En la casa de los Macri, la mujer tiene un rol preponderante. Bien en claro lo deja el presidente Mauricio Macri (56) con su esposa Juliana Awada (41), y así también lo hace su primo hermano, Jorge Macri (51). Es domingo al mediodía y, como fiel exponente de familia italiana, la mesa está lista para servir los “Penne rigate al pomodoro”, con un detalle no menor: la cabecera tiene dueña. Es Alicia, la madre del intendente de Vicente López. “Mi mamá es el recuerdo de Tandil, de mi infancia, esos aromas inolvidables. Es muy generosa; antes le costaba más el cariño pero sus nietos se lo despertaron. Es incondicional como todas las madres. Fue muy importante en mi vida. El viejo era el desafío, el entusiasmo y la cosa expansiva, y el detalle y la protección estaban dados por mamá”, explica el político, rodeado por sus hijos, Antonio (18), Martina (16) y Giorgio (12), y por su hermana, Daniela.
Como buen anfitrión, el ahijado de Franco Macri, invitará a los visitantes a probar la pasta al dente, cuyo protagonista es la salsa de tomate, preparada por él la noche anterior. Durante la entrevista responderá todo, a excepción de un dato: el secreto de una buena salsa italiana.
—¿Cómo recupera el tiempo que la política le quita a la familia?
—Primero obligándome a tener tiempos para la familia en la agenda. Los lunes y los miércoles a la noche son días que a las 19 horas trato de estar en casa para dedicárselo a los chicos. Cocinamos juntos, escuchamos música y charlamos. Ahora, además, vienen con Rocco y hay una historia alrededor del perro. Ayer se comió una planta, con lo que cuesta tener una planta en la casa de un hombre soltero... Los sábados a la mañana voy al rugby con el más chiquito y el domingo trato de ir a verlo a Antonio o almorzamos en lo de mamá, siempre dependemos de los tiempos del rugby.
—Al igual que su primo Mauricio Macri, entre otros funcionarios de gobierno, sus hijos también estudian en el colegio Newman...
—Ahora está en boca de todos. Tenemos un montón de miembros del Gobierno que egresaron ahí. Me gusta porque los forma en el rugby que es una escuela de valores y de vida muy linda. Te enseña que no podés hacer nada solo, no importa cuán rápido ni fuerte seas, en el rugby no hay un gol como el de Maradona o los de Messi, no hay jugada individual que de vuelta un partido.
—¿El presidente era un buen jugador de rugby?
—El armó con sus amigos un equipo de fútbol que se llamó “Los Cardenales”. Eran medio rebeldes, fomentaron más el fútbol. Me acuerdo de haberlos visto jugar estando él en quinto año del secundario contra la tercera de River, en cancha de River. Yo hinchaba por River como corresponde (risas). También le gusta el paddle y el golf, es un buen jugador.
—¿Comparten actividades?
—Jugamos al paddle pero menos de lo que me gustaría. El en eso es más aplicado. Tengo que recuperar tiempo en mi agenda para la actividad física.
—¿Es mayor el peso que el privilegio de ser un Macri?
—Yo soy un agradecido de lo que mi familia me dio. Ser una familia pública tiene sus contras, pero soy un agradecido de la educación, de los valores, del lugar al que llevó el apellido Mauricio, la cantidad de trabajo que generaron Franco y mi viejo, y su trabajo en la colectividad italiana. Es todo un desafío de estar a la altura. Muchas veces hablamos con Mauricio si eso es una carga para nuestros hijos. En el hijo siempre está el deseo natural de superar al padre. Hay que demostrarles que existen formas de superarnos sin que necesariamente sea por el mismo camino que recorrimos nosotros y que sean plenos y felices en lo que elijan.
—¿Cómo se acomoda en su rol de padre soltero?
—Más que soltero me siento en una transición. La relación con Florencia fue muy fuerte e importante en mi vida. Estuvimos 13 años de novios y 14 de casados. Para los dos fue muy difícil y dolorosa la separación. Es una gran mujer, la quiero mucho, más allá de que sea la madre de mis hijos, le tengo mucho respeto, afecto y cariño. Estoy dedicado al trabajo y a los chicos. Disfruto de ser papá.
—¿Es mejor cocinero o fue mejor jugador de rugby?
—Claramente, mejor cocinero. Fui buen entrenador de rugby, fui razonable jugador de rugby, de pilar derecho, la misma posición de la que juegan mis hijos, mandatos le dicen (risas). Como hijo, al principio querés ser como tu papá y después lo último que querés ser es como él hasta que al final te das cuenta que no era tan malo el viejo. Me la bancaba bien como rugbier pero es un jugador estándar; fui un buen técnico porque motivo bien, sé encontrar la capacidad para que cada uno se exprese, y son cualidades que sigo teniendo en el rol que me toca. Me gustan los logros de equipo, como las películas clase B americanas que terminan festejando, bueno, me encantan y me emociono cuando las veo. En definitiva, soy mejor cocinero.
—¿El DJ sigue vigente?
—Me encanta la música y me divierto tratando de identificar cuál va a ser el hit del verano. Tengo dos indiscutidos (risas): Uno es “24K”, de Bruno Mars, y otro de David Guetta, “Would I lie to you”. Antonio me mantiene actualizado y mi hija también. Nos divertimos mucho con la música, compartimos los “playlist” y hasta hacemos coreos en casa también… Mejor que no haya fotos de esos momentos, pero nos divertimos. De la cintura para arriba me muevo bien, pero de la cintura para abajo no.
—¿Habla con Franco, su padrino?
—Está disfrutando, por fin, de un hijo que llegó tan lejos. Por suerte, encontraron un vínculo distintos entre él y Mauricio. Mauricio logró encontrar su camino que no era el camino que Franco le había marcado. Hoy disfruta del lugar al que llegó su hijo y es tan importante para ellos, que lo vivo con satisfacción. Disfruto de la unión entre ellos. Ojalá pueda disfrutar de eso con mis hijos, que elijan su camino y sean mejores que yo.
—¿Tienen un gen en común los Macri?
—El trabajo, el esfuerzo, la superación y el animarnos a emprender. No somos temerosos de los desafíos y siempre sabemos que hay una familia donde apoyarse, eso es muy importante para cualquiera.
—Por último, ¿podría detallar el secreto de la salsa?
—Eso es un secreto familiar...
por Diego Esteves
FOTOS: M. Dubini/Perfil