Araceli González sostiene que tras divorciarse de Adrián Suar en 2003, no recibió lo que le correspondía. Asimismo, aseguró -en octubre pasado-que si bien lo había ayudado a fundar su productora, jamás había recibido porcentaje alguno de las ganancias obtenidas. Hoy, el productor salió a contar su verdad luego de que su ex pareja publicara un mensaje en las redes sociales donde dejaba entrever que un problema de salud que tuvo fue producto de los "la batalla mediática" que tuvo en el último año con el productor.
A continuación, la carta que Adrián Suar le envió a Clarín:
"Nunca hubiese querido hacer pública una situación que pertenece a mi ámbito privado. No me gusta, ni necesito, mediatizar mi intimidad. Pero hoy me veo obligado -no sin gran dolor - a realizar aclaraciones respecto a una serie de injurias y falsas acusaciones que mi exesposa, Araceli González, ha vertido en los medios en el último tiempo. Porque como ella expresó oportunamente, que siempre priorizó y buscó proteger a sus hijos, lo mismo pretendo: su hijo también es mi hijo.
Estuvimos casados poco más de cuatro años. Decidimos separarnos de común acuerdo y en buenos términos. Sin embargo, Araceli hace un relato errado e incorrecto de lo sucedido a partir del quiebre de nuestra relación. Cumplí con todas y cada una de mis obligaciones. Tengo una conducta responsable y no le debo nada a nadie. Entiendo que no bastan mis afirmaciones para desacreditar sus acusaciones como así tampoco las suyas para descalificarme y difamarme.
Este tipo de declaraciones deben tener un sustento real para cobrar validez. La intención de este escrito es, precisamente, contar la verdad de los hechos y aportar pruebas fehacientes, contundentes y categóricas (documentos que acompaño, firmados oportunamente por ella y por mí) que acreditan y abonan lo que expongo a continuación.
En el año 2003, iniciamos los trámites del divorcio, asistidos por abogados de ambas partes, decretándose la disolución del matrimonio en el 2004.
Al año siguiente (2005) y luego de arduas negociaciones de las que participamos los dos -asistidos y acompañados por los respectivos letrados- celebramos de común acuerdo y ante escribano público un convenio sobre división de bienes. Dicho convenio fue posteriormente ratificado por ambas partes el 21 de diciembre de 2015, mediante un acuerdo complementario suscripto también ante escribano público y con asesoramiento profesional mediante. Entre el dinero y los bienes que ya le había entregado, acordé darle (adicionalmente) el 50% del monto que se obtuviera por la venta de mis acciones de Polka Producciones. Y aquí me detengo un momento para aclarar lo siguiente: Araceli me llama “su socio”; ella no es mi socia. Nunca fue ni tampoco es ahora accionista de Polka. Solamente es beneficiaria del 50% de las sumas que se obtengan oportunamente por la venta de esas acciones. Esas acciones son un bien propio, por ser la fecha de constitución de la sociedad anterior a mi casamiento con ella.
Aún así, en los años 2008 y 2015, le aboné el valor correspondiente a la venta del 90% de mis acciones. A la fecha, solo queda pendiente la distribución de las eventuales sumas de dinero que se obtengan en el futuro por la venta del 10% restante (5% para cada una de las partes) cuando la justicia así lo disponga, por haberlo solicitado ella en el juicio que me ha iniciado.
De este modo, tanto en el 2008 como en el 2015, Araceli percibió lo establecido de común acuerdo y firmó y ratificó que nada le adeudo. Está documentado en la Justicia “que, al día de la fecha, el señor Adrián Schwartz Kirzner nada le adeuda a la señora Araceli González por ningún concepto derivado del convenio sobre división de bienes ni tampoco del acuerdo complementario”.
Ante tanta evidencia contundente –hoy en manos de la Justicia- me resulta francamente incomprensible y desconcertante escucharla decir “jamás conseguí la división de bienes” o “he firmado papeles que me mostraban, sin saber qué firmaba”. Suena descabellado. No hace falta aclarar que ningún juicio de divorcio puede ser tramitado por las partes sin el patrocinio de abogados. Sencillamente no es viable. Entonces, ¿cómo se entiende cuando dice que no sabía lo que estaba firmando si estaba siendo defendida, amparada y asesorada por sus letrados? No resulta creíble tanta ingenuidad. ¿Acaso yo también debería preguntarme qué estuve firmando a lo largo de estos años?
No firmó solo una vez sino en tres oportunidades, reconociendo en cada una de esas ocasiones que yo no le debía nada y extendiendo los recibos del caso.
Además, pasados ya 15 años, calificar como “arreglos” a esos acuerdos celebrados en forma conjunta es, sin duda, algo deliberadamente ofensivo, difamatorio y malintencionado.
En las pruebas que adjunto, los montos percibidos por Araceli no están visibles por prudencia y respeto. Pero, por supuesto, le doy la entera libertad de hacerlos públicos si ella así lo decidiere.
Cumplí con todos mis compromisos y obligaciones en tiempo y forma. Estuve presente toda vez que la justicia así lo ha requerido, en persona o a través de mi abogado, y lo seguiré haciendo cada vez que se me convoque. Pero también recurriré a los tribunales cuando se vea mancillado mi buen nombre y honor, para defender mis derechos.
Quisiera, además, hacer mención a una situación que considero muy delicada, teniendo en cuenta el contexto actual. Araceli invoca la defensa de los derechos de la mujer cuando expresa: “denunciar protege (...) Los atropellos suceden sin distinciones (...) Ya no nos tenemos que callar más”. ¡Por supuesto suscribo por completo a cada palabra! Pero nada aplica en este caso. No hubo atropellos de ningún tipo ni motivo alguno para realizar una denuncia. Ampararse en una genuina reivindicación a través de una falsa acusación, no solo resulta irrespetuoso sino que también crea confusión.
La separación es un hecho que golpea y entristece. Un proyecto común que no funcionó. Aún así, con todo aquello que no estuvo bien, elijo recordar ese matrimonio como algo bueno en mi vida. Tenemos un hijo maravilloso. Por eso hoy me apena tanto que el recuerdo de esa etapa de nuestras vidas se vea empañado por percepciones tan negativas. Asimismo, tengo que proteger a mis hijos del riesgo de ser víctimas de una confusión innecesaria y nociva que pueda producir una imagen equivocada de su padre.
Será la única vez que hable del tema. Como dije al inicio, para mi mundo privado siempre elegí la discreción. Pero esta vez no me dejó otra alternativa, más que salir al ruedo y defenderme con la verdad y las pruebas, como corresponde. Duele, y mucho".