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ACTUALIDAD 21-04-2016 16:26

La lucha de Maureen Dinar contra el cáncer de mama

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Maureen Dinar había cumplido con los controles médicos pertinentes porque, según ella misma se define, es una mujer que aprendió a querer su cuerpo y a cuidarse. Por eso el factor sorpresa fue tan impactante: en noviembre de 2015, después de haber viajado a Nueva York para participar del Fashion Week, estaba en su nuevo local de la zona de Acassusso, al que se había mudado recientemente, cuando de repente se tocó y sintió un bulto en su pecho izquierdo.

“Luego de regresar de los EE.UU pasé unos días en Punta del Este y jugando con mi hija, Caroline, sin querer ella me dio una patada en la lola izquierda que me dolió mucho. ¡Fue terrible!”, cuenta la diseñadora argentina sobre el difícil momento que le tocó atravesar y la encontró afrontantado el diagnóstico más temido: cáncer de mama.

“Me asusté. Llamé enseguida a Inés Durbano, “Milu”, mi hermana del alma como le digo, que es dueña de la parte de estudios nucleares del Otamendi, y es un sol, un amor. También a mi ginecólogo. A la hora me estaban haciendo un chequeo total. Un médico vio algo que no le gustaba, se hizo una junta médica y al otro día tomaron la decisión de hacer una punción. Marcia Oliva, una top, que me conocía y habíamos pegado onda años atrás, me realizó la punción de inmediato. O sea, yo me detecté el bulto un martes, el miércoles se hizo esta junta médica y el jueves la punción. Dios quiso que así fuera”, afirma Maureene. Todavía le cuesta hablar sin quebrarse, como quien aún no ha terminado de procesar, de “caer”, según dice, a sólo cuatro meses de la detección de la enfermedad. “Yo venía, además, de la muerte de mamá, hace ya dos años, algo muy fuerte para mí. Muy duro y triste”, agrega.

“Al día siguiente de la punción, donde notaron algo que no estaba bien, vi a dos médicos, un hombre y una mujer, porque me tenía que operar. La doctora me recomendaba una mastectomía. Me sacaban toda la glándula y ya estaba. El médico, en cambio, me decía que podía respetarme el pezón. Al final tomé una decisión: le dije al médico que quería hacer la mastectomía. Y me dijo que era valiente porque en general las mujeres huyen de eso. Es que la gente tiene un concepto equivocado, porque si vas con un buen profesional y sabés del tema, como hoy puedo explicarlo, no te va a pasar que te abran y no te hagan mastectomía, pero sí que te saquen la prótesis y te quede la lola para abajo. Para que te quede bien, de entrada en la operación te tienen que poner un expansor, para que el tejido vuelva a su lugar. Después te reestructuran la lola. La mastectomía no es para asustarse tanto. Mirá lo que hizo Angelina Jolie. Yo me hubiera hecho eso en las dos, como prevención, pero el doctor me aconsejó que no, que comenzáramos con esto”, detalla. El martes 3 de diciembre la diseñadora ingresó a uno de los quirófanos del Mater Dei, doce días después de haber detectado el bulto en su pecho.

Según explica con una fuerza y energía que impresiona, la gente se asusta cuando escucha la palabra cáncer. “Cáncer es una palabra muy fuerte y asusta. Y cuando te dicen que lo tenés... Es muy duro. Mis hijos varones (Ian, 24, Paul, 30, Kevin, 31 y Philippe, 37) se volvieron locos. Uno de ellos estaba estudiando en España, pero dejó todo y se vino a  Buenos Aires. Otro que estaba en Brasil, también. Y fue mi hijo Kevin, ‘Kevo’, como le gusta que le diga, el que me acompañó a ver a los médicos y a decidir qué hacer. Yo soy tan pasional e intuitiva y él, siendo ingeniero, más racional, y fue bueno tenerlo porque mi esposo estaba muy golpeado. Es que tenía dos amigos de toda la vida que ya habían fallecido de cáncer. Mi marido, Quique Klein estaba shockeado, no lo podía creer. Él vivió conmigo el otro episodio”, cuenta la diseñadora, a quien la palabra tumor volvió a a asustarla después de muchísimos años. Fue el peor “Deja Vú”, según confiesa.

