno como artista?
—Feliz, re bien, me acompaña de la mejor manera. Hace más de un año que estamos juntos y viene conmigo a los shows cada vez que puede porque labura mucho en su campo de General Villegas. Él se recibió de productor musical y la tiene muy clara: cada demo que saco, pasa por sus oídos y siempre me da una opinión objetiva y constructiva. No me dice desde la demagogia: “¡Qué hermoso, mi amor!” Sino que me sugiere: “Fijate acá, decile a los chicos tal cosa sobre la viola”. Me encanta escucharlo porque sabe mucho sobre música. Entiende el medio, pero le da un poco de vergüenza cuando nos sacan fotos porque no se dedica a esto.
—¿Qué la enamoró de él?
—Él, su sencillez, todo. Me atrae que sea genuino, que no tenga una careta ni finja nada. Desde el principio, en nuestra relación se notaba lo transparente que éramos con el otro. Eso nos enganchó y enamoró. Uno ve mucha falsedad en determinadas personas que se te acercan y cuando te encontrás con alguien tan puro, funciona algo. Estar con él me tranquiliza, es un cable a tierra.
—¿Se imagina casándose y teniendo hijos con él?
—No soy muy Susanita, nunca soñé ni planeé casarme. De chica jugaba a la pelota, era de otro planeta, mi mamá me decía: “Sos una nena rara”. Era muy independiente. Por supuesto que deseo a futuro tener una vida armada con “Santi”, pero no desde lo convencional del matrimonio. Capaz más adelante sucede, convivo, me caso y tengo muchos hijos. Pero somos los dos muy relajados en ese sentido. Así estamos bien y cuando surjan las ganas de otras cosas, lo diremos y haremos.
Lali habla desde la inconsciencia de su poder de atracción. “Lo que más me elogian son los pechos”, bromea al final de la entrevista y despierta la risa inmediata hasta del camarero que trae su limonada. Nunca planeó demasiado porque antes la vida lo hizo por ella. Tampoco realizó nada que no la representara ni trabajó con alguien, que más allá del talento, no fuese buena persona.
“De chica me sentí bendecida. Sé que hay un ángel que me acompaña pero no me quedo sólo con eso: alimento permanentemente esa suerte que tengo a favor. También le agradezco y pido mucho al universo. Estoy entregada a mi destino y comprometida para que las cosas salgan bien”, asegura la cantante que para Navidad dio un show gratuito a cambio de donaciones para hogares de niños.
“Nací en el sur de Buenos Aires, lejos de cualquier estudio. Desde ese lugar me gusta hablar y le daré mi mirada a los participantes del Talent Show”, agrega quien sigue cantando y bailando con la ingenuidad que lo hacía a los 7 frente al espejo de su cuarto de Parque Patricios. La misma ídola teen que sabe más nadie desde dónde empujar a un artista que sueña.
Por Naiara Vecchio
Fotos: Enrique Tubio