Bert Hellinger, creador de las Constelaciones Familiares, sostenía que “la muerte nunca llega demasiado temprano” y que su presencia no es enemiga de la vida, sino su contraparte sagrada. En muchas culturas del mundo se honra a la muerte tanto como al nacimiento. Sin embargo, en Occidente, ha sido expulsada del lenguaje cotidiano, convertida en tabú, en sinónimo de pérdida y negación.
Desde la perspectiva sistémica, la muerte forma parte del mismo flujo vital, y solo cuando le damos su lugar, cuando podemos mirarla sin miedo, comenzamos a vivir con más plenitud.
La siguiente reflexión, nacida en el seno del espacio Otros Ojos Mirada Holística, nos invita a cambiar el modo en que entendemos la muerte, y por lo tanto, el modo en que habitamos la vida.
El mensaje de Otros Ojos: mirar la muerte también es amar la vida
Un tema que se trabaja mucho en la práctica de Constelaciones Familiares es la muerte. Esa fuerza tan grande que atraviesa a todos los seres humanos, y que, sin embargo, cuesta tanto mirar de frente. Las Constelaciones no solo hablan de la vida; hablan también de la muerte, de lo que parte, de lo que ya no está y aún así sigue vivo en nosotros.
En esta oportunidad, vamos a sumergirnos en esa energía que también forma parte y merece ser mirada con el mismo amor con el que miramos la vida, porque una no sería sin la otra. Miraremos la muerte con otros ojos, porque para que la muerte nos llegue en paz, es necesario vivir en paz.
Como decía Bert Hellinger: “La muerte nunca llega demasiado temprano.” Esa frase sencilla y profunda encierra una verdad: la muerte siempre nos acompaña en cada paso que damos. Todos, sin excepción, vamos a morir. Pero más allá de esta verdad innegable, en este lado del mundo nos cuesta horrores reconciliarnos con ella.
Nos cuesta aceptar que nacimos para morir. No obstante, lo que puede ayudar es otra forma de vivir: una vida que, al llegar el final, nos encuentre en paz con lo que fue. Las Constelaciones nos permiten hacer ese recorrido interior. Reconciliarnos. Ordenar. Comprender. Sanar.
Nunca es tarde para despedirse
Muchas veces no tuvimos la posibilidad de despedirnos como hubiésemos deseado. Una palabra no dicha. Una herida no cerrada. Un adiós que no llegó. Y esa ausencia se convierte en peso.
Pero las Constelaciones Familiares nos ofrecen una posibilidad de reencuentro simbólico y energético. A través de esta práctica espiritual, es posible reconectar con aquello pendiente, integrar esa experiencia, y dejar ir lo que ya no nos representa.
Eso también es morir. Morir no es solo el final físico: es también soltar lo viejo, lo que pesa, lo que retira de la vida. Porque para que algo nuevo nazca en nosotros, algo tiene que morir primero. La vida es un continuo morir y renacer.
Y en ese proceso, el alma se expande. Por eso vemos tan seguido en las Constelaciones que lo que se reconcilia en el alma trasciende incluso a la muerte. No hay muerte espiritual. Aquellos que formaron parte de nuestra vida, y también de nuestra historia familiar, siguen vivos en nosotros.
Como lo muestra la película Coco, solo muere quien es olvidado. Mientras haya alguien que recuerde con amor, mientras haya una voz que diga su nombre, esa alma sigue presente.
Darle lugar a la muerte para vivir más livianos
Las Constelaciones Familiares están al servicio de la vida, pero también de la reconciliación. Y para reconciliarnos, también hay que mirar a la muerte con respeto y amor.
Cuando le damos un lugar, cuando dejamos de negarla y la integramos como parte del orden natural, algo se libera. Esa carga invisible que llevamos –el duelo no transitado, la ausencia no reconocida, el miedo a lo que vendrá– empieza a transformarse.
Lo único que desaparece es el cuerpo, ese envase que con el tiempo se vuelve polvo. Pero en cada recuerdo, en cada gesto cotidiano, el alma de quien partió sigue viva.
Mirar la muerte con amor, mirarla con otros ojos, es uno de los grandes desafíos del mundo occidental. Pero también es uno de los caminos más hermosos hacia la paz interior.
La reconciliación que trasciende la muerte:
Cuando la muerte deja de ser enemiga, la vida se vuelve más liviana.
El alma que puede decir “sí” a la muerte, sin miedo ni rechazo, es un alma madura. Porque todo lo que no se mira con amor, pesa. Y lo que pesa, enferma.
Las Constelaciones Familiares no niegan el dolor de la pérdida. Pero nos invitan a dejar de quedarnos atrapados en él. A despedirnos con dignidad. A decir lo no dicho. A cerrar lo que quedó abierto.
Y sobre todo, enseñan algo profundo: lo que se reconcilia en el alma, lo trasciende todo. Incluso a la muerte.
Para contactar con Otros Ojos:
- Instagram: @otrosojos_miradaholistica
- WhatsApp (consultas y turnos): 221 561 6852 (Augusto)






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