“Hace 24 años debieron operarme de la cabeza por un meningioma. Tenía un bebé de sólo siete meses. Fueron nueve horas de operación y no sabía si iba a vivir o no, porque te dicen que es una intervención muy difícil. Yo nunca lo había contado, pero ahora lo hago porque quiero ayudar y porque mi problema se filtró y no quiero que la gente piense que estoy mal. Ya estoy sana y haciendo una vida normal. Y eso fue gracias a Dios —se emociona—. Nada más que a Dios, más allá de que todos los médicos fueron espectaculares. Si Dios te marca tu camino, tu destino lo tenés en la mano. Está escrito y cada día lo creo más porque dos veces en la vida me topé con estas pruebas fuertes. Hay que ser agradecido en la vida y no quejarse. Siempre me aferré a Dios. Yo creo en la vida y en el Universo”, afirma Maureene.

Su postoperatorio tuvo cierto inconvenientes. Un problema farmacológico le produjo una hepatitis, de la que afortunadamente pudo recuperarse bien. “Me operó el Dr. Daniel Vouto. Tengo las lolas perfectas aunque, por supuesto, debo hacerme una reestructuración. Pero estoy muy bien y me veo súper sexy igual. Cuando me desnudo, me baño y me miro, me veo bárbara. No lloro, ni digo qué horror cómo estoy.  Inclusive, pude usar bikini, porque después de la operación me fui de vacaciones a Punta del Este. Estuvimos con todos mis hijos y sus mujeres. Y me aboqué a cocinar que me encanta”, agrega.

—¿Y cómo continuó su tratamiento luego de la operación?

—No me hice nada más. Todo fue suerte, como yo digo, y el camino marcado. El tumor estaba encapsulado. Mandé a analizar una muestra de lo extraído a Los Ángeles. Es un estudio que se llama “Oncotype” y se analizan todos los factores que tenés, el tipo de tratamiento que debés seguir, cuál es la quimioterapia que te conviene y el grado de esa quimioterapia. Es mucho más puntual, porque a veces los médicos te dicen que te toca quimio y por ahí no la necesitás tanto. Lo mandé a hacer y tuve que esperar. Mi oncólogo, el Dr. Erique Cantón, fue muy amoroso, me contuvo y me dijo que me fuera de vacaciones a descansar. A mediados de diciembre me fui a Punta y volví el 22 de enero. Fui a verlo y me dijo que no tenía que hacerme quimioterapia. “Hace tu vida normal”, me repitió. Hoy sólo tomo una pastilla, que es un inhibidor de estrógenos.

—¿Cómo se sienten hoy sus hijos y su esposo? ¿Están mejor?

—Mi marido recién ahora está bien. El siguió mal un tiempo y mis hijos también. Y mi hijita, Caroline (quien llegó a su vida con un mes de vida y adoptó formalmente) no sabía, ni sabe lo que es cáncer. Ella lo tomó como que me dolía la lola y que no me podía golpear. “Caro” es súper pegota y jugamos mucho. Me preguntaba: “¿Cuál es la que te duele, ésta o aquella?” Así es que lo tomó bien. Por más que yo he llorado, por que no voy a decir que no me afectó el impacto, la fe fue lo que me hizo salir adelante, con ganas de estar bien. Ella lo vivió muy amorosamente. Es que si vos te ponés mal, tu familia se pone mal. Entonces si decís que estás bien y que la vas a pelear, ellos por más que estén con miedo la ven distinta. Una amiga me dijo que soy una guerrera.

—¿Cuál es su mensaje después de afrontar lo que le tocó vivir?

—Primero, no hay que ser negador, hay que aprender a escuchar al cuerpo. Hay gente que no va al médico. Uno tiene que afrontar las cosas que le suceden. Todo el mundo tendría que hacer meditación, dedicarle un tiempo a uno mismo, en silencio. Somos los únicos que nos podemos escuchar y amar y desde ahí amar a los demás. Si no te amás, no te cuidas, ¿Cómo podés amar al otro? Todas las mujeres se tienen que hacer el control de la mamografía y su propio control diario, además de ecografías. El cáncer de mama es una epidemia.

—Luego de haber atravesado este duro trance, ¿Qué cambió?

—Fue algo tan fuerte que siento que aún no reaccioné. Pero quizás sí siento que uno, en la vida, tiene que tomarse sus tiempos. No hice la colección de invierno y los desfiles y por primera vez me tomé dos meses y medio de vacaciones. Recién ahora estoy de vuelta y con tranquilidad; divirtiéndome. Estoy feliz de sentirme y verme bien. Y, además de estar preparando la inauguración de mi nuevo local, que sumará el desfile de la colección de invierno, también estoy planeando un viaje a Tailandia. Tal vez esto que viví en vez de darme un bajón me alentó a disfrutar a pleno de mi vida.

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