Después de su gira histórica de 10 días por Cuba y los Estados Unidos, el papa Francisco se tomó un tiempo en su viaje de regreso a Roma para reflexionar. Cuando le preguntaron si se sentía una estrella, dijo que “no”, y explicó el motivo: “Las estrellas son lindas para verlas. A mí me gusta mirarlas cuando el cielo está sereno, en verano... Pero el Papa debe ser el siervo de los siervos de Dios”. Así, con la misma serenidad con la que enfrentó su maratónica agenda por seis ciudades, el argentino que pone de rodillas al mundo se dio otro baño de humildad.
El martes 17, procedente de Cuba, fue recibido por el presidente Barack Obama, su mujer, Michelle, y sus hijas Malia y Sasha. En una excepción al protocolo, el mandatario estadounidense se acercó a la escalerilla del avión para darle la bienvenida a Francisco, un gesto que marcó el cálido clima que signaría su visita. “Obama y Michelle quieren transmitir al Papa Francisco el respeto y admiración de todo el país con la decisión de ir a recibirlo en persona a la base aérea de Andrews”, indicó la Casa Blanca en un comunicado. “Es un símbolo del respeto y admiración no sólo de los Obama, sino de todo el país”, explicó en su rueda de prensa diaria el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest.
En su esperado discurso inaugural en el Capitolio, se dio el denominado “efecto Francisco”: acompañando al pontífice sobre el estrado, el presidente de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense, el republicano John Boehner, se quebró ante las cámaras y, al día siguiente, presentó su sorpresiva renuncia. Aunque ya meditaba la decisión, enfrentado a fuertes presiones de su partido para extremar posiciones, el congresista habría tomado la decisión luego de reflexionar sobre las palabras del Papa acerca de evitar la polarización y la radicalización en la política.