En diálogo con Héctor Maugeri para +CARAS, Nicolás Cabré repasó el origen de una de las prácticas que más lo transformaron en los últimos años: correr. Lo contó con sencillez, como quien comparte un descubrimiento inesperado que le cambió la cabeza y el ritmo de vida. Para él, el running no llegó como moda ni como desafío deportivo, sino como una salida emocional. Y reconoce que ese hábito lo llevó a encontrarse con una versión más sana y más consciente de sí mismo.
Nicolás Cabré y el día en que pidió: “Haceme correr”
El actor recordó que todo comenzó casi por accidente. “Conocí personas que me sacaron de la locura”, confesó, describiendo un momento de cansancio mental en el que buscaba un cambio. Contó que había dejado de fumar y, sin un plan claro, decidió acercarse al club que quedaba justo frente al colegio de su hija Rufina. “No tenía ni idea… fui y dije: ‘No sé, haceme hacer algo’”, relató con humor. Mientras esperaba, veía a la gente correr y desaparecer. “¿A dónde van?”, preguntó intrigado. Cuando le explicaron que era un club de corredores, no lo dudó. “Haceme correr”, pidió. Y así empezó un camino que, según él, le abrió un mundo nuevo y mucho más saludable.
Nicolás Cabré contó que ese grupo de entrenamiento se transformó en un refugio emocional. “Ahí en Pilar conocí personas que me sacaron de la locura”, repitió, agradecido. Explicó que el deporte lo alejó de ambientes y situaciones que le hacían mal, y lo conectó con gente que hablaba de cosas simples y sanas: carreras, zapatillas, bicis. También reveló que ellos lo incentivaron a nadar y a explorar nuevos desafíos.
Ese cambio le permitió bajar el ruido y encontrar calma en el movimiento. El running, la natación y la bicicleta se volvieron espacios de introspección. Lo ayudaron a ordenarse, a pensar distinto y a bajar impulsos que antes lo dominaban. Y asegura que esa nueva rutina le modificó el estado de ánimo, la cabeza y hasta la energía cotidiana.
Nicolás Cabré y el poder terapéutico de correr
La conversación tomó un tono más profundo cuando habló del efecto emocional del running. “Después de correr no sos el mismo”, dijo, convencido de que cada entrenamiento es una especie de reinicio. Explicó que son actividades largas, que lo obligan a estar consigo mismo, a escucharse y procesar lo que siente. “Es como una terapia que tengo todos los días, que me ayuda a ser mejor persona”, afirmó en +CARAS, sin exageraciones. Confesó que, muchas veces, después de correr entiende las cosas de otra manera: más calmo, más claro, más empático.
Por eso, correr ya no es solo un ejercicio: “Hoy es parte de mi vida”, aseguró. Su semana está organizada alrededor de esa rutina: lunes, miércoles, viernes y domingo. Cuando Maugeri quiso saber hasta dónde llegó con el running, Cabré enumeró sus logros con modestia. “Corrí en Nueva York, Londres, Boston, Chicago, Tokyo…”, contó, como si lo dijera sin terminar de caer en la magnitud de eso. Y reveló que todavía le queda un sueño por cumplir. “Me dejé Berlín para la última”, concluyó entusiasmado.
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