El 2 de febrero de 2002, la ciudad de Ámsterdam se vestía de fiesta para el matrimonio del hijo de la entonces reina Beatriz, el príncipe Guillermo Alejandro, con la argentina Máxima Zorreguieta. Fue una de las bodas más esperadas de los años 2000 y todo fue como un cuento de hadas. Asistieron todas las celebridades reales más cotizadas del momento.
En medio de la expectación de los cientos de personas que abarrotaban la plaza de Dam de la capital holandesa, Máxima apareció en las puertas del Palacio Real del brazo de Guillermo enfundada con un espectacular vestido de color blanco marfil de Valentino. Una verdadera obra de arte de la Alta Costura en la que el diseñador italiano invirtió tres meses para su realización.
En sus manos llevaba un bouquet en donde las rosas, gardenias y lirios blancos, hacían la alquimia perfecta para acompañar a la futura reina. Dicho arregló fue visto durante toda las ceremonia y ella no lo soltó en ningún momento.
Otro de los puntos que más llamó la atención , fue el discreto peinado, compuesto por un sencillo moño bajo que resaltaba a la perfección sus bellas facciones al mismo tiempo que permitía ver la inmensa felicidad que reflejaba su sonrisa mientras saludaba al público congregado en la plaza de Dam.
Máxima de Holanda, la reina más querida, a ocho años de su llegada al trono
Cálida y carismática, desde el 30 de abril de 2013, cuando se convirtió en reina consorte de los Países Bajos, Máxima sigue gozando de una popularidad siempre vigente. Querida por su pueblo, su simpatía y espontaneidad no solo modernizó a la monarquía del país, sino que atrajo la atención del mundo hacia Holanda.
Así es como hoy se cumplen siete años de la abdicación de la reina Beatriz y de la inolvidable ceremonia de investidura de Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda, hechos que abrieron un nuevo capítulo para la Casa de Orange Nassau. El evento histórico, que tuvo lugar en la Iglesia Nueva, reunió a un total de 2.045 invitados entre jefes de Estado, la realeza extranjera, miembros del gobierno holandés y familiares y amigos.
Aquel 30 de abril, de frac, chaleco blanco y pajarita, y luciendo el manto real de armiño que la reina Beatriz llevara en 1980 en su coronación, el rey Guillermo finalmente irrumpió sobre las 14 horas en la Iglesia Nueva y junto a la reina Máxima, majestuosa con el atuendo elegido para el gran día: un vestido con capa azul del holandés Jan Taminiau, uno de sus diseñadores favoritos, que llevó con la espectacular tiara de diamantes y zafiros que el rey Guillermo III regaló a su mujer, la reina Emma.
Claro que también fueron protagonistas la nueva princesa de Orange y heredera al trono, la princesa Amalia y sus hermanas, las princesas Alexia y Ariane, las tres vestidas de azul cobalto, el color protagonista de esta ceremonia, encabezando el cortejo que también integró la ya princesa Beatriz, también de azul.
“Durante 33 años mi querida madre ha cuidado con esmero la confianza dada. Ha defendido siempre los valores que definen nuestra Constitución. Fue usted una Reina completamente consciente de su responsabilidad como Soberana. Se dedicó usted con total dedicación a sus obligaciones. Pero fue usted también hija, esposa, cabeza de familia y madre. Hoy quiero rendir homenaje a cada una de sus facetas, especialmente en los tiempos de dificultades. Incluso en los días de tristeza fue usted de la forma más cariñosa un apoyo incondicional para todos nosotros. Sé que transmito los sentimientos de muchos en Holanda y en las Antillas Holandesas cuando afirmo: '¡Gracias por todos estos bellos años en los que usted ha sido nuestra Reina!”, fueron las palabras elegidas por Guillermo en el discurso que inició la ceremonia de investidura de los nuevos reyes.
“Acepto el trono en un momento que para muchos es difícil e inseguro. Los jóvenes hoy tienen menos oportunidades que sus padres. Nuestra fortaleza en estos tiempos debe residir no en el individuo sino en el colectivo. Quiero ser el que una y represente lo que a los neerlandeses nos une”, afirmó Guillermo, quien tras la gran fiesta de coronación e investidura continuó los festejos reales junto a Máxima y sus hijas con una travesía en barco de casi dos horas por el río IJ en la que, entre shows musicales en su honor, el público pudo saludar a sus nuevos reyes. El broche de oro de un día histórico y emocionante llegaba horas después con una cena de gala celebrada en el Edificio de la Música en honor a Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda, los nuevos monarcas.