¿Te pasó de aferrarte a personas, historias, hábitos, situaciones, emociones que sabes que te hacen daño pero seguís sin poder soltar?
A mí me pasó! Yo era una persona que creía tener toda mi vida bajo un estricto control, por esta razón había desarrollado altos estándares de supervisión para que nada quede librado al azar. Hasta que un día sentí que no podía ni mantenerme en pie, entonces mi marido llamó a urgencias médicas y luego de la evaluación médica el diagnóstico fue contundente: ataque de pánico.
Esta situación duró varios meses provocándome mucha dificultad para convivir con esto ya que había perdido absoluto control de todo, hasta de mi propio cuerpo.
Sin embargo aprendí mucho, crecí, maduré porque entendí que la incertidumbre tiene una enorme virtud: me mostró que nosotros somos los que ponemos la seguridad en el mundo externo, en las circunstancias, en lo que tenemos, en lo que sabemos, en lo que conseguimos pero no es ahí donde tenemos que colocar esa seguridad. Nuestra verdadera confianza se desarrolla cuando reconocemos, aceptamos y nos hacemos cargo de que el único control que tenemos es sobre lo que pensamos y hacemos.
La sensación de incertidumbre aparece en aquellas circunstancias en las cuales nos damos cuenta que una situación escapa a nuestro control, cuando creemos que tenemos la verdad de cómo deben ser las cosas, cuando nos falta flexibilidad y humildad para aceptar que no todo sucede de la manera que queremos.
Lo curioso es que la incertidumbre siempre estuvo en nuestras vidas, ya que es parte de nuestra existencia y siempre lo será. Lo que sucede es que vivimos tapándola, ignorándola, haciendo como que no existe y nos pasamos la vida buscando lo opuesto a la incertidumbre que es la certeza.
Así crecemos creyendo que tenemos el control de las personas, de los hechos y las circunstancias hasta que nos sucede alguna situación adversa y nos damos cuenta que nos pasamos la vida buscando respuestas y que esas certezas son un espejismo.
Lo interesante es que el cerebro humano está perfectamente preparado para atravesar la incertidumbre, hasta tenemos todos los recursos para enfrentarla, ya que la vida “es incertidumbre”.
Nuestra mente tiene tanto poder que podemos crear nuevas posibilidades, oportunidades, escenarios, caminos y vínculos. Y es tan grande esa capacidad de crear que nuestro mayor obstáculo son nuestros pensamientos, porque solemos buscar lo cómodo, lo predecible, lo conocido, lo controlable y, aquello que escapa a nuestro control, nos genera ansiedad, estrés, preocupación y miedo.
Pero la creatividad surge cuando salimos de nuestra zona de confort y cuando aprendemos a resolver conflictos. De hecho crecemos con los desafíos, no con la rutina.
Es absurdo pensar en eliminar por completo las preocupaciones, sino aprender a regularlas y bajar su intensidad. Y acá está la clave para enfrentar una situación que nos genera incertidumbre.
Por eso te propongo hacer un ejercicio: Cuando sentís que todo está fuera de control preguntate “¿Qué cosas si puedo controlar?” Por un lado escribí todas las acciones que dependen de vos y que están a tu alcance, por el otro, las acciones que están fuera de tu campo de acción, todo lo que te preocupa pero que no depende de vos.
De todas las preocupaciones que tenemos en la vida podemos influir en algunas, sólo en nuestros pensamientos y nuestras acciones porque de nosotros depende que pensar y qué hacer. Entonces la mejor decisión que podes tomar es focalizar tu tiempo y tu energía en tomar las acciones que dependan de vos porque son los que van a guiar tus resultados en la vida.
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