En el mundo del interiorismo existen materiales que responden a modas pasajeras y otros que logran trascenderlas. El hormigón visto pertenece, sin dudas, a esta segunda categoría. Lejos de agotarse con el paso del tiempo, el hormigón sigue reinventándose y ofreciendo nuevas posibilidades expresivas para quienes buscamos espacios con identidad y carácter.
En mis proyectos suelo trabajar con placas de hormigón armado que reproducen con gran fidelidad la apariencia del hormigón colado in situ. Cada módulo conserva las sutiles marcas del encofrado de madera, esas líneas casi imperceptibles que revelan el proceso constructivo y aportan una dimensión artesanal al material. Esta huella suaviza su rudeza natural y genera una sensación táctil y cercana, logrando un equilibrio entre fuerza y calidez.
Una de las principales virtudes de este sistema es que permite incorporar el efecto visual del hormigón sin la complejidad de una obra húmeda tradicional. Su instalación es limpia, rápida y controlada, lo que lo vuelve ideal tanto para obras nuevas como para remodelaciones donde no es viable intervenir con estructuras pesadas. Se coloca como cualquier revestimiento convencional, con adhesivo para cerámicos, evitando demoliciones y reduciendo significativamente los tiempos de obra.
Desde el punto de vista funcional, estas placas se destacan por su durabilidad. Resisten el uso cotidiano, el paso del tiempo y pueden aplicarse tanto en interiores como en exteriores. El mantenimiento es mínimo, una cualidad clave cuando se proyectan espacios pensados para perdurar sin requerir constantes intervenciones.
En términos estéticos, el hormigón es un material extraordinariamente versátil. Dialoga con maderas cálidas, metales oscuros, textiles naturales, ladrillo visto o colores intensos. Puede ser protagonista o actuar como fondo neutro, adaptándose a estilos minimalistas, industriales, wabi-sabi o incluso a propuestas de lujo contemporáneo. Las placas pueden instalarse en sentido vertical u horizontal, permitiendo modificar la percepción del espacio y generar distintos ritmos visuales.
Desde la neuroarquitectura, su aporte es profundo: la textura, el peso visual y la repetición de juntas transmiten estabilidad, contención y calma. El hormigón construye una sensación de refugio que transforma la experiencia de habitar.
Incorporar estas placas es lograr la expresión auténtica del hormigón con precisión, rapidez y control. Una síntesis entre diseño, técnica y oficio, donde los muros hablan por sí mismos.
Vanina Rivetti – Diseño de Interiores
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