La trama transcurre lejos de Buenos Aires, en Milán, y el guión no deja de sorprender por sus transformaciones permanentes. Decidido a vivir la vida con la intensidad y el atrevimiento a los que invitan los 22 años, Mauro Icardi avanza convencido por el camino que se propone transitar. Futbolista con talento que atraviesa su mejor temporada en una de las ligas más competitivas del mundo, como el calcio italiano, la familia que sigue construyendo con Wanda Nara (28) es el sostén anímico-emocional que lo apuntala. Una familia que eligió exponiéndose a un desafío mayúsculo, y que lo hacen cargar con una mochila que quién sabe cuanto tiempo llevará. Mucho se habló y se habla de los tantísimos episodios que protagonizó con Wanda y con el ex marido de la modelo, Maximiliano López (31), y que muchas veces involucran a los tres hijos de ese primer matrimonio, Valentino (6), Constantino (4) y Benedicto (3). El fuego cruzado de esa disputa parece haberse atenuado, más allá de que por estos días reflotaron los coletazos de la disputa judicial por la separación entre Wanda y “Maxi”. “La relación con ‘Maxi’ es nula, los nenes son muy sabios y observadores, y ven en nuestra casa un entorno familiar. Con eso te digo todo”, dijo sobre su ex amigo y padre de los tres chicos que Mauro adoptó como propios. Por algo tiene tatuados en su brazo izquierdo los nombres de ellos, y el hecho de que los haya bautizado como “mini Icardi” habla de lo que esos chicos representan para él.
Conmovido con la llegada de una hija mujer a la familia, Francesca (cuatro meses) es una evidente debilidad para uno de los goleadores del calcio. Por eso su predisposición cuando CARAS le propuso posar con su heredera, producción fotográfica que se realizó en el hotel Meliá Milano ubicado en la parte más dinámica y con mayor crecimiento de Milán, cerca de los pabellones de la Expo 2015 en el distrito City Life a 10 minutos del estadio de San Siro. Sensibilizado, Icardi compartió confesiones exclusivas sobre su paternidad: “Siempre quise tener una hija mujer, incluso cuando el obstetra nos decía en las primeras ecografías que sería un nene. Yo le apostaba a que sería una nena, y cada vez que lo visitábamos el porcentaje aumentaba en favor de su apuesta, según los que arrojaban los análisis. Hasta que la mamá no aguantó más y se hizo un estudio que mandan a los Estados Unidos, y que en dos días te confirma, antes de los tres meses, el sexo del bebé. Ahí se confirmo lo que, siempre supe, seria nuestra esperada hija mujer...”