En la actualidad, vivimos en un mundo marcado por el consumo constante y la presión por rendir al máximo, tanto en lo personal como en lo profesional. A primera vista, esta realidad podría parecer prometedora: ofrece oportunidades, posibilidades y logros.
Sin embargo, también ha generado un fenómeno inquietante: el vacío existencial y la depresión porque, como dice un pensamiento clave: “tenerlo todo no garantiza la felicidad; ¿dónde habita el deseo de aquel para quien no hay imposibles?”
Esta reflexión se vuelve aún más evidente al mirar la vida de algunas de las personas más ricas y famosas del mundo. A pesar de su éxito, muchos han enfrentado graves problemas de salud mental que ponen en sombra sus logros.
La cultura del consumo perpetúa una insatisfacción crónica: nos enseñan que la felicidad está en la adquisición de bienes materiales, desde el último modelo de teléfono hasta experiencias de lujo. Pero, incluso con todo eso, el vacío persiste.
Cantantes como Alejandro Sanz y Tini Stoessel han compartido abiertamente sus luchas contra la depresión y la ansiedad, mostrando que la plenitud personal no se mide por el éxito financiero ni la fama.
Como dice Byung-Chul Han: "En una sociedad de consumo y rendimiento vacía de sentido, monótona y pulimentada… Los clones pueblan un mundo en el que, paradójicamente, todos pretenden ser distintos de los demás."
La presión profesional solo intensifica esta situación. En un entorno donde la competitividad es la regla, la necesidad de sobresalir se vuelve un fardo que desgasta. La búsqueda constante de la perfección genera estrés y roba tiempo para el descanso y la introspección. Sin equilibrio entre la vida laboral y personal, el agotamiento emocional se instala y, en muchos casos, trae consigo episodios depresivos.
El vacío existencial, entonces, no es solo una sensación pasajera de malestar; es una crisis profunda que afecta nuestra salud mental. La desconexión de valores auténticos, la falta de propósito y el aislamiento social son algunas de sus consecuencias. Las relaciones, que deberían sostenernos, a menudo se reemplazan por vínculos superficiales y efímeros.
En un mundo dominado por el consumo y la exigencia, la búsqueda de la felicidad puede convertirse en una quimera. Es hora de replantearnos nuestras prioridades: poner el bienestar emocional, el autoconocimiento y las relaciones auténticas por encima de la acumulación de bienes porque la verdadera plenitud no se mide en posesiones, sino en la profundidad de nuestras conexiones y en el tiempo que dedicamos a estar con nosotros mismos.
Mag. Sofía C Juárez
Mat. Nacional N° 68797
@psi.sofiajuarez
